Capítulo dieciocho

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El vuelo transcurrió con relativa calma. David parecía haber aceptado su destino y, de alguna manera, seguía cooperando con nosotros. Sin embargo, su angustia seguía latente y, de vez en cuando, intentaba implorar por su libertad.

Finalmente, aterrizamos en una pista privada en Miami, donde nos esperaba un auto. El conductor, un hombre serio y corpulento, nos llevó hasta una clínica clandestina, propiedad de Damián. 

—Por favor, déjenme ir. Yo no quiero seguir los pasos de mi padre. Lo que le pasó a su bebé me duele profundamente, pero yo no tengo la culpa de lo que hizo él. Solo quiero llevar una vida diferente.

Sus palabras eran desesperadas, y sus ojos reflejaban el miedo y la incertidumbre. Sebastián y yo intercambiamos una mirada, pero no cedimos ante sus ruegos.

—Limítate a solo ser obediente, como lo has sido todo este tiempo—le respondí.

Escoltamos a David a una de las habitaciones de la clínica. A medida que lo llevábamos, sus súplicas se volvieron más intensas, pero nuestro compromiso con la venganza nos impedía ceder. 

La habitación estaba rodeada de instrumentos quirúrgicos y una camilla de acero inoxidable se encontraba en el centro, completamente despejada y en espera de que David se acostara, pero se sabía que su cooperación no iba a durar mucho encontrándose con esta vista. Tuve que ponerme en medio del umbral de la puerta para evitar que fuera a salir de la habitación y fue Sebas quien con su fuerza bruta lo llevó a la camilla que lo esperaba, quitándole las esposas y asegurando sus manos y piernas con las correas de fijación. 

—Te habías comportado como todo un buen chico, creí que ya te habías resignado, pero veo que no —solté. 

Mientras David suplicaba a moco tendido, Sebastián acercó la mesa de metal a la camilla, con varios instrumentos organizados meticulosamente. En el lado izquierdo de la mesa, había un aparato bastante extraño, muy parecido a un desfibrilador, aunque no poseía las enormes palas de descargas, sino unos electrodos del tamaño de una aguja de coser en ambos extremos. A pesar de mi curiosidad por todo lo que había a mi alrededor, permanecí en silencio y cercana a la camilla por si Sebas necesitaba de mi asistencia en algún momento dado. 

—Si quieres, espérame afuera. 

El comentario de Sebas me sacó de mis pensamientos. 

—Es muy tarde para pedirme eso, ¿no lo crees? Ni pienses excluirme, no iré a ninguna parte. 

—Solamente quiero evitar que seas testigo de algo desagradable. Ya tuviste suficiente. 

—A estas alturas, ya estoy curada de espanto. 

Subió sus mangas más arriba de los codos, luego, antes de ponerse unos guantes aislados, me pasó su celular. 

—Asegúrate de grabarlo todo —tomó en sus manos un bisturí, acercándolo a la ropa de David.

—¡Aleja eso de mí!

Sebastián estaba ignorando cada uno de los ruegos e insultos que salían de la boca de David. En mis manos aseguraba el celular, grabando todo tal y como mi esposo me pidió. 

—Podría golpearte incontables veces, pero eso no me llenará lo suficiente. 

Con sumo cuidado realizó una incisión en el abdomen de David, aflojando un incesante alarido que me produjo cientos de escalofríos. Me quedé mirando, totalmente inmóvil, incapaz de pronunciar una sola palabra con la cantidad de sangre que comenzó a brotar por cada tejido de su piel que iba siendo desgarrada por el bisturí. Supe que, definitivamente, estaba a punto de sumergirme en una experiencia que jamás olvidaría.

—Aquí dentro, podemos ver cómo funcionan los nervios, cómo están distribuidos, y qué sucede cuando los estimulamos —Sebas hablaba mientras sus manos expertas exploraban el interior de David. 

Con suma precisión, ubicó un nervio y lo tocó ligeramente con una sonda. David, incapaz de soltarse y luchando contra el dolor que se extendía por todo su cuerpo, no dejaba de moverse desesperadamente y gritar con todas sus fuerzas. 

Sebas me explicó cómo cualquier estimulación en un nervio podría traducirse en un dolor agudo y desesperante. Sin duda alguna, estaba claro que el dolor provocado debía ser insoportable, el rostro rojo de David lo confirmaba, junto a las lágrimas que se desbordaban de sus ojos sin cesar. 

Fueron varias incisiones las que creó, con un objetivo en concreto en mente. Tomó esos dos electrodos del tamaño de una aguja y los colocó cerca de un nervio en el brazo de David. Cuando aplicó una pequeña corriente eléctrica, David se estremeció violentamente. De su boca se estaba escurriendo la saliva mezclada con su propia sangre, la misma que había provocado al morderse la lengua y presionar tan fuerte los dientes hasta partirlos. Los pedazos caían sobre su pecho desnudo. Era una demostración sumamente gráfica de cómo se podía causar un extremo dolor con la estimulación eléctrica adecuada. Eran contracciones involuntarias en su mayoría, y eso era precisamente lo que lo volvía más terrible y agonizante para él.

—Cuéntale a tu querido padre cuánto te duele. 

No dejaba de impactarme el conocimiento de Sebas. Sabía demasiado, algo que dejaba en evidencia que no era la primera vez que empleaba estos métodos tan crueles. Esta es la vida que ha llevado y la única que conoce, son métodos que acostumbra a emplear, pero no deja de ser desconcertante cómo puede tener una mente e ideas tan retorcidas, causar tanto dolor y no mostrar ninguna emoción en su rostro. 

Pero lo más que me inquietaba, era la resistencia que yo había creado con el transcurso del tiempo. Tal vez no soy del todo diferente a un monstruo, al no poder sentir siquiera una pizca de lástima por alguien que aparenta ser inocente y una víctima más de las circunstancias. 

En mi mente la imagen que permanecía latente y que ha quedado grabada para siempre en mi cabeza, es la de mi pequeña Daila. Su pequeño y frágil cuerpo ensangrentado y mutilado por un ser despiadado. Eso era lo que realmente me dolía y me quemaba por dentro. No puedo traerla de regreso, pero haré lo que esté en mis manos y me llevaré a quien sea por delante, con tal de vengar su sufrimiento y ese acto tan ruin y atroz que cometieron injustamente con ella, así sea lo último que haga. 

Dulce Veneno 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora