Capítulo siete

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Me tomó por la nuca, haciendo que nuestros labios por fin se encontraran. Cada beso posee una habilidad nata, capaz de hacer volar mi imaginación y calentar cada partícula de mi cuerpo. 

—Me derriten tus besos— le quité el cinturón y bajé su cierre, adentrando con cuidado el juguete entre sus pliegues—. Estás empapado. 

Su mano se acomodó entre medio de mis piernas, a la altura de mis bragas e hizo presión con sus dedos en esa zona tan sensible.

—Tú no te quedas atrás. 

Me encanta tanto en lo que se ha convertido nuestra relación e intimidad. La confianza que se ha forjado entre nosotros y la libertad a explorar nuestros gustos y placeres con un mismo fin, permite que podamos disfrutar a plenitud sin preocupaciones. Él se ha entregado a mí en cuerpo y alma, y no hay nada que me reconforte más que el hecho de considerarlo por fin mío; solo mío. 


Catalina

El suave tejido del vestido se adhería a mi piel de una manera que nunca había experimentado antes. La tela era delicada, y cada centímetro de mi cuerpo parecía estar bajo el escrutinio de mi propio reflejo en el espejo. Mi mente luchaba con la imagen que se reflejaba de regreso, una versión de mí que nunca había mostrado al mundo, una Catalina que se sentía expuesta y vulnerable.

Esmeralda había insistido en que vistiera de esta manera para la reunión familiar, una ocasión en la que trascendería mi papel de choferesa y me uniría a la familia Harper de una manera diferente. Me sentía como un pez fuera del agua en este vestido que dejaba al descubierto mis piernas y realzaba mis curvas. Mis manos temblaban mientras ajustaba las pulseras que colgaban de mis muñecas, mi mente dividida entre el deseo de impresionar a Esme y la incomodidad que sentía bajo la mirada crítica del espejo.

El suave toque del timbre me sacó de mis pensamientos, y con un nudo en la garganta, me dirigí a la puerta. Al abrir, me encontré con Dereck, con su impecable traje oscuro que realzaba cada línea de su cuerpo. Aunque habíamos decidido intentar algo más allá de una simple conexión, no podía evitar que mi mente volviera a esos momentos en los que me había lastimado con sus acciones pasadas.

Sin embargo, la sorpresa se reflejó en sus ojos cuando su mirada recorrió mi figura. Sentí su mirada en cada curva, cada detalle de mi apariencia que estaba tan lejos de la imagen de choferesa que solía proyectar. Era difícil de leer, su expresión mezclaba admiración con algo más profundo, algo que no podía descifrar en ese momento.

—Cata… —murmuró, sus palabras quedando suspendidas en el aire mientras sus ojos seguían explorando cada rincón de mi vestido.

Forcé una sonrisa, tratando de controlar los nervios que amenazaban con socavarme.

—Tu mamá quería que me vistiera de esta manera para la reunión —expresé, tratando de mantener una compostura que se estaba resquebrajando.

Dereck parecía luchar con sus palabras, pero finalmente encontró voz.

—Te ves increíblemente hermosa —dijo, su voz rica y profunda resonando en el espacio entre nosotros.

Mis mejillas ardieron, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí tímida ante sus palabras. Aunque aún luchaba con mi confusión sobre él, esas palabras parecían alcanzar un lugar especial en mi corazón.

Extendió un ramo de flores hacia mí, y tomé el ramo con manos temblorosas. Las flores eran un arco iris de colores, y su aroma llenó el aire entre nosotros.

—Para ti —dijo, con una sonrisa que mostraba la sinceridad de su gesto.

—Gracias. 

Mi mirada se encontró con la suya, y algo en ese momento me hizo creer que tal vez, solo tal vez, su cambio era verdaderamente un hecho. Dereck había evolucionado de manera inesperada, revelando capas de sí mismo que antes había ocultado.

Lo observé mientras ajustaba la corbata de su traje oscuro, su postura firme y decidida. Aunque seguía siendo el hombre con el que compartía un complicado pasado, también era alguien nuevo, alguien que estaba dispuesto a intentar algo diferente. 

El roce de su mirada sobre mí, la admiración en sus ojos, me hizo sentir más segura, más confiada en este vestido que nunca habría imaginado usar.

[...]

Después de dejar las flores en agua, nos dirigimos hacia la casa de sus padres. El interior del auto era un remanso de tranquilidad mientras Dereck manejaba con destreza. Me sorprendió cuando anunció que sería él quien tomaría el volante en esta ocasión. Normalmente, yo era quien dirigía nuestras salidas juntos. La inusual inversión de roles me hizo sonreír internamente, aunque luché por mantener la seriedad en mi expresión. 

El trayecto me permitió observarlo discretamente, mientras él se concentraba en la carretera. La elegancia de su postura, el corte del traje que realzaba cada músculo y línea de su cuerpo, me recordó cuánto había cambiado. El joven inmaduro, caprichoso y problemático que conocí en el pasado había madurado en un hombre seguro y poderoso.

Mis pensamientos se concentraron en su rostro, los trazos que el tiempo había grabado en su piel, y el rastro de barba que le confería una virilidad que no pasaba desapercibida. Una sensación cálida y embriagadora recorrió mi interior, y no pude evitar cruzar las piernas en un intento de apaciguar la reacción que él, sin duda, había causado en mí.

Detuvo el auto en el semáforo en rojo, y su mirada se desvió hacia mí.

—¿Tienes frío? —preguntó, su voz suave, cargada de preocupación genuina.

Mis mejillas se calentaron por su atención y sacudí la cabeza con una sonrisa forzada.

—No, estoy bien.

En un intento de aliviar la tensión que parecía haberse apoderado de nosotros, su mano rozó mi muslo suavemente. Una corriente eléctrica se extendió desde el punto de contacto, y mi sorpresa se reflejó en mis ojos. Habíamos decidido darnos una oportunidad, explorar lo que podíamos tener, y sin embargo, esta simple acción me tomó desprevenida.

Recordé nuestra primera vez, aquella noche en que nos dejamos llevar por el deseo y la pasión en medio de copas. Mi mente revivió fragmentos de aquella ocasión, el calor de su cuerpo contra el mío, el sabor de sus labios, y cómo cedí a la tentación de estar cerca de él. El recuerdo desencadenó una oleada de taquicardia y calor por todo mi cuerpo. 

En lugar de retirar su mano, dejé que permaneciera ahí, permitiendo que el calor de su contacto se mezclara con el de mi piel. Nos quedamos en un silencio cómodo, el roce entre nosotros actuando como un vínculo que trascendía las palabras.

Dulce Veneno 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora