Una vida a tu lado (Aziraphale x Crowley)

La primavera de ese año

Primavera, la tierra despierta de un largo letargo traído por el frío invierno, las bajas temperaturas se disipan con el pasar de los días y en una semana y media el bochorno y la tibieza se sienten al empezar el día.
Los animales de toda especie despiertan y se vuelven más activas, las flores florecen, los árboles se vuelven frondosos, llenos de vida y de un fuerte color verde.
El cielo esta despejado y azul, los días son productivos y se escucha ruido por todas partes.

Y naturalmente con la llegada de la primavera llega la época de apareamiento de varias especies.
A finales de marzo y comienzos de abril varias criaturas comienzan a anidar y otra a reproducirse sin descanso.

Crowley suspira mientras observa receloso a una pareja de nagas anidar a lo lejos en su modesta casita oculta bajo una de las tantas irregulares colinas de la aldea, la mujer está felizmente llevando mucha paja y tela suave mientras el hombre se encarga de levantar más el techo y hacer más espacioso el lugar para proteger a su pareja del frío y de la vista de curiosos (como crowley) o enemigos.
Después de seguir observando por unos minutos a la melosa y feliz pareja que sin lugar a dudas pronto estarán llenos de huevos a los cuales cuidarán con tanto amor y esmero, la joven serpiente decide irse a tomar el sol cerca de la cascada que separa los límites del territorio de su especie.
Crowley toma sus gafas de sol y sumerge una parte de su cola escamosa en el agua cristalina, el golpeteo del agua contra las rocas es relajante y le hace sentir sonreír ligeramente. El sol es placentero, le llena de energía y hace brillar su piel pálida y sus escamas negras con matices rojos.

Toma un poco de agua entre sus manos y se lava la cara y el cabello, tararea suavemente mientras observa a los peces de diferentes colores nadar alrededor, algunos salmones saltan por ratos y piensa por un segundo que sería buena idea pescar algo para comer.

- No estoy de humor supongo...

Crowley hace un pequeño puchero después de unos segundos y decide recostarse en el pasto aún con la punta de su cola salpicando agua.
Observa el cielo azul mientras se deja llevar ligeramente por sus pensamientos.
Juega con sus manos ansiosamente mientras piensa en la pareja que observó hace unos minutos.
Es temporada de apareamiento, por todas partes hay parejas anidando, siendo felices, teniendo sexo y algunas incluso ya cuidando a sus futuras crías.
Su aldea está animada y llena de adolescentes y adultos rebosando amor y eso lo enoja un poco, incluso una parte de él se siente raro y no sabe porque.
Sisea mientras intenta reprimir un grito, otras nagas le estuvieron molestando la última semana, muchos comentaban por las calles y el mercado los últimos 10 años acerca de cuando se aparearia, que estaba creciendo y se haría viejo para criar a una chica... O un chico, que debía pensar en dejar descendencia, que si no cambiaba su actitud sería la naga solterona del pueblo para siempre.
Conforme mas pasaban los años más parecía que a la gente le gustaba molestarlo sobre su "soltería".

- idiotas...

Crowley gruñó en voz alta, odiaba los comentarios estúpidos ¿Cómo se atrevían a suponer acerca de su vida privada? No eran más que serpientes con estiércol en lugar de cerebro.
No era un "solterón", tenía pareja desde hacía tiempo, pero no tenía porque estarle dando explicaciones a los demás acerca de su vida, ¡Que se jodan! Que él no quisiera todavía aparearse era otra cosa, no estaba seguro de tener niños antes, aún era joven y traer nuevas vidas era algo que debía pensarse.
Por otra parte tampoco estaba seguro si era posible tener bebés, después de todo su pareja no era precisamente de su misma especie...

- Oh querido, te ves lindo el día de hoy...

Una voz suave, elegante y llena de confianza le saludó.
Crowley se levantó suavemente sobre sus antebrazos para observar al angelical ave que estaba cruzando el río desde el otro lado.
Las plumas blancas relucieron con el sol al igual que una cabellera de rizos plateados, el aleteo envío una brisa refrescante al cuerpo de la serpiente.
Crowley se sonrojó ligeramente por la sonrisa dibujada en el rostro pálido y de mejillas regordetas de la arpía.