Capítulo veinticinco

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Hera

Habían transcurrido cinco días desde que localicé a Henry, y cada minuto era vital. Me mantenía en las sombras, camuflada como un hombre, con una peluca que ocultaba mi distintivo cabello azul. Observaba cada movimiento de Henry, esperando el momento perfecto para intervenir. Sin embargo, él no permanecía en un lugar por mucho tiempo y estaba rodeado de guardaespaldas. Debía mantener las cosas bajo control; mi objetivo era que siguiera con vida para que mi venganza fuera completa. Si tomaba una decisión precipitada, no podría ejecutar mis planes.

Me desplazaba sigilosa, observando desde la distancia. Henry había aprendido a mantener un perfil bajo, cubriéndose con una gorra y gafas oscuras. Estaba en el lobby de un hotel, reunido con una mujer que reconocí como la hermana de Lorena, su exesposa. Los informes sugerían que Lorena había sido envenenada, y yo sabía que Sebastián tenía algo que ver en su muerte. También estaba detrás de Henry, lo que hacía que mi plan fuera aún más urgente.

Vi cómo Henry y la mujer se daban un beso y comenzaban una larga conversación. No podía acercarme lo suficiente para escuchar lo que decían; los guardaespaldas de Henry estaban bien preparados y distribuidos por el hotel. Reconocí a algunos de ellos, hombres que se hacían pasar por huéspedes. Sabía que debía tener paciencia y esperar.

Sin embargo, mi teléfono vibró con una notificación. Mi auto había detectado movimiento a través de la cámara que había instalado recientemente. Abrí la aplicación y vi a alguien encapuchado asomándose por la ventana del conductor de mi auto. Era evidente que intentaban entrar.

Era de noche y la persona estaba encapuchada, por lo que no podía identificarla de inmediato. Decidí abandonar la vigilancia de Henry y salí del hotel sin llamar la atención. Me mantuve a una distancia segura de mi auto y pude ver a la persona encapuchada claramente. Por la contextura de su cuerpo y vestimenta, supe quién era: la mujer obesa que había tenido un enfrentamiento conmigo, la misma que estaba con aquella niña.

Mi venganza personal tendría que esperar; ahora tenía un problema inmediato que resolver.

Lo más jodido es que esa perra estaba vandalizando mi auto con un bote de spray. No creo en las casualidades, para haberme encontrado con esa mujer por aquí, debe ser porque estuvo siguiéndome, dudo mucho que mi suerte sea tan mala como para encontrarme con esa insolente de nuevo. Pero ¿cómo pudo seguirme y pasar desapercibida ante mis sentidos vigilantes y despiertos?

Tomé de vuelta el celular en mis manos, grabando detenidamente sus fechorías y los dibujos subidos de tono que estaba pintando. Por lo visto, se molestó bastante con el susto del otro día. Parece que no fue suficiente escarmiento.

Mientras la mujer agitaba el bote de spray, me acerqué lentamente por detrás. Con un rápido movimiento, le quité la capucha, revelando su rostro lleno de sorpresa y preocupación. La mujer intentó escapar, pero yo tenía otros planes.

Usando su misma capucha, la inmovilicé y le apliqué una llave, con un brazo presionado en su espalda y el otro aferrado a su cabello.

—Veo que te gustan los penes. Fíjate que lo supe desde el primer instante en que te vi con tu mocosa — sin piedad, restregué su rostro en el bonete de mi auto, justo donde había dibujado ese pene enorme.

La sorpresa y el dolor se reflejaron en sus ojos mientras luchaba por liberarse.

—Te noto hambrienta. Ahí lo tienes, cómetelo, golosa.

Dulce Veneno 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora