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Roier despertó agitado, con el corazón latiendo tan fuerte en su pecho y un dolor instalándose al respirar que lo hizo jadear aterrorizado causando que se sentara en el colchón, intentando calmarse lo suficiente hasta que dejó de escuchar un bip constante en sus oídos,  llevó ambas manos a su cuello sintiendo como algo lo tenía sujetado de ahí.

Su subconsciente le estaba jugando una mala pasada mandándole a recordar todo aquello que pensaba estaría enterrado en lo más profundo de su mente y que luchaba por dejar atrás pero que constantemente regresaba en pesadillas que lo hacían despertarse llorando entre las madrugadas, tan silencioso como su ya roto corazón le permitía.

Talló su rostro y se dedicó a mirar las sábanas perdido en sus pensamientos, sin embargo al estirar su brazo notó que su bebé no estaba acostado y preocupado se dispuso a hacer lo que cualquier padre responsable haría: buscar al cachorro.

Soltó un gran bostezo levantándose descalzo de la cama, caminando perezoso a la puerta que daba directo a la sala que ahí, la televisión encendida y viendo las caricaturas estaba la luz de sus ojos con su manta de cabello oscuro apenas viéndose por el respaldo del sillón.

–Bobby, mi amor, ¿Qué estás haciendo?–. Dijo apenas se aproximó al sofá. El niño volteó a verlo, alzando una manita mientras en la otra sostenía una caja de leche con chocolate de dónde estaba tomando

–Hola appá– saludó después de beber, el adulto rió bajito. – es que estabas muy rormiro y no quise respertarte– dijo antes de tomar una galleta del paquetito que estaba en su regazo.

Y Roier quiso llorar. Su pequeño hijo de estaba volviendo independiente a pesar de su edad, eso lo llenaba de orgullo pero también le preocupaba que no estuviera viviendo su infancia como debería.

–A la próxima puedes despertarme, ¿Sí?– y el chiquillo asintió, regresando si atención a la tele que ahora veía bien estaban pasando Bluey.

Decidió sentarse a su lado para atraerlo a sus piernas y hacer que se recostara en su pecho.

Nuevamente empezó a pensar en tantas cosas que le carcomían la mente pero la pequeña mano de su hijo dándole palmaditas en el pecho lo sacó de ese rincón oscuro trayendolo de vuelta a la realidad. Se quedó unos minutos disfrutando del momento con su cachorrito pero recordó qué día era.

La junta mensual para padres.

–Vamos bebé, hoy iré contigo a la guardería.– Habló poniéndose de pié con el niño en brazos.

Estaba seguro que sería un día muy entretenido.

That's my baby |Spiderbear|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora