•Capítulo 5• •Golpes comúnmente•

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—¡PUAJ! ¡Que asco de comida!— se quejaba mi padre escupiendo la cena que mi mamá había hecho.

—¿Qué no te gustó, amor?— preguntó mi mamá nerviosa al verlo, él solo le aventó la comida a su ropa. Se quejó porque seguía caliente la cena, era una sopa de pollo.

—¡Le falta sal!— gritó parándose de su asiento.—No sirves para el quehacer de la casa, no sirves para lavar ropa, ¡tampoco sabes hacer una mendiga sopa! ¡No sé cómo me casé contigo!

—N-No me digas eso... yo te amo.— decía mi mamá hincándose y abrazando las piernas de mi padre, mi mamá no le importaba perder su dignidad aunque mi papá fuera un cruel con ella.

—¡No seas ridícula!— la empuja. Estaba harto de cómo trataba a mi madre, siempre ella hacía todo por él y solo se quejaba.

—Por lo menos ella si hace cosas en la casa, en cambio otros solo se quejan. Deberías hacerlo tú, pero eres tan holgazán que ni un vaso con agua te puedes servir.— dije con un tono nada amigable, volteó a verme mi padre con mucha furia. Fue tan rápido que sentí su mano sobre mi mejilla, fue una abofeteada fuerte, podría jurar que casi quedaba inconsciente por el golpe. Me hizo marear.

—Maldito escuincle. Soy tu padre y me respetas.— respeto, claro. Cómo si él supiera lo que es esa palabra.

—¡No le hagas nada! ¡No lo volverá hacer!— dijo mi mamá con lágrimas, pero era tarde. Mi papá ya se estaba sacando el cinturón que tenía en su pantalón, agarra a mi mamá y la encierra en una habitación.

No hablaba, ni siquiera hacía algún movimiento para evitar tales golpes que seguramente me daría. Era mejor resignarme y aceptar lo que me toca.

Sentía el inmenso dolor en mi espalda, en mis brazos, en mi trasero... hasta en mi pecho, me cambiaba de posiciones para darme donde más me pudiera doler. Pero él no sabía que donde sea que me pegara con el cinto, me dolía y lastimaba cada parte de mi ser. Mi corazón estaba desgastado y mis fuerzas también. Odiaba esta vida, pero me tocó vivir así.

Finalizaron los golpes, al fin podía respirar con tranquilidad, pero eso no quitaba que sintiera los golpes en todo mi cuerpo, el dolor, lo hinchado y mi cuerpo con un color rojo súper intenso. Con el paso de los días será un color morado, haciendo referencia a los moretones. Me daba vergüenza mostrar esta parte de mi, que me vean así, deberé usar ropa holgada de nuevo, hace tiempo que no me pegaba tanto.

Ya era de mañana, tenía que ir a bañarme para ir a la universidad, no me daban ganas de ir, pero se acercan los exámenes y seguro pueden dar guías para estudiar. Y no me convenía reprobar algún examen o me tocaba más golpes.

Me baño y me pongo el perfume al acabar de bañarme y vestirme, me veía como si estuviera gordo, la ropa holgada hacía notarme así. Pero era mejor esta "apariencia" que vean mis heridas.

Llego a la universidad después de usar el camión, mi papá se había llevado el carro, normalmente no lo usaba pero ahora lo hizo. Al llegar tomé asiento a mi respectivo lugar, pasaban las horas y los maestros que tenía de clase me aburrían, o más bien, me aburría la materia.

Hasta que llegó la última clase, que era biología con la maestra ______, que por alguna extraña razón inmediatamente saqué la libreta y el libro que era de su clase y esperarla para prestarle atención. No hacía aburrida las clases, explicaba muy bien. Pero no soy del típico que pone siempre atención o le interese de algún tema, era más lógico que pusiera atención a la música que es mi favorita, pero después de que hice un escrito de mi próxima canción pensando en la maestra, si me hacía confundirme.

Luego de un rato ella llega y como es lo habitual, toma asistencia y luego empieza a dar la clase. Su voz, era lo primero que prestaba atención de ella, su voz era calmada, explicaba de una manera única, es de esas maestras que aunque tengas 3 horas de clase, puedes estarla viendo y escuchándola y no te aburres. Luego cuando quería hacer una broma o un juego para poner emocionante el tema, se reía y mostraba una sonrisa, vaya que su sonrisa es bonita.

No sé cuánto tiempo me quedé viéndola seguramente como un loco, pero no un loco depravado, si no, un loco embobado viendo a alguien que le atrae por cómo es y por ser bonita. La maestra me estaba llamando.

—Bruno, pasa al pizarrón.— dijo creo que repitiendo lo que decía, muchos soltaban una risa silenciosa, ojalá no me haya dicho muchas veces o si me avergonzaría.

Paso al frente y resuelvo algunas de las preguntas que estaban ahí escritas, estaban fáciles sinceramente, eran cosas de las células y otras cosas de plantas. Vi a la maestra y mostrando ella su sonrisa me hacía entender que había acertado a las preguntas. Pero de la nada quita esa sonrisa que la hacía verse bonita, a una mirada seria, no entendía su cambio.

—Bruno, al final de la clase quiero hablar contigo.— su exigencia me hacía ponerme nervioso, pero no más nervioso al saber que estaré solo con ella.

—De acuerdo, maestra.— dije y me volví a sentar a mi lugar.

La clase transcurrió y al final acabó. Guardaba mis cosas en la mochila esperando a que todos salieran ya que me quedaría con la maestra. Al ver ya vacío el salón me acerco a ella.

—Dígame, maestra.— pregunté.

—¿Qué te pasó cerca de tu cuello?— me preguntó y agaché mi mirada y en efecto, se veía algo de mis golpes que tuve ayer en la noche. Rápido me lo cubrí.

—No es nada, recuerde que yo entreno...

—Ya estoy dudando de que sea el boxeo. Está bien tener golpes, pero no casi todos los días, debes tener protección o algo. Incluso puedo pensar que no siempre te harán hacer pelear, debes tener un entrenamiento adecuado.— dijo mirándome a los ojos e interrumpiendo lo que le iba a decir, trago saliva. Estaba nervioso, no quería decirle a mi maestra que me pegaban, no quería parecer un miedoso frente a ella. Mucho más porque siento que estoy descubriendo porque me pongo nervioso y pienso en ella. Tal vez es porque me está gustando y eso me da miedo.

•La edad no importa• •Bruno Mars Y Tú•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora