08. El profesor de pociones

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—Allí, mira

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—Allí, mira.

—¿Dónde?

—Al lado de la chico con pelo rizado y castaño.

—¿La pelirroja?

—¿Has visto su cara?

—¿Has visto su cicatriz?

Los murmullos siguieron a Lake desde el momento en que, al día siguiente, salió del dormitorio.

Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarlo, o se daban la vuelta en los pasillos, observándolo con atención.

Lake deseaba que no lo hicieran, porque intentaba concentrarse para encontrar el camino de su clase.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas.

Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar.

Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas.

También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente.

Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y Lake estaba segura de que las armaduras podían andar.

Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir.

Nick Casi Decapitado siempre se sentía contento de señalar el camino indicado a los nuevos Gryffindors, pero Peeves el poltergeist se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase.

También les tiraba papeleras a la cabeza, corría las alfombras debajo de los pies del que pasaba, les tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, cogía la nariz de alguno y gritaba: ¡TENGO TU NARIZ!

Pero aún peor que Peeves, si eso era posible, era el celador, Argus Filch.

Y después, cuando por fin habían encontrado las aulas, estaban las clases. Había mucho más que magia, como Lake descubrió muy pronto, mucho más que agitar la varita y decir unas palabras graciosas.

Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas.

Tres veces por semana iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debían utilizarlas.

LAKE POTTER - Harry Potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora