Parte II

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Dona nobis pacem

e dona eis requieminter oves locum

Estar en el infierno es como estar muerto y vivo a la vez, el que no sintiera hambre y cansancio de una manera "normal" era de cierta manera, increíble, puesto que podía llevar a su cuerpo al límite de un modo que nunca pudo cuando estaba en casa. Si no fuese porque después de un tiempo su cuerpo cedía a sus necesidades, pensaría realmente que estaba muerto o que se había convertido en algún tipo de super humano. Había pasado dos o tres días ( o eso calculó) desde que salió de aquella metrópolis, corriendo sin parar y sin rumbo en especifico a través del infernal desierto.

 Hace unas horas había llegado a lo que parecía un extraño bosque. Donde nuevamente su instinto le gritaba que no entrara en aquel extraño lugar, pero no tenía opción, era eso o el interminable desierto que se encontraba a sus espaldas. Además, no era como si el desierto fuese el lugar más seguro de todos, pensándolo bien, era más fácil esconderse entre los árboles que entre las dunas de arena, y por si fuese poco, ya estaba cansado de los soles abrazadores quemando su cabeza todo el tiempo. Al menos la copa del los árboles le daría sombra suficiente para refrescarse un poco. Así que, sin más opción se adentró en aquel horrible lugar.

Estuvo caminando por unos minutos, donde estaba alerta a cualquier peligro, sin embargo no había nada que pudiera estar cerca de él. Para ser sincero, apenas podía detectar algo o nada dentro de la flora de ahí. Jongho cree que después de haber pasado un tiempo en el infierno, ya no debería sorprenderle lo que encontraba ahí, pero estaba muy equivocado. Aquel sitio era algo que no concebía del todo.

 Nunca había visto árboles tan grandes como los que ahí habitaban, con sus ramas y hojas tan negras como la noche. Sus copas tan altas que no podías ver el final. Además de eso, las tonalidades de rojo del lugar eran tan intenso que lastimaba de lo brilloso que era. Pensaba que la luna de sangre era el único fenómeno que podía pintar de carmín el cielo, pero en aquel lugar no le tenía que envidiar a la luna sangrienta. Incluso el pasto era en tonalidades rojizas. Pero eso no era todo, Jongho se dio cuenta que mientras más caminaba se encontraba con una extraña niebla, que en un principio no le dio mucha importancia, pero conforme avanzaba, esta se hacia cada vez más espesa, imposibilitándole ver hacía dónde se dirigía o por dónde pisaba. Realmente todo el lugar le daba muy mala espina, así que lo reconsideró, pensando que el desierto era mejor lugar que aquel escalofriante lugar, por lo que volvió sobre sus pasos dispuesto a continuar por el desierto infernal, que por el bosque de mala muerte. Sin embargo por más que caminaba, no volvió a ver las dunas de arena. Confundido giró su cabeza para ver si las podía divisar, pero lo único que encontró fue más y más árboles. Era extraño, no había caminado lo suficiente para perderse, es más, estaba seguro que solo se había adentrado por unos pocos metros. No tenía sentido, pero decidió seguir caminando, esperando encontrar un sendero, pero no fue así. Estuvo andando por unas horas o minutos, no lo sabe realmente, pero empezó a desesperarse, ya que sentía que andaba en círculos, puesto que por más que caminaba nunca parecía que llegara a un lugar diferente, todo era igual. Tenía la sensación de haber visto ese árbol caído desde hace rato y realmente esa maldita niebla no estaba mejorando nada. Se detuvo después volver a ver por décima vez el árbol caído, suspirando frustrando. Realmente la había cagado, estaba perdido en un bosque sin saber cómo salir. Resignado, decidió calmarse un poco, nada lograba si se alteraba, tenía que pensar las cosas con la mente fría.

Encontró una roca lo bastante ancha para que pudiese sentarse, por lo cual, eso hizo, y pensó sus opciones

Primero, estaba perdido en un bosque extraño, que pareciese que se lo había tragado, porque por más que caminaba, más se adentraba en él

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2023 ⏰

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Salva NosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora