Capítulo 2.

84 11 1
                                    

El reloj de mi celular marcaba las doce con quince minutos. Teníamos ordenes específicas: 'manténganse dentro del área, habrá seguridad en cada esquina y si alguna desobedece, deseará estar muerta antes de que la encuentre'.

¿Desde cuando obedecía a las estúpidas órdenes de Szymanski? 

Le di un golpecito a mi cigarrillo para tirar la ceniza, estaba sentada en la orilla de una vereda mientras observaba atenta como uno de esos característicos autos lujosos aparcaba junto a Marina, la cual caminó lento y sensual hacia la ventanilla. Desde la distancia pude apreciar que se trataba de Smith, el viejo canoso de la noche anterior. De solo recordarlo me dieron escalofríos.

Di otra calada a mi cigarrillo y solté el humo hacia arriba, respirando aliviada al darme cuenta de que mi compañera rodeaba el auto para subir de copiloto. Sabía que estaría bien, lamentablemente la mayoría de chicas eran muy obediente. Las que se pasaban de listas, terminaban muertas. No era mi caso, por más cosas horribles que me hicieran debido a mi comportamiento y a las veces infinitas que planeé escaparme, Szymanski no me mataba. Aunque comenzaba a creer que esa era su manera de asesinarme; tenerme muerta en vida sabiendo que no podría escapar de él. No me daría la libertad muriendo, prefería tenerme allí con vida para él. Torturándome hasta el resto de mis días.

Cuando el auto de Smith se fue, me puse de pie y me sacudí el trasero con las manos para quitar el polvo en mi vestido, quedándome inmóvil al percibir más adelante, en la misma zona de la noche anterior, a aquel hombre de trenzas y tatuajes. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo, como esa que tienes antes de que algo malo pasara, ese  presentimiento que te advierte que se aproxima una desgracia. Tragué saliva y di un paso, mis tacones resonaron contra el pavimento a medida que avanzaba, pero ni el sonido de estos distrajo la mirada oscura del chico, quien al igual que la vez anterior, recorría las calles con su mirada casi asesina. Me detuve a una distancia prudente, pero lo suficientemente cerca como para que me oyera hablar. ¿Por qué me acercaba? Ni yo entendía con claridad los motivos, solo quería saber quién era, qué hacía allí, qué buscaba. No podía quedarme con la duda.

—Te me haces conocido —fueron mis primeras palabras, dándome cuenta de que el hombre medía más de metro ochenta. No fue suficiente para intimidarme, me paré correctamente y aclaré mi garganta antes de volver a hablar —. Quizás eres uno de los idiotas amigos de Trenton —me crucé de brazos. Trenton era un idiota que conocía desde hace años, mi dealer, por así decirlo, solo que las drogas no las consumía. Las usaba todo el tiempo con mis clientes para hacerlos durar menos o las vendía a bajo precio para tener algunas monedas solo para mí.

El sujeto siguió mirando hacia la calle, como si mi presencia le hubiera importado lo más mínimo (o menos que eso). Hasta que habló:

—Nunca me has visto, zorra. Te lo aseguro —soltó sin expresión, manteniendo la mirada en alto.

Me quedé en silencio unos segundos. Estaba acostumbrada al trato, la mayoría de idiotas se dirigía a mí de la misma manera, pero su tono de voz profundo me hizo retroceder un paso disimuladamente. Prefería ser precavida que terminar con la nariz rota.

—Y no soy amigo de nadie.

—Te vi ayer, aquí mismo. ¿Qué mierda quieres? —en algunas ocasiones, yo tampoco comprendía esa especie de valentía que brotaba de mi interior, como si creyera que era inmortal, como si pensara que nada ni nadie podía lastimarme más de lo que ya lo habían hecho.

El chico se cruzó de brazos para finalmente dirigirme la mirada, una profunda y casi maligna, como si con solo verlo a los ojos supieras que te habías topado con la persona equivocada. Retrocedí un poco más.

Yo y el diablo/ Repulsión [CONTENIDO SENSIBLE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora