Los buenos modales

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El piar de los pájaros ambienta un paisaje de viñas a trescientos metros de altitud en pleno corazón del río Miño. Se acerca el mediodía de un florido mayo de 1907 en Ourense. En la cima, un pazo desde el que se ve el río.

Ángela tararea mientras tiende la colada de sábanas blancas en un tendal. Le gritan desde lejos.

MARTIÑO
Anxela!
Anxela, que estás a facer aquí!?

ÁNGELA
Tendendo, pai.

MARTIÑO
A tua nai está a buscarte, muller.
Apura!

Martiño se aleja.

Martiño es el padre de Ángela, es un hombre de casi sesenta años, de estatura media, más bien baja por los achaques de una vida rural dedicada a la vendimia. Es de piel morena, no tiene pelo, aunque en su rostro se dibuja una grisácea barba que rasura cada mañana, haciéndose pequeños cortes con la navaja por afeitarse con los primeros rayos del sol. Se ayuda de un viejo bastón que está más torcido que él. A pesar de la altura de las viñas, cada día las baja y las sube hasta en más de diez ocasiones.

Ángela termina de tender la ropa, agarra el cesto de mimbre y se dirige a la casa, un pazo antiguo y señorial característico de Galicia. Entra por la parte trasera de la cocina.

ANTÍA
Onde estabas, filla?

ÁNGELA
Axudando a Mariña.

ANTÍA
É o seu traballo.

Antía es la madre de Ángela, tiene cuarenta y cinco años, su piel es blanca como la nieve y suave como la porcelana, su pelo, recogido en un moño, se está volviendo cano aunque de joven era rubia. La inglesa la llamaban, decían que su padre era un soldado británico que desembarcó en Vigo durante una misión, y que mantuvo una fugaz relación con su madre cuando ésta faenaba en las Rías Baixas. Antía lleva un vestido con cuello de cisne que le llega hasta los pies, es negro, pues hace varios meses falleció su madre y le guarda el luto.

ÁNGELA
¿Ahora no puedo ayudar a nadie?

ANTÍA
Debes comportarte como una señorita, Ángela. Como lo que eres.

ÁNGELA
La fortuna del abuelo le está nublando el entendimiento.

La madre de Antía falleció en enero, ya de vieja. Tras el idilio con el inglés, quedó embarazada de Antía, y, puesto que estaba mal visto que una jovencita quedase en cinta sin pasar por la vicaría y mucho menos que fuese madre soltera, sus padres le buscaron un matrimonio concertado con el único hijo de uno de los grandes terratenientes de Ourense. A todas luces un varón enfermizo, débil y malcriado que jamás llegó a engendrar ningún hijo propio con ella. Antía fue criada como si fuese hija biológica de ambos, con toda clase de lujos y una férrea educación en su niñez. Lo del soldado británico quedó en simples habladurías, pese a lo evidente del color rubio y ojos azules de Antía.

Con la abuela fallecida, habían conseguido heredar la finca de San Cibrao tras mucho discutir con el cura del pueblo que quería quedárselo por las deudas que supuestamente aún había pendientes, aunque no era cierto. Los abuelos de Antía contaban con extensos territorios, pero éstos habían sido malvendidos por culpa de la mala gestión y las inconmensurables donaciones a la iglesia para salvar sus almas. El padrastro de Antía murió siendo bastante joven, y ésta tuvo que marcharse con su madre a faenar en otros viñedos durante su juventud para sobrevivir, ahí es donde conoció a Martiño.

Aires del surDonde viven las historias. Descúbrelo ahora