Era sólo otra mujer normal, a los ojos de los ignorantes.
Para los demás, era la mujer más conocida de todo el pueblo, y no por las razones correctas.
Pero, para sí mismo era Alexis Davidson, el hombre más hermoso que alguien en su vida vería.
Alguien que soñaba con encontrar el amor.
La gente sabía que no debía molestarlo ni intentar aprovecharse de él. La última persona que se atrevió a hacer eso terminó por desaparecer.
Se maquillaba. Un rojo carmín en sus labios. Un vestido elegante, ajustado y escotado. Un abrigo de piel cubría lo demás. De vez en cuando una calada de su cigarrillo.
“Imposible…un completo idiota” Le decía a su reflejo. “Ni siquiera tuvo la decencia de regresarme ese hermoso cuchillo” Dejó su labial en la mesa y sonrió un poco. “No podía estar tan atorado en su espalda”
Ya estaba completamente listo. Una última calada antes de apagar el cigarro. Trabajaba de noche. Cada turno había alguien nuevo, y, si tenía suerte, alguien dispuesto a pagar más. No le gustaba mucho la palabra “prostitución”. Le gustaba más llamarlo “trabajo sexual”. Sonaba más lindo.
Caminaba solo por las calles frías y húmedas. Hasta llegar a la calidez de un bar. El mismo bote de basura aburrido de siempre. Sonrió al ver a una persona que conocía. No lo había defraudado. Nunca lo hacía.
“¡Melissa!¡Mi amor!”
Una vez estuvo cerca, le dio un beso en la mejilla.
“¡Alexa! Tú cabello está más largo, ¿Qué pasó con el cabello corto? Me gustaba más”
Rodó los ojos.
“No me viste un mes entero y mi cabello crece muy rápido”
Sacó sus cigarrillos. En el proceso pidió una cerveza.
“Mi vida, ¿No tienes fuego?”
Melissa buscó en los bolsillos de su abrigo. Sacó un encendedor dorado. Se lo extendió a Alex.
“Si quieres quédatelo. No lo uso para tantas cosas. Es casi inutil en mis manos”
Alex puso el cigarro en sus labios, lo encendió y sonrió. Guardó el encendedor.
“Gracias, preciosa, por eso te amo”
Melissa no era mucho de usar abrigos. Le gustaba el frío. Sólo los llevaba, en la mano, porque sabía que Alex le iba a pedir su encendedor.
Le entregaron su cerveza. Vio a un hombre castaño llamar a su amiga.
“¿Quién es?”
Lo miraba, hipnotizada.
“Es…alguien que conocí, lo llaman Cellbit”
Alex levantó ambas cejas. Sostuvo con una mano su cigarro y con la otra el vaso. Tomó un poco, dejando una visible marca de sus labios pintados.
“¿Qué esperas? Ve con él”
Asintió. Acomodó su ya perfecto cabello y sus guantes. Se levantó y fue hacia él.
Alex se quedó solo. Con su recientemente adquirido encendedor, su cigarro, su cerveza y sus rellenos de brasier. Su pecho era plano, era cierto. Para muchos podría ser poco atractivo, pero para él era perfecto. Pasaba completamente desapercibido por el día, cuando usaba los trajes que su hermano mayor le había regalado. Se veía bien por la noche, cuando intentaba hacerse pasar por alguien que no era para conseguir algo de dinero y un muy necesario contacto físico. Necesitaba calmar el deseo sexual. Era la manera más fácil que había encontrado.