𝘌𝘭 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘧𝘦𝘤𝘪𝘢

Prefacio; el ciclo repetitivo

La princesa no podía creer lo que estaba viendo ante sus ojos.

Sangre goteaba de la espada maestra. Sangre de inocentes. El héroe estaba ahí, sin decir ni una palabra, dejando que las gotas de sangre cayeran sobre su rostro, sus ropajes. La princesa no podía creerlo. Su héroe, aquel que había elegido como su salvador, ahora estaba corrupto.

— ¿Ves lo que te dije, princesa? — rio Ganondorf, una risa que se hizo eco por todo el lugar. — era fácil corromper a un convicto.

No podía ser. No, no.

No podía haberla traicionado de aquella manera.

No después de aquel gran viaje, no después de aquella aventura juntos.

Debía ser un sueño, debía ser real.

Pero no lo era.

Sin embargo, tuvieron que colaborar juntos para acabar con el mal que era Ganondorf. Por fin, pudo sellarlo, al menos de momento. La batalla había sido sangrienta, tan sangrienta, que la princesa sabía que ninguno de los dos iba a salir con vida de aquel castillo que estaba cayendo en la ruina.

La mujer apretó los puños, sintiendo como su sangre se estaba derramando. Al menos, su hermano podría seguir con el linaje real. No habría problema en eso.

Cuando miró al héroe, no pudo dejar de mirarlo con furia. Con asco. Levantó el dedo, señalándole mientras él se sujetaba en la espada maestra.

— ¡Sangre del Héroe, yo te maldigo!— empezó a decir, con rabia. — Caerá sobre ti y tus descendientes la consecuencia de tus actos. El dolor nunca cesará, tu vida se apagará. — fue entonces, que una luz oscura empezó a surgir en el héroe. Podía sentir que estaba sufriendo. — Sólo yo puedo liberarte de tu castigo, ¡Y nunca volveré a enamorarme de ti nunca más! — declaró, con lágrimas en los ojos. — Ni en esta vida... ni en las siguientes que vengan.
— ... lo siento, Zelda... — fue lo único que dijo, poco antes de que la princesa cerrará los ojos.

Haciendo que su último suspiro, fuera su nombre.

Link.

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El héroe fue el que llegó vivo de aquella incursión. Y se marchó para no volver. Nadie supo donde se marchó. Pero lo único que se supo, es que un grupo de bandidos empezó a surgir en torno a ello.

El héroe era el líder. Había vivido mucho, en su corta vida. Necesitaba aliviar aquel dolor que le había hecho aquella maldición aquella princesa.

La maldición se transformó en una maldición de sangre. Una enfermedad que hacía que empezarás a toser y a afectar los pulmones. Además de un dolor insoportable, que sólo se aliviaba con mujeres. Incluso llegó a tener descendencia, más no lo vio crecer. La muerte lo alcanzó cuando casi cumplió los cuarenta.

Se dice que susurró un nombre dando un último suspiro.

El nombre de aquella que lo maldijo.

Zelda.

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Link se despertó de aquel sueño con bastante dolor.

Era siempre batallas interminables. Algunos eran en el cielo, otros eran en las profundidades, otros viajaban en el tiempo. Sin embargo, todos acababan bien. Y no entendía porqué tenía esos sueños.