Capítulo 3: Viviendo la nueva vida

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Días después, en el instituto

-¡Shido! ¡Te hice unas galletas!- gritó Tohka mientras entraba al salon.

Shido se encontraba en su asiento, mirando un pequeño artefacto de la AVT cuando ella apareció ante él con una bandeja de galletas. Ella fue a su asiento y le puso la bandeja delante de él con una gran sonrisa. Shido abrió la bandeja para ver unas galletas muy bien hechas que se veían deliciosas.

-Se ven bien, Tohka. Veo que has mejorado mucho.- dijo él con una sonrisa.

Tohka lo miró con una hermosa sonrisa y él vio cómo los chicos lo miraban con ojos asesinos.

“Pudranse.” pensó él con malicia.

-¿Qué pasa, Shido? ¿No vas a comer?- preguntó Tohka mirándolo con curiosidad.

Shido le sonrió y procedió a llevarse una de las galletas a la boca, cuando otra bandeja se puso al lado del de Tohka y una chica de cabello blanco lo miró con ojos fijos.

-¡Origami!- grito Tohka con furia.

La peliblanca la miró sin emociones y luego miró a Shido mientras decía:

-Come mis galletas.-

Esto saco una gota de sudor a Shido y Tohka le gritó con furia:

-¡No te metas de nuevo en esto! ¡Shido se comera mis galletas!-

Shido sólo pudo suspirar. Su rivalidad había regresado cómo él la recordaba y ambas seguían sin soportarse… aun con el hecho de que él les aseguro que estarían todos juntos para siempre.

-Ya, cálmense las dos. Tomaré de las dos y no habrá ningún problema.- dijo él tomando una galleta de cada bandeja.

Procedió a comérselas a la misma vez y ambas se miraron con furia.

-¡Mi galleta fue comida más rápido!- dijo Tohka con victoria.

-La mía fue comida 0.02 segundos más rápido.- dijo Origami con calma.

Shido sólo disfrutaba de las galletas mientras veía su pelea con mucha calma.

Rato después

Shido se encontraba en camino a su casa, cuando notó que la lluvia caía. Entrecerró los ojos recordando la causa de la lluvia y fue a cierto lugar con rapidez. Al girar a la derecha en un cruce, vio lo que estaba buscando: una niña de cabello azul, con una vestimenta que simulaba un conejo y… en su mano, una marioneta de conejo.




La niña saltaba por los charcos con tranquilidad hasta que en un momento determinado, perdió el equilibrio y cayó al agua. Shido sólo pudo sonreír por ella y vio cómo la marioneta había caído en una esquina. Fue a ella para recogerla y se acercó a la niña para ofrecer diciendo:

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