Capítulo 5: Futuro jardín

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Bad romance- Lady GaGa

Isabella

Al reconocer al hombre me quedé a un lado como la típica vecina chismosa qué está pendiente de la vida ajena. No podía evitarlo cuando Matías se paraba de puntitas para hacerle frente al palitroque de Hansel. Matías era de estatura promedio y desde que lo conozco fue una inseguridad muy grande para él. Vive en un mundo donde la presencia marca la diferencia y para su mala suerte, siempre lo paraban a un lado de uno que era más llamativo que él.

Mirando con paciencia a Matías, noto un detalle que había pasado por alto durante meses. Mi estado de enamoramiento debió ser grande, porque jamás me había dado cuenta de que usaba alzas en los zapatos. Me cubro la boca para ocultar mi risa, el pantalón ajustado de las pantorrillas dejaba completamente a la vista el talón sobresaliente de los zapatos, no se veía para nada natural.

—¿Así que viniste advertirme? —dice Hansel con un semblante serio mirando al techo.

—Sí, no te atrevas a tocarle un solo cabello a Isabella —lo apuntaba con el dedo como si un par de palabras y una amenaza fuera hacerlo cambiar de parecer.

Blanqueé los ojos ante el ridículo que estaba armando, no era quien para venir a advertir a nadie y tampoco tenía dignidad, lo había rechazado tantas veces y aun así parecía no entender que su oportunidad conmigo ya se había terminado. Estaba fuera de mi vida desde hace tiempo y era un tema superado, ya no había forma de hacerme cambiar de opinión.

—No voy a prometer eso —afirma Hansel con una sonrisa burlona—. Es una mujer muy guapa y tú no eres su dueño.

Matías con cada palabra de Hansel, ardía en rabia y apretaba la mandíbula al ver que su advertencia no tenía ninguna validez frente a un mujeriego que rastreaba pantaletas como un sabueso.

—Tú no eres hombre para ella, se merece mucho más que un imbécil que solo quiere meterla a la cama. —Las palabras parecían no surtir efecto en Hansel, que lo miraba de forma aburrida esperando a que se dignara a irse de su casa.

En algún punto Matías hablaba y argumentaba casi como si fuera un debate, y Hansel miraba el techo, el suelo, o cualquier parte que llamara su atención y de esa misma manera terminó por descubrirme. Rápidamente, me oculté de nuevo detrás de la pared con el estómago en la garganta del susto.

—Yo soy un hombre sincero y no oculto mis intensiones como tú Matías. Soy lo que ven, un hombre sin tiempo para el amor y con el tiempo de sobra para el arte de seducir a una mujer.

Escondida detrás de la pared que me separaba de la tormenta de la sala, escuché la varonil voz de Hansel, haciendo que quisiera darle un golpe de nuevo por ser tan mujeriego.

—Yo no obligo a nadie a hacer algo que no quiera, y si ella decide darle un mordisco a la manzana prohibida, no es asunto tuyo. Ahora lárgate de mi casa antes de que suelte a los perros.

Ante la amenaza de Hansel salí de mi escondite, no era tan cruel para dejar que lo persiguieran una manada de perros rabiosos y hambrientos.

—Matías, ¿qué haces aquí? —dije con voz fría y distante.

—Isabella —murmuró con súplica, y con la vista barrió mi cuerpo de arriba, abajo. Malditos hombres que solo piensan con el miembro.

De dos zancadas se acercó para poder hablar conmigo, pero solo logró que la palma de mi mano se estrechara con su cara. Estaba cansada de sus mentiras, sus flores y su atención que ya no era para nada agradable, odiaba que estuviera cerca y que estuviera interviniendo en mi trabajo.

Intenta no enamorarte de mí, florecita EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora