El principio del final.

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Vaya que era feliz. Sus ojos eran prueba irrefutable de ello y esos labios, esos labios suyos se curvaban en una sonrisa tan amplia que sus mejillas dolían. De vez en cuando cuando miraba por su ventana y encontraba a la Luna asomándose sonreía inconscientemente recordando esa bella, bellísima sonrisa.

¿Que podía decir el peliplata en su defensa? El amor había tocado su puerta hace siete meses y desafortunadamente Kita estaba en casa aquel día.

Sus ojos brillaron, esa y muchas otras veces a su lado, tantas que no podía contarlas. Aunque hiciera un esfuerzo sobrehumano en tratar de recordar, simplemente no podía y así como era imposible que pudiera recordar todas aquellas veces, olvidar también parecía ser así.

Han pasado siete meses en los que su corazón ha sido arrebatado de su pecho; acariciado, cuidado, abrazado, consentido, besado y lentamente estrujado por las manos que un dia prometieron ponerlo en una cajita que contenga un aviso en letras gigantes de "objeto frágil". Sin embargo y para su maldita suerte, tal cual un servicio de mensajería su paquete ha sido muy mal entregado. Esta roto, tan roto que no puede creer que alguna vez estaba intacto. Los pedazos rotos se desprenden y viajan por su cuerpo.

Duele.

Duele demasiado como para no llorar pero sus ojos están secos, como el desierto. Sus manos, sin embargo están sudorosas y con un leve titubeo, mira al suelo mientras sus sentidos se desconectan de su control.

Esta soñando.

Eso es lo que quiere, pero no siempre es lo que se obtiene. Que duró golpe de realidad. Treinta de septiembre del mismo año en que decidió entrar en el terreno pantanoso del loco sentimiento rosado. Del mismo año en el que, las letras grabadas en su piel, mente y corazón han traicionado su confianza y su estúpida ilusión adolescente.



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