"Él salto y dio vueltas gritando que me amaba."
Dijo ocho meses más tarde con los ojos cristalizados; en brazos de Suna Rintaro. Quien estaba al tanto de toda la lenta y torturadora destrucción del corazón de su amigo. pronto las gotas de lluvia eran tan intensas como las saladas gotas de tristeza de Kita.
Rintaro paso sus manos por el cabello del peliplata, estaba sin lavar hace varios días y la piel al rededor de sus ojos estaba tan roja que hasta el castaño podía sentir ese dolor al mirarlo. Pero aún así no se habían secado todavía.
Enternecido por como se aferraba a su regazo, como un niño pequeño, tan solo pensaba dos cosas. Primero: Ese no es Kita. ¿Que has hecho atsumu? Y que; los hermanos miya son así, rompen el corazón de quienes los aman y juegan con los sentimientos más sinceros. los suyos hace unos meses y ahora los de Shinsuke. de hecho el peliplata lo había consolado en aquella ocasión junto con Aran.
Suna recuerda pocos detalles de la relación de Shinsuke pues al principio se había puesto muy feliz por él, pero después al observar mejor la cancha se dio cuenta de que tal vez, Kita no era el único.
❣
Era un día cualquiera hace ocho meses, el sol estaba tan contento como la recién nombrada pareja del equipo. Atsumu agarraba la mano de Shinsuke mientras este trataba de no avergonzarse delante a muchas personas. Algo imposible si no fuera que el Rubio le sonríe de oreja a oreja eso no puede disimularlo. Ama esa sonrisa suya.
Recuerda aquel día como uno de los mejores de su vida, aún cuando esta agarrando los trozos restantes de su corazón en las manos. Recuerda especialmente la primera vez de muchas que tocó los dulces y adictivos labios de atsumu. La rueda de la fortuna estaba en lo más alto y mientras Shinsuke estaba muy tranquilo mirando el paisaje atsumu trataba de disimular que temblaba de miedo por el movimiento irregular de los espacios.
— pensé que sería yo el que estuviera asustado como un gato.
Habló por fin con una ligera sonrisa burlona ganándose un titubeo del Rubio.
— ¿sabes? Si me dieras un beso me olvidaría que estamos a casi cincuenta metros de altura en una cosa que se mueve más que el balón de voleibol en un partido.
Sonrió con ganas y desvío la mirada a la hermosa vista del cielo, no tenía ningún color especial, tan solo estaba despejado. No pudo excusarse en las nubes de algodón pues fue atacado. Algo más suave se poso sobre sus labios. Su corazón latió; sus manos se humedecieron y entonces lo supo.
Había caído completamente por atsumu miya.