Dos semanas luego de enterarse sobre la muerte de Samantha, Abril renunció a su trabajo. Se despidió de sus compañeros y de sus jefes. Pese a que todos trataron de convercerla para que no renuncie, no pudieron hacerla cambiar de opinión. No podía seguir trabajando en ese lugar. Viviendo con la estúpida e infantil esperanza de que Samantha llegara en cualquier momento y cruzara esa puerta, como si nada hubiera pasado. Simplemente no podía soportarlo.
Se dedicó a sus estudios. Tratando de mantener su cabeza ocupada. A los pocos meses, se fue a vivir a otra ciudad.
Abril nunca volvió a escuchar su canción favorita. Quería mantenerla en su memoria, siendo cantada por ella y Samantha, juntas, tanto como le fuera posible.
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Eran comienzos de verano. Temperaturas altas, aves cantando y revoloteando, césped más que verde. Amanda se encontraba aseando la casa aquella tarde.
Terminó de limpiar completamente el living y subió las escaleras. Iba a dirigirse hacia su habitación. Pero se detuvo antes en una puerta de color blanca.
Seis largos meses habían pasado desde la muerte de Samantha. Tal vez no era la chica más habladora. Pero la casa se sentía extremadamente sola sin ella. Después de todo, ella siempre estaba allí. Verónica seguía en el extranjero. Había venido para su funeral y había vuelto a marcharse, y Martín viajaba por trabajo constantemente. La casa estaba muy solitaria y eso no ayudaba en la depresión de Amanda. No había vuelto a ingresar en la habitación de su hija desde su fallecimiento, no quería acrecentar el dolor. Pero debía ser valiente. Tendría que hacerlo tarde o temprano. Cuánto más tiempo dejara pasar, más difícil se tomaría todo. Dirigió su mano lentamente hacia la perilla de la puerta y la giró. Se adentró en la habitación con todas las cosas de limpieza. Se mantenía ordenada, tal y como Samantha la había dejado. Permanecía cerrada, pero la falta de aseo había hecho que se acumulara una fina, no tan fina, capa de polvo en las cosas. A Amanda se le formó un nudo en la garganta. Todos y cada uno de los objetos de Samantha le provocaban un dolor inmenso. Pasó un trapo por encima de su radio grabador, quitando el exceso de polvo y encendió la radio. Tal vez algo de música le ayudaría un poco a sobrellevar la soledad mientras limpiaba. Comenzó repasando todos los muebles, los adornos, todo lo que estuviera sucio. Trajo una gran caja de cartón al lugar, abrió en el armario y comenzó a depositar parte de la ropa de Samantha dentro. Ya nadie la usaría, así que donarla a la caridad era la mejor opción. Luego de llevar la caja con las prendas dentro a la entrada de la casa, buscó una escoba y comenzó a barrer la habitación. Comenzó por una de las esquinas y arrastrando todo hacia la puerta de daba al pasillos pero cuando barrió bajo la cama, la escoba topó con algo. Frunció el ceño y se agachó para ver de qué se trataba. Era una caja. La tomó entre sus manos y sopló el polvo que tenía encima. Se sentó en el piso con la caja en su regazo. Al abrirla se llevó una gran sorpresa.
-Oh Samy... -murmuró con dolor.
Eran CD's.
Los reconocía fácilmente. Estaban todos perfectamente envueltos en papel azul. Intactos. Jamás habían sido abiertos. Comprendió al instante que se trataba de sus excusas para ir al centro comercial cada semana. Cada envoltorio tenía la fecha escrita a mano en la esquina superior izquierda. Amanda suspiró y abrió el paquete con la fecha más antigua. Sonrió divertida al encontrarse con un CD de música jazz. Samantha odiaba el jazz. Prosiguió desenvolviendo el segundo con la fecha más antigua. Negó con su cabeza, mordiendo su labio. Se trataba de un disco de Pink Floyd, uno que ella ya tenía. Al desenvolver el tercero algo llamó su atención. Un pequeño trozo de papel había caído al piso al abrir el paquete. Amanda lo tomó en su mano y lo leyó. Frunció el ceño. La inscripción estaba hecha a mano y sin ningún cuidado. Cómo si la hubieran escrito deprisa.
-No... -murmuró asustada.
Tomó rápidamente el siguiente CD en sus manos, que habían comenzado a temblar de sobremanera, y desgarró el papel azulado a causa de los nervios. Otro pequeño trozo de papel cayó de éste. Era un papel diferente al anterior, pero la letra era la misma.
-No puede ser... -jadeó entrando en un estado de desesperación.
Siguió abriendo cada uno de los paquetes en orden cronológico. Todos contenían un pequeño papel dentro. Todos habían sido escritos por la misma persona.
-No... -sus ojos se habían cristalizado mientras descubría más y más notas- Abril... Samantha... -sollozaba.
Llegó hasta el último. La fecha era de una semana antes del accidente.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, rompió el envoltorio. Leyendo así, el último trozo de papel.
Cajas, CD's, papel de envolver hecho añicos, y pequeños trozos de papel escrito yacían en el suelo alrededor de Amanda quien lloraba desconsoladamente, abrazándose a sí misma.
05/11/1994
"Me gusta tu nombre."
12/11/1994
"Me agradas mucho, Samy."
19/11/1994
"Para ser honesta, a veces creo que escoges tus discos al azar."
26/11/1994
"Hoy es un buen día, aprendí más cosas sobre ti."
03/11/1994
"Si quieres usar ese beanie cada sábado, no me opongo."
10/12/1994
"Adivina quién estaba triste hoy porque pensó que no irías a verla esta tarde."
17/12/1994
"Eres muy linda."
24/12/1994
"Gracias por pasar mi cumpleaños conmigo. Te quiero."
31/12/1994
"No sabes cuánto me alegro de haberte conocido."
07/01/1995
"Me gustas Samantha ¿Saldrías conmigo?"
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La chica de los CD's | Rivari
Fiksi PenggemarSamantha es amante de la música, aunque sufre de una enfermedad que le dificulta socializar por lo que es bastante tímida y reservada. Hasta que un día conoce a Abril, una linda y encantadora chica de ojos chocolates que trabaja en su tienda favorit...