Parte 2

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Sé que he estado estos días muy rara.
Lo siento mucho, Diana. Lo siento tanto... La otra noche recaí. Y no puedo meterte en esto. No te lo mereces. Eres la persona más increíble que he conocido en la vida. No quiero hacerte daño.
Lo siento...

No dejó lugar a una despedida. Tal era la intensidad de sus emociones y conexión con Diana que, de dar pie a ello, no se hubiera mantenido con la suficiente fortaleza en su promesa de no arrastrarla con ella y herirla.

Sarah tuvo una hija pequeña con su ex-novia, pero apenas le dejaba verla. Aquella fatídica noche, le informó de que se la llevaba a vivir a Argentina.

Creyó genuinamente que al fin había un faro de luz en la penumbra de su enturbiada vida. Que, con la fuerza ardiente que le emanaba gracias al afecto por Diana, podría con todo. Pero su dicha parecía no poder hacerse realidad. Su ex-novia le propinó un buen golpe seco.

Fue lenta la vuelta de la consciencia y vio en el espejo del recibidor un despojo humano. Sus ojos no eran ya verdes, tenían una capa brillante opaca. Estaba demacrada. La ropa olía a ron añejo y la botella estaba esparcida por todo el salón. Esa noticia la condujo al abismo de la perdición.

Diana, impotente y con el corazón atorando su garganta, solo quería que descolgara el teléfono... Para poder decirle que no tenía miedo, que lo dejaría todo por ella, que estaría a su lado ante cualquier adversidad. Que el alcohol no podría con ellas.

Ya se había imaginado una convivencia en un territorio que solo había visto en Google Maps y en las fotos que le enviaba Sarah. Y ejerciendo de madre a ratos.

Pasaban los días y no había noticias de Sarah. Pero Diana no se iba a dar por vencida.

SARAHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora