Capítulo 1.

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-Jess, compartir la calle nos mantiene seguras.

Mis tacones no se detuvieron, solo seguí caminando en dirección contraria.

Pero Romina insistió:

-Jess, Szymanski nos...

-Ya cierra la boca -la callé en seco, deteniendo mi paso, pero sin voltear a verla-. Sabes bien que soy su favorita. Tengo un par de libertades. Sigue en lo tuyo y a mí déjame en paz.

No me quedé a esperar su fatídica respuesta (sin embargo escuché algunas palabrotas a mis espaldas), me daba náuseas de solo pensar en el sermón que me daría. Teníamos diecinueve años y ella parecía de más de cincuenta. Resoplé un tanto fastidiada, recorriendo la calle principal con mi mirada en búsqueda del siguiente. No era como si me emocionara, pero sabía que tenía los guardias de Szy encima. Un paso en falso y la tortura sería eterna. Por esto, irme con algún cliente me aseguraba la vida al menos por una noche más.

Estaba tan concentrada en mi escaneo, que cuando apareció aquella figura alta y amenazante di un brinco, pestañeando varias veces antes de enfocar mi mirada en aquel sujeto de pie en la esquina de la avenida. Se veía como el típico idiota drogadicto que espera los patéticos cinco gramos de coca de su dealer. Con tipos como ese me topaba a diario. Qué porquería. Llevaba las manos en sus bolsillos, la mirada en alto y una expresión de mierda. Su cabello estaba trenzado, llevaba una pañoleta en la frente y desde la distancia (un par de metros) logré fijarme en un par de tatuajes en su rostro y también cuello. Resopló lento, dejando escapar vapor de entre sus labios debido a la fría noche en la ciudad.

Pensé en acercarme, puesto que al examinarlo por un rato creí que tenía pinta de algún pandillero adinerado, pero por alguna extraña razón, mis piernas no reaccionaron y permanecí quieta fuera de su alcance, no había logrado verme. Noté la expresión dura en su rostro, en la forma en que su ceño parecía estar fruncido como si estuviera de mal humor, como parecía escanear la calle con la mirada en búsqueda de algo.

El sonido de las ruedas sobre el pavimento y el motor de un auto a mi lado me hicieron despabilar, oyendo como segundos después la ventanilla de la puerta bajaba. Miré de inmediato hacia el interior, topándome con un hombre mayor de cincuenta, de traje fino y aroma delicioso, me sonreía con galantería y me recorrió con la mirada sin verse como un puto viejo verde. Pero vamos, ambos sabíamos por qué estaba allí y lo que pasaba por su asquerosa cabeza canosa.

-Szymanski me dijo que esta noche estabas disponible, pequeña Jess -dijo aquel sujeto sin apagar el motor, volviendo a echarme una mirada poco discreta.

Me paré correctamente y me crucé de brazos, casi podía oír el gatillo a los lejos, sabía que si en algún momento me negaba a obedecer a Szy, sus malditos guardias me reventarían la cabeza.

-¿Ni siquiera un buenas noches? -pregunté al acercarme a la ventanilla, apoyándome en esta para que mis senos se vieran más prominentes y estuvieran más cerca de él. Aquel sujeto agrandó la sonrisa asquerosa de su rostro, tomándose el atrevimiento de acercarse lo suficientemente a mí como para dejar un beso superficial en mi cuello, uno que me hizo erizar por completo. No por nerviosismo, claro que no. Me asqueaba sentirlo así de cerca.

-Las buenas noches te las daré en el mejor hotel de la ciudad. No perdamos más el tiempo y sube al auto, niña.

Se acomodó nuevamente en el asiento, arregló su corbata y posicionó las manos en el volante, esperando a que obedeciera a sus palabras. Otra vez suspiré tratando de darme ánimos mentalmente. Era un hombre relativamente viejo, si tenía suerte, lograría que se corriera en un par de minutos y el resto de la noche podría descansar a salvo. Aclaré mi garganta y comencé a caminar para rodear el auto lujoso, mirando hacia la esquina de más allá; el sujeto de las trenzas me estaba mirando.

Yo y el diablo/ Repulsión [CONTENIDO SENSIBLE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora