Capítulo 14

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La castaña sería la primera en admitir que tenía un mal control de los impulsos, tampoco tenía el mejor instinto de supervivencia. Sin embargo, tenía la sensación de que Sam estaba exagerando las cosas.

Era normal sentir curiosidad, sobre todo para una reportera, sobre todo para Mon. Especialmente cuando se trataba de cosas que seguía sin entender sobre su fantasma, como su cuchillo. La había visto jugar con él durante meses, girándolo en su mano, lanzándolo aquí y allá, pero sobre todo, moverlo distraídamente.

Así que, pidió mirarlo con detalle, y Sam se lo mostró de cerca. Parecía como un cuchillo de caza, con algunas mellas. La reportera no pensó otra cosa más que Oh, me preguntó si sigue cortando antes de tirar de la mano de su contraria y encajando la propia contra el objeto puntiagudo. Eso respondió su pregunta de inmediato. No, no cortaba, solo se mantuvo ahí, sin interactuar con su piel mortal, como el resto de accesorios de su fantasma. La otra pregunta fue respondida, también, respecto a qué tanto Sam podría enfadarse con ella.

Y la respuesta era: demasiado.

¿¡Estás loca!? — retiró su brazo con brusquedad, revisando al instante la mano de Mon, mirando hacia su cuchillo como si este le quemara. — Mon, ¿¡Qué carajos estás haciendo!?

Nada, solo... Quería ver... ¿Si podía cortar? ¿Supongo? Está bien, estoy bien, claramente no puede hacerme daño.

Sam tenía el ceño fruncido, las manos hechas puño, y la castaña la observó tomar lentas y profundas bocanadas de aire para llenar los pulmones inexistentes, luego negó con la cabeza y se alejó, los pasos silenciosos llevándola hacia la habitación.

Sam, espera, lo siento, ¿Sí?

Por favor, dame un minuto.

Su voz se alejaba con ella y la reportera suspiró, observando su palma sin un solo rasguño. Vale, quizás no fue su idea más inteligente. Nunca había escuchado a su fantasma alzar la voz, ni visto ese ceño fruncido dirigido hacia ella. Había lucido enojada y preocupada, rápidamente revisándola a pesar de estar maldiciendo por lo bajo. Se mordió el labio, sintiendo la culpa llevarse la confusión inicial por la reacción obtenida. Ser impulsiva traía maravillosas y terribles consecuencias a su vida, la había llevado al periodismo, porque quería conocer la verdad y nunca sabía quedarse callada. Había creado una distancia entre su madre y ella, porque ambas eran tan iguales y al mismo tiempo diferentes. Le dio el trabajo que disfrutaba tanto de realizar, cuando aplicó sin nada de la experiencia que buscaban, pero decidiendo que era la persona que necesitaban, y lo era. Le dio esa intensa y fructífera relación con Sam, porque decidió lanzar las precauciones por la ventana y permitir que aquel brillo brumoso y cálido la tocara.

Bueno, en esta ocasión no fue positivo. Esperó unos minutos antes de tocar la puerta de la habitación, mirando hacia el pasillo. La pelinegra no podía cerrar la puerta incluso si lo deseara, así que era justo que Mon respetara los límites que pusiera, a pesar de aquel hecho. Escuchó un suspiro pesado y luego Sam la invitó a pasar, golpeando el espacio a su lado sobre la cama. Mon se sentó, juntando sus manos.

Lo lamento, eso fue muy estúpido, debí preguntarte antes, o haberlo probado en otra cosa, o de una forma menos peligrosa, en lugar de... golpearlo contra mi mano. No lo pensé.

Su fantasma se mantuvo en silencio por un rato, pero deslizó una mano entre las de Mon, acariciando el interior de su palma con el pulgar.

Me disculpo por haber gritado. Tendría que haber contenido mi temperamento y darme cuenta de que no te haría daño, pero... He asesinado con este cuchillo, Mon. Ha sido mi compañero desde que fui lo suficientemente mayor para sostenerlo, he matado animales y hombres con él — divagó, acercando la mano de la castaña hacia sus labios. — Sentí miedo cuando lo tomaste, me niego a lastimarte de cualquier manera posible, incluso inconscientemente. Honestamente, estoy muy aliviada de saber que no puede hacerte daño.

Guíate por el deseo [ +18 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora