CAPÍTULO 23 : CREACIONES DE LA MANO HUMANA DESATADAS

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Durante miles y miles de años, en este vasto e infinito mundo, existe un asombroso universo por descubrir y conocer. En los albores de la creación de la vida, surgió un ser encargado de establecer el orden en este vasto cosmos. Con maestría y dedicación, este ser dio origen a los diversos mundos y espacios que conformarían su magnífica y elaborada obra. Sin embargo, sabiendo que su tarea era monumental, decidió crear seres divinos que compartieran parte de su labor.

Entre las creaciones más primigenias se encontraban los primeros dioses, aquellos seres investidos con poderes y responsabilidades únicas. El Dios de la Vida, cuya esencia vital fluía por todos los rincones del universo, otorgando fuerza y vitalidad a toda forma de vida. El Dios de la Muerte, quien regía el destino final de todas las criaturas, guiándolas en su transición hacia el más allá. Y finalmente, el Dios de la Destrucción Kronuss, aquel encargado de equilibrar las creaciones y asegurar que ningún poder se tornara excesivo o desequilibrado.

Estos primeros dioses, portadores de inmenso poder y sabiduría, eran los pilares fundamentales del orden y la estabilidad en el cosmos. Con su labor conjunta, aseguraban el flujo y el equilibrio vital de todas las existencias en este vasto universo. Sus designios y acciones modelaron el destino de innumerables seres a lo largo de los tiempos, convirtiéndolos en figuras veneradas y temidas por todos.

Sin embargo, el equilibrio y el orden se vieron amenazados por la ausencia de destrucción en la creación misma. El propio existir de esos seres estaba destinado a consumir la creación de aquel ser divino.

Una de las representaciones más arraigadas en el imaginario de los seres vivos, especialmente los humanos, es la paloma blanca. Esta ave simboliza la presencia del espíritu divino y encarna los valores de paz y libertad. En contraste, su contraparte, la paloma de plumaje negro y ojos rojos como la sangre, representa la carencia de esa libertad y la ausencia de paz. Ambas existen en una coexistencia tumultuosa, reflejando los primeros designios de aquel ser divino.

Estas representaciones divinas se manifiestan esporádicamente ante los seres humanos o cualquier otra criatura con una conciencia similar a la humana. Después de todo, todas las razas que habitan este mundo son seres vivos dotados de igual valor y esencia.

A medida que el tiempo avanza y los conflictos se intensifican, estas figuras divinas se vuelven más esquivas y misteriosas. Solo aquellos con la sensibilidad y la conexión espiritual adecuadas pueden percibir sus apariciones, y a menudo sus encuentros con estas aves sagradas desatan eventos de trascendental importancia en la historia de este vasto y enigmático mundo.

En la coexistencia de la paloma blanca y la paloma negra, se halla un recordatorio constante de la lucha entre la luz y la oscuridad, la paz y el caos, la libertad y la opresión. A través de sus simbolismos, los seres vivos comprenden que solo mediante el equilibrio y la aceptación de estas dualidades inherentes pueden alcanzar la armonía y encontrar su propio camino en la creación de aquel ser divino.

Mientras tanto, en la mazmorra de Driveliom, se desencadenó otro gran evento que resultó ser un obstáculo para el equipo de aventureros en su búsqueda. El repentino encuentro con el Devorador de Rocas los obligó a separarse, y el grupo fue reduciendo su número gradualmente debido a esta peligrosa criatura.

Limia, junto a Lindsey, Yamato y Minase, fueron arrastrados hacia un abismo por el poderoso embate del Devorador de Rocas mientras intentaban escapar. En la oscuridad más profunda, cayeron sin cesar, adentrándose en el siguiente nivel, el piso 19 de la mazmorra.

—¡Limia!... ¡Limia, despierta! —una voz suave llamó a Limia, instándola a despertar.

Limia abrió lentamente los ojos y se encontró con la cálida luz de una antorcha improvisada. Luego, volvió la mirada hacia su lado izquierdo y vio la cara de preocupación y lágrimas de Lindsey, quien, al verla despierta, comenzó a llorar de felicidad.

—Qué bueno... que estés bien, Limia —dijo Lindsey entre sollozos, dejando caer sus lágrimas sobre el rostro de Limia.

—Lindsey... ¿Dónde estamos? ¿Minase y Yamato están bien? —preguntó Limia con preocupación, intentando ponerse de pie.

De repente, se escucharon pasos frente a ellas. Eran Yamato y Minase. Al parecer, Yamato había buscado a Minase después de que esta quedara atrapada bajo unas rocas debido a la fuerte caída. Sin embargo, la pierna de Minase estaba lesionada. Era un verdadero milagro que todavía estuvieran vivos después de lo ocurrido.
—Nosotros también estamos bien, afortunadamente —comentó Yamato mientras ayudaba a Minase a mantenerse en pie.

Una vez que todos estuvieron reunidos, decidieron descansar por el momento. Yamato utilizó la antorcha improvisada para hacer una fogata con los restos de tela de su ropa. Limia utilizó su magia de sanación para atender las heridas de Minase.

—Con eso debería ser suficiente. Tenemos suerte de no haber caído en un lugar lleno de monstruos —dijo Yamato, terminando de encender la fogata y luego sentándose exhausto en el suelo.

—¿Crees que los demás estén bien? Nos hemos separado del resto, así que prácticamente estamos solos... —preguntó Lindsey con cierta preocupación.

Yamato suspiró profundamente. Aunque era cierto que se habían separado del resto, tenían suerte de haber sobrevivido a la caída.

—No te preocupes por ellos, ahora debemos encontrar la manera de reunirnos con el maestro Art y el señor Deo —dijo Yamato, intentando tranquilizar a Lindsey.

Aunque Yamato mencionó la importancia de reunirse con el maestro Art, no estaba seguro de dónde comenzar la búsqueda ni de dónde podrían estar, lo cual le causó frustración. El repentino ataque del monstruo apodado Devorador de Rocas le hizo recordar la aparición previa del no-muerto con la armadura anti-magia.

Mientras tanto, Limia se encargó de las heridas de Minase, aunque debía tener cuidado, ya que no estaba segura de si su pierna podría curarse por completo. Esto hizo que Limia se disculpara, diciendo:

—E-Es todo lo que puedo hacer por ahora. Perdón por no lograr curarlo por completo —dijo Limia, con la cabeza gacha.

—No te preocupes, hiciste todo lo que pudiste. Te agradezco, Limia —respondió Minase con una leve sonrisa, agradeciendo el fuerte esfuerzo de Limia.

En este momento, el grupo debía recuperar la compostura, ya que se encontraban en una zona peligrosa. Debían estar alerta ante cualquier amenaza, ya que los monstruos podrían atacar en cualquier momento y desde cualquier dirección. En este momento, se encontraban solos contra esas bestias hostiles.

El estado del grupo era preocupante, ya que solo había un miembro herido por la caída. Debían reorganizarse para poder sobrevivir hasta encontrarse con el resto del equipo de búsqueda.

—Muy bien, este es el plan. Nosotros debemos seguir adelante; yo me encargaré de avanzar al frente usando mi magia de elemento tierra. Lindsey, tú cuidarás de Limia y Minase. Sigamos así hasta encontrar al resto del equipo de búsqueda —respondió Yamato, ideando un ingenioso plan.

—Me parece bien, pero ¿estarás bien enfrentando a los monstruos solo en el frente? Puedo apoyarte a distancia, pero el resto... —dijo Lindsey, preocupada por la carga que Yamato llevaría.

—No te preocupes, me he preparado adecuadamente después de lo sucedido con Akross. No cometeré ningún error —respondió Yamato con determinación reflejada a través de sus anteojos.

Aunque Lindsey dudaba y no estaba convencida de dejarle esa responsabilidad a Yamato, Minase intervino en la conversación.

—E-Estoy de acuerdo, Yamato podrá hacerlo —afirmó Minase, asegurando que Yamato tenía la capacidad para enfrentar la situación solo.

—B-Bueno, aunque me preocupa un poco, tengo fe en que podrás lograrlo, Yamato —dijo Limia, también apoyando la idea.

Lindsey no tuvo más remedio que aceptar, ya que incluso Limia respaldaba la idea. Aunque aún tenía preocupación, se aseguraría de proteger a Minase y Limia.

—Que más da, supongo que está bien... —respondió Lindsey, suspirando.

—Gracias chicas, confíen en mí. Haré lo mejor que pueda —comentó Yamato, agradeciéndoles a sus compañeras y bajando la cabeza en forma de reverencia.

Así, el grupo liderado por Yamato comenzó su camino entre los oscuros y siniestros peligros que podrían encontrar. Yamato estaba más motivado y seguro de sí mismo que nunca. Había entrenado duramente desde que regresaron, dedicando sudor y esfuerzo para mejorar sus habilidades con la magia. Cada minuto lo utilizó para reunir información, conocimientos y poder.

En la academia, pasó horas de descanso entrenando e incluso en altas horas de la noche se encontraba en la biblioteca leyendo libros para perfeccionar su magia. Llegó a crear hechizos y cánticos desde cero, aunque no siempre le salieron bien, nunca se rindió e insistió una y otra vez hasta lograrlo.

Minase fue testigo de todo ello y quedó impresionada por la gran determinación que Yamato mostraba en ese momento. Observó el cambio que había experimentado. Antes de la llegada de Akross a la academia, Yamato solía ser alguien que siempre estaba seguro de sus palabras y creía tener siempre la razón, manteniéndose distante de los demás. A pesar de tener a Lindsey, Limia y Minase como amigas, no confiaba plenamente en los demás.

"Has cambiado mucho, Akross debió haberte enseñado la importancia de confiar en los demás y esforzarse por ayudarlos. Bien hecho, Yamato", pensó Minase en su mente. Observar ese cambio en Yamato le llenaba de felicidad al verlo tan seguro y valiente.

Sin embargo, por unos segundos, la imagen de Akross apareció en su mente. Minase tocó su pecho y sintió el latido de su corazón. Gracias a Akross, Yamato logró cambiar y ser mejor ahora. Si no fuera por él, probablemente no estarían vivos. Por ello, Minase hizo una promesa en su mente: "Prometo devolverte el favor como es debido, Akross". Esas palabras resonaron fuertemente en su mente, dirigidas hacia aquel chico poseedor de la magia que consideraba débil.

                                                                        

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