Cuando Mon salió de la estación de tren, la vista familiar del centro de Bangkok le dio la bienvenida. Podía admirar los rascacielos al horizonte, mientras que a su alrededor había edificios viejos, rodeados de calles hermosas, vestidas por el pronto otoño. Y, obviamente, la aglomeración de personas a un par de metros, donde la mayoría de los debates se llevaban a cabo en el viejo y hermoso teatro de la ciudad.
Mon se había abierto camino desde lo más bajo del periodismo, llegando a las noticias locales, hasta hablar de política en uno de los mejores noticieros del país. Luego de unos años jugando y presionando a políticos para recibir respuestas, su jefe le dijo que había llegado el momento. Sería quien cubriría los debates de las campañas electorales y encuestas de la capital. Extasiada le quedaba corto para describir cómo se sentía. A paso apresurado, se dirigió hacia el hotel en el cual tenía asignada una habitación para su primer viaje de campaña, decidiendo que este era encantador. Era un edificio demasiado viejo, más como un recinto restaurado. Diversity, fundado en 1812.
Vaya, viejo es un eufemismo.
El joven de la recepción tenía una sonrisa amistosa y el cabello desordenado, no perdiendo el tiempo para ubicarla en su habitación. El segundo piso, en el último cuarto a la izquierda, al final del pasillo. A Mon no le encantaba el ambiente occidental, sin embargo, había algo en aquel lugar que la llamaba. Es cálido, decidió, y su decoración no era sobrecargada. Su habitación tenía buen tamaño, con paredes maderadas que lucían en increíbles condiciones, e incluso un escritorio espacioso. El baño era estrecho, pero no pequeño, y la periodista se sentía agradablemente sorprendida. Joder, buena elección, Kirk.
Sus primeros dos días de trabajo eran una mancha borrosa, una muy frustrante, cabía resaltar. Phum Sirisang y Mhee Mokjok, los dos candidatos que las encuestas señalaban como los únicos oponentes que importaban, estaban llenos de mierda. Uno intentaba llegar a las emociones de las personas, el otro ofrecía orden, y ninguno respondía a las preguntas de manera substancial. Peor aún, la madre de Mon y antigua senadora, le había enviado una abrumadora cantidad de mensajes de texto en el transcurso de tres horas.
Al volver a su habitación, eran las 11 PM, había comido algo antes de subir y ahora se sentía agotada. Estaba exhausta, pero inquieta, el peor estado en el que alguien podía encontrarse cuando debía levantarse en seis horas. Trató de relajarse, de leer algo, pero las noticias diarias solo le inducían mayor estrés y era poco lo que alguien podía tolerar de Twitter. Unas cuantas fotografías subidas de tono aparecieron en su feed, cuerpos semidesnudos que corrían hacia el amanecer, en algún lugar. Sus muslos se presionaron por inercia, una punzada de deseo apareciendo en su vientre bajo. Bueno, quizás podría sacar su frustración de diferente manera.
Apagó la luz, abriendo con ligereza las piernas y deslizando su mano dentro de sus shorts de pijama. Por un largo rato, navegó con desinterés por páginas porno, los dos dedos acariciando su clítoris no lograban que su frustración se transformara en cualquier otra cosa. Para aquel punto, estaba considerando seriamente el montar una almohada, cuando de repente... Oh, sí, ahí.
Dejó caer los párpados, encontrando un ritmo adecuado, la sosegada sensación de placer construyéndose en su interior. Se obligó a no pensar en nada, concentrándose en las yemas de sus dedos y en lo agradable que era su tacto, lo cálido que se sentía. Deseaba algo que la llenara conforme aquella punzada aumentaba, cuando su orgasmo llegó de la nada. Fue corto, pero poderoso, en un parpadeo. Y se había sentido muy, muy bien.
La tensión de su cuerpo finalmente desapareció, dejando salir un gemido suave y contento, sintiendo su mente despejada. Cansada, sacó su mano del interior del pijama, reflexionando sobre cómo hacía un tiempo que eso no se sentía tan bien como ahora.
Había pasado una semana y en su último día del mes en Bangkok, Mon no podía concentrarse. El estúpido artículo que se suponía estaba escribiendo no fluía, las palabras quedándose atascadas en la neblina de su mente. Sabía lo que quería decir, pero no por dónde comenzar. La página en blanco de su computadora parecía reírse de ella. Sus piernas saltaban de arriba hacia abajo, la energía inquieta recorriendo su cuerpo entero, sus pensamientos dirigiéndose hacia el apuesto guardia de seguridad que la había recibido en la conferencia aquella mañana. Alto, lindas manos, ojos curiosos, aunque imponentes.
Así que, se permitió fantasear, sobre alguien sin rostro frente a ella, presionándola contra la silla y tentándola hasta dejarla completamente húmeda. No tenía idea de por qué de repente parecía estar excitada, pero sus caderas se movían buscando fricción en sus pantalones y podía sentir cómo su ropa interior se pegaba a ella. Suspiró, cerrando los ojos, permitiendo que sus manos acariciaran sus pechos sobre su sostén y sus piernas se abrieron, apoyando las rodillas en cada orilla del escritorio. Mon desabrochó su pantalón, bajando el cierre. Necesitaba alivio, pronto.
Casi podía sentir una caricia entre sus pliegues, imaginar cómo la tocaban y la abrían, tan vívido que parecía estar sucediendo. Un toque ligero y cálido en su entrada, uno que deseaba en su interior. Deslizó un dedo dentro, su otra mano, acariciando su clítoris en movimientos rápidos, hasta que gesticuló un chillido sin sonido, sintiendo el roce de su amante imaginario en el interior del muslo. Jadeó al correrse, sorprendida, ya que aquella habitación en verdad parecía sacar lo mejor de ella. Se rio consigo misma, yéndose a lavar las manos y a cambiarse las bragas. Al regresar al escritorio, se sentía más tranquila y concentrada, las palabras surgiendo como una sinfonía conforme tecleaba con rapidez, sin dejar a ningún candidato libre de culpa en sus mentiras.
Detrás de ella, el viento sopló.
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Guíate por el deseo [ +18 ]
General FictionCuando el jefe de Mon le dijo que sería emocionante cubrir las elecciones de la capital, no se esperaba que sería el tipo de emociones que la tendrían gimiendo durante la noche. O... Historia donde la periodista Kornkamon tiene una habitación de hot...