2. La feria

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📅 UNA SEMANA DESPUÉS

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📅 UNA SEMANA DESPUÉS

 La feria del condado era el acontecimiento anual más esperado por todos los habitantes de la región, así como de toda la comarca. Los comerciantes aprovechaban para exponer sus mercancías y hacer nueva clientela, así como para obtener unas buenas ganancias con las que hacer frente al crudo invierno. Los más bellos objetos tallados artesanalmente, hacían competencia con las telas más vistosas, y las mercancías más curiosas.

Los juglares se paseaban entre ellos amenizando la feria y arrancando más de una carcajada a causa de sus mordaces rimas. A veces, eran acompañados por tambores y flautas, los cuales improvisaban una melodía a su paso.

A Emory todo esto la fascinaba. Ella que no había salido nunca de los confines del condado, encontraba cautivador cada nuevo puesto que descubría. La feria duraba toda la semana, pero para ella, ese tiempo era insuficiente para la cantidad de puestos que había.

-¡Déjame ir, Emory! -su hermana intentaba zafarse del agarre que la mayor tenía sobre ella sin mucho éxito.

-No. Le he dicho a madre que me encargaría de vigilarte. Y eso haré -le replicó la pelirroja acercándose a un puesto de baratijas, llamándole la atención alguno de sus anillos.

-¡No soy un niño de pecho para que tengáis que vigilarme! -protestó ella enérgicamente. Emory desvió su mirada de los anillos para prestarle atención a su hermana. La verdad es que estaba empezando a cansarse de ella. De sus exigencias y rabietas. Así que, soltó su mano ante la sorpresa de Alice.

-Os dejo marchar con dos condiciones -le ordenó Emory a la rubia de trenzas cuya emoción en su rostro era más que evidente- que dejéis de comportaros como una niña y que estéis aquí antes del torneo.

-¡Si!¡Si! ¡Os lo prometo, Emory! ¡Gracias!

Alice besó a su hermana en ambas mejillas, y segundos después, se volteó escapando de ella, como si de un caballo desbocado se tratara. La pelirroja observó sus pasos y se tranquilizó al ver que su hermana pequeña, se unía al grupo de su hermano Brian. Más aliviada por su decisión, volvió a prestar su atención a los anillos del puesto.

Padre les había dado algunas monedas a sus hijos para que las gastaran en la feria. A estas alturas, Alice no disponía ni de la mitad de ellas, siendo Emory la única que aún no se había comprado nada. Miró con atención los abalorios pensando en cual gastar su dinero, cuando una presencia a su lado la sobresaltó. 

-¿Sabéis que son de latón? se te estropearán apenas una semana después. Y vuestros dedos se os pondrán verdes -la voz de Connor penetró en sus oídos viajando directamente a la parte baja de su vientre.

-Lo sé -le replicó ella sin apartar su vista de los aros- pero, no voy a gastarme tanto dinero en una joya. 

-Yo os haré uno.

Emory por fin lo miró. Y al hacerlo sintió de nuevo en su estómago ese vaivén. Ese que solo le pasaba cuando estaba cerca de Connor. Hoy estaba aún más atractivo. Llevaba una camisa blanca impoluta algo abierta por el cuello, pues los lazos de esta quedaban algo sueltos. Un pantalón en tonos claros, el cual marcaba cada músculo de su cuerpo y un chaleco de hilo, completaban su atuendo. Y sus ojos. Esos ojos claros que a la luz del sol refulgían aún más. 

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2023 ⏰

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