{ C a p í t u l o 1 }

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***Contenido: Hetero, intimidad, casa sola***



- ¿Podrías dejar de molestar un segundo y sentarte a ver la película? -rio la chica de los cabellos dorados, soportando la tercera oleada de cosquillas de parte de su acompañante a tan altas horas de la noche. Usualmente su madre no deja que lleve chicos a casa sin supervisión, mucho menos dejar que se queden después de las 10 de la noche, pero la ventaja era la ausencia completa de alguien en aquella enorme y oscura casa.

- Pero si es que no me haces caso, Nat, quiero ver una de miedo.

- Yo no quiero ver ninguna película de miedo, me rehúso y me planto en ello. -la voz de la chica hizo el esfuerzo de mantenerse firme, a pesar de la mirada juguetona de su amigo. Sus ojos se achicaron al agrandarse su sonrisa, causando que la rubia pierda la compostura. Era imposible negarse cuando Ryan empezaba en sus travesuras y sus juegos-: No, dije que no. No quiero, es muy tarde y luego no voy a poder pegar el ojo.

- Entonces no duermas.

- Ah, claro, ¿cómo no lo pensé antes? -Natasha rodó los ojos ante tal sugerencia, pero Ryan no se daba por vencido

- En serio, no tienes que dormir. Puedo quedarme contigo a dormir si quieres -las palabras de Ryan sólo mermaban la compostura de Natasha pedazo a pedazo, mientras se acomodaba en la cama junto a ella, tomando el control remoto de la televisión para buscar la película en cuestión.- Todo se arregla, Natty. En lugar de buscar problemas, deberías buscar soluciones.

Natasha estaba lejos de estar emocionada de ver películas de terror. Siempre tuvo terror de Michael Myers luego de ver Halloween a escondidas de su hermano mayor, ni qué hablar de los muñecos por Chucky o de las televisiones por Sadako. Su hermano mayor era un enorme fan de las películas de terror, además de un enorme fan de asustarla a la pobre Natasha. A diferencia de todas las otras veces que vio una película de terror, esta vez estaba acompañada por unos enormes brazos que sutilmente la envolvían y la sujetaban muy cerca.- Veamos una de miedo. Porfa.

- Sé exactamente lo que estás intentando hacer.

- ¿Qué estoy haciendo?

- No te hagas al imbécil. Estás haciendo eso.

La sonrisa de Ryan no se desaparecía de su estúpida y divertida cara. Perderse en su mirada era parte del trabajo de aguantarlo y quererlo al grandote, pero no siempre estaba estipulado en el contrato la parte donde pasaba sus manos bajo su camiseta para acariciar suavemente la piel de Natasha. Con un sutil suspiro inquieto, Natasha intentó removerse de su agarre para no caer en sus encantos prohibidos. No debía, en teoría, pero sabía que era totalmente inevitable cuando Ryan ponía sus caras

-: Nat. Princesa. Veamos una de miedo. Yo te puedo cuidar toooda la noche.

La sonrisa del idiota sólo podía burlarse de ella o crecer como niño en cumpleaños casi saboreando su pastel. Sus manos pasaban por su costado, acariciando con suavidad su cintura cual porcelana antes de amasarla entre sus dedos como un pedazo del mejor corte de carne del mundo.

- Estás terminantemente prohibido de abandonarme. -cedió Natasha, dejando que sus brazos de Ryan se cerrasen alrededor suyo, casi como si tomara su cuerpo y lo reclamara conquistado. Había salido victorioso de la disputa, celebrando con un susurro al oído de Natasha.

- No te voy a soltar hasta que salga el sol, no te preocupes.

Esas palabras fueron suficientes para activar un deseo profundo en el interior de Natasha. No era su primera vez, ni tampoco su primera vez con Ryan, mucho menos su primer contacto sexual, pero este maldito hombre podía hacerla sentir igual que si fuera una pobre niña virgen e incauta. Ese agarre, ese aroma, ese roce de su piel envenenada pálida mezclado con el elixir de sus ojos perdiéndose entre las lomas y curvas de su piel era suficiente para hacerla olvidar de todo y derretirse a sus pies. Así como él la seducía, ella lo volvía loco. Sus fauces de bestia babeaban cada vez que podía tenerla sólo para él. Ella era su presa y él era su cazador.

Antología de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora