{ C a p í t u l o 2 }

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***Contenido: Hetero, público, peligro, amigos***


Sus ojos verdosos seguían el caminar de aquellas hermosas caderas adornadas de cuero, delineando el inicio de sus muslos que empezaban en el borde de esa corta falda y terminaban en sus zapatillas de caño alto. Su cabello peinado, sedoso y brillante color negro. Su preciosa cintura descubierta por su crop top negro con mangas largas. Está de más concluir que las medias de red que lucía eran un complemento perfecto. Todo un caramelo para sus ojos. Era imposible quitar la mirada de ella al caminar, especialmente porque en el fondo tenía el presentimiento de que se había puesto así de preciosa por él como él se había preparado para ella. Había esperado bastantes semanas por esta oportunidad. Tantas noches hablando, tantas palabras difuminadas en la oscuridad que ahora se veían aparecer entre luces de colores y láseres en todas direcciones. Su primer idea para conocerla a fondo no era una fiesta con tantas personas, pero es mejor disparar y fallar a no haber disparado nunca, ¿no?

-: No te quedes atrás, ya están jugando sin nosotros. -le advirtió Yaeko, en su dulce tono coqueto, mientras sus ojos marrones brillaban al sonreírle. No había soltado su mano desde que empezaron a bailar. Era surreal pensar en ello. Yaeko Saotome, la chica de intercambio, estaba bailando con él. Específicamente él.

Seth no se pensaba feo, ni mucho menos repulsivo, pero su vida amorosa había sido un desastre. Nunca pudo mantener una relación duradera, más allá de algo efímero, por muchísimas cosas que no vale la pena mencionar ahora. Sin embargo, Seth sentía que la hermosa chica japonesa que tenía agarrada de la mano estaba fuera de su liga. De alguna manera. 

Era demasiado bueno para ser verdad.

- No tengo que apurarme, si cada tres pasos que das es un paso mío -bromeó Seth, sonriendo al ver que causaba gracia en la pequeña pelinegra. Yaeko volteó con una pequeña sonrisa mientras caminaba de espaldas hasta la escalera y respondió-: Pues ni así me alcanzas, acelera el paso o no vamos a poder jugar nada. Apúrate, lento.

Subieron de la mano las escaleras e inevitablemente la mirada de Seth volvió a indagar por el cuerpo de su acompañante. Le daba un poco de miedo mirarla tanto, no quería que piense que era un enfermo de sexo o similar, pero es que era físicamente imposible ignorar sus caderas moverse cuando pisaba cada escalón, con esa falda de cuero burlándose de él al mostrar la justa cantidad de sus piernas. Ella llevaba la delantera, volteando repentinamente mientras Seth estaba absorto en la vista. Su sonrisa burlesca fue suficiente para alejarlo de sus pensamientos, sonriendo con vergüenza en respuesta. Fue atrapado como un venado delante de las luces de un automóvil en la carretera. Atrapado totalmente.

- Puedes mirarme todo lo que quieras arriba. Apúrate, cochino.

Eso no era exactamente lo que esperaba. Sus mejillas se encendieron como faroles y obedeció, caminando detrás suyo mientras balbuceaba excusas que Yaeko ignoraba con una sonrisilla divertida. Ni siquiera parecía inmutarse. Tenía toda la pinta de haberlo atrapado en su red. Como si todo hubiera estado ínfimamente planeado desde el inicio. Quizás lo estaba.

Seth caminó detrás suyo, fingiendo que no tenía 4 vasos encima a estas alturas. Para su buena o mala suerte, no estaba con la vergüenza de siempre ni con la pena de quedar ridículo tampoco. Especialmente cuando tenía de la mano a Yaeko. No parecía tener problemas con su mirada, e incluso podía darse cuenta cuando movía más las caderas a propósito para que no deje de mirarla. Podría ser un poco lento a veces, pero hasta él se daría cuenta de ello.

Llegaron juntos al piso de arriba, siguiendo el pasillo lleno de gente que esperaba el baño o simplemente hablaba. Se deslizaron entre la muchedumbre, sin soltarse de las manos, perdiéndose en el fondo del pasillo. La pelinegra intentó abrir las puertas una por una, buscando alguna vacía o libre, pero no había forma. Seth, confundido, preguntó-: ¿No vamos a jugar verdad o reto con los demás? ¿Dónde es?

Antología de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora