•Capítulo 2• •Dolor•

28 1 0
                                    

Veía al chico llamado Bruno, había dicho su nombre y ya no dijo algo más.

—¿Cuántos años tienes y qué haces en tus tiempos libres?— le pregunté para saber más acerca de él.

—Tengo 17 años y en mis tiempos libres suelo tocar un instrumento o canto— dijo y le sonreí.

—Así que te gusta la música, eso es muy bueno— le respondí y él solo mostró una leve sonrisa para luego volver a sentarse en su respectivo asiento.

Los demás alumnos se presentaron y había un poco de todo, risas, seriedad, aplausos, entre otras cosas cuando cada quien se presentaba. Empecé a dar mi clase con un tema para luego después de explicarlo ponerles un ejercicio como prueba de que pusieron atención. Pude percatarme de algo, normalmente cuando ellos hacen el trabajo que les tengo asignado veo a mis alumnos, más que nada para empezar a conocer sus rostros y ver qué no estén haciendo otras cosas que no sea de mi clase.

Vi a Bruno cuando alzó la mirada y se veía su cuello perfectamente, en ella le vi como un moretón, lo único que pensé es que tal vez tenga novia y le hizo un chupetón, o que practica boxeo. La primera opción me resultaba más fácil de pensar. Seguro su pareja y él les gusta hacer esas cosas.

Había terminado mi hora de clase en ese salón, tenía que irme a otro salón para seguir con mi respectivo trabajo.

—Bien, eso es todo por hoy. Mañana seguiremos repasando el tema que se vio ahora, y los que falten de revisar lo quiero para mañana sin falta— terminé de decir y todos dijeron 'Si, maestra' en coro.

Agarro mis cosas del escritorio para luego irme.

(Narra Bruno)

Al fin habían acabado las clases que restaban en el día, estaba exhausto y la verdad no ponía mucha atención que digamos. Lo único que quería era llegar y dormir todo el día.

—¿Y si salimos?— pregunta mi mejor amigo, Phil.

—No puedo ahora, debo estar en casa.

—Vamos, anímate. Siempre estás en tu casa, podemos ir aunque sea al parque o puedes venir a mi casa a cenar. Podemos jugar en la consola o podemos ensayar.

—Yo te digo— le dije y me despedí de él para ir a mi casa.

Después de caminar llego a mi casa, abro la puerta con mis llaves y entro. La casa se veía limpia, y nomás al pisar adentro se sentía el aroma a la exquisita comida que seguro mi mamá preparó.

—Hola, mamá— llegué con ella y le di un beso en la mejilla.

—Hola, Bruno. Siéntate, ya está la comida lista— dijo para luego empezar a servir, pero pude ver qué servía otro plato.

—¿Para quién es ese plato?

—Para tu papá, no sé qué habrá pasado pero saldré temprano— dije y suspiré. Tal vez si debí mejor irme con Phil y solamente avisarle a mi mamá que llegaría tarde.

Me senté para poder empezar a comer, en eso, se abre la puerta de golpe y nomás de verle el rostro a mi padre, se veía que tenía una furia. Eso significaba lo peor.

—¡Maldita sea! Me corrieron— 'oh no'

—¿Po-por qué?— preguntó mi mamá con miedo.

—¿Por qué? ¡¿En serio preguntas por qué?!— se exaltó rápidamente, haciendo que mi mamá y yo nos abrazáramos. Mi papá vino hacia nosotros para quitarme de ella.

—¡Todo es por tu maldita culpa!— agarró a mi mamá del cabello.—¡Me arruinas la vida! Si no me hicieras hacer tantos corajes seguiría en mi trabajo, ¡pero por tu culpa me corrieron!— dijo y la cacheteó tan fuerte que se escuchó el golpe.

Puso su mano en su mejilla donde la había golpeado, yo me enojé mucho, me molestaba tanto que mi papá le pegara a mi mamá y mucho más adelante mío. Agarré fuerzas y lo quité.

—¡Deja a mi mamá!— le grité.—No la vuelvas a tocar, porque si no...

No terminé de decir ya que mi padre me había dado un gran golpe con su puño en mi mejilla, con ese golpe hizo que me cayera y sentir un gran mareo, fue tanto el golpe que no podía ni siquiera argumentar alguna palabra.

—¡Ningún niño estúpido como tú me dirá que debo hacer!— dijo muy enojado, se sacaba el cinto que tenía en su pantalón. Sabía que seguía ahora.

—¡No lo lastimes, por favor! A mi hazme lo que quieras, pero a él no— suplicó mi mamá.

—Bien, entonces va para los dos— nos acomodó en un sofá a los dos, como si tuviera muchas manos nos golpeaba sin remordimiento, lo hacía con todas sus ganas, parecía que nuestros quejidos de dolor lo satisfacían enormemente, así que no paraba de golpearnos.

Después de diez minutos se detuvo, esos diez minutos eran como horas. No saben el dolor que se siente. Mi padre simplemente se fue a su habitación.

Vi a mi madre llorar, aunque yo no quería llorar, no pude evitarlo y también lloré. Estaba harto de esta vida, estaba harto de los golpes. Estaba harto... de vivir.

•La edad no importa• •Bruno Mars Y Tú•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora