1-El heredero

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Era invierno, lo recuerdo bien, porque la primera nevada fue manchada con sangre, como olvidar los ojos de los nobles, estaban encadenados al terror, por primera vez mi padre cayó de
rodillas ante su trono, tenía las mejillas rojas y sus ojos cubiertos de lágrimas, es imposible borrar aquel veintinueve de diciembre, el día en el que perdí a la última persona que creía en mi sueño.

¿Pero de quién era la culpa?

De mi padre por enviarlo a una misión estúpida y peligrosa, de los nobles por sus insistencias, mía por ser un heredero inútil. Nadie tenía la culpa, pero desahogué mi dolor culpando al mundo entero, como si de algún modo eso haría las cosas distintas.

— ¡¿Por qué lo enviaste a esa misión?! Por tu culpa Allan murió, es tu culpa que mi hermano este muerto — arremetí contra mi padre, con los ojos envueltos en un rojo zafiro y las venas de mí frente a punto de estallar —. ¡A él entre todas las personas del reino!

— No servirá de nada que me reclames, ahora — se limitó a responder mi padre, sentándose en su trono, con su corona puesta en la cabeza, como si el brillo del oro pudiera regresarle a su hijo.

—¡¿Cuál fue el motivo de su fallecimiento?!—No podía dejar de gritar, mi garganta se encontraba anestesiada por la ira, y una sensación de adrenalina ineludible en mis venas.

— No lo sabemos — agachó la cabeza —. Solo encontraron su cuerpo sin vida.

Ya no había nadie en el castillo, los pasillos se encontraban invadidos por la locura de la soledad, como si un ser siniestro se hubiese llevado a todos, así repentinamente me colocaron la corona con piezas de diamantes, la que hasta ese entonces pertenecía solo a una única persona, y que por pura casualidad cayó en mi cabeza, el significado de la ausencia de mi hermano, dejo un rastro de polvo en mí caminar, como si la vida de pronto te arrancará el alma y la encarnará en otra persona irreconocible, con una mirada vacía, un cabello desordenado, una ropa desgastada, con un caminar lento Y la mente llena de sueño.

Ni siquiera comprendí cuánto tiempo había transcurrido desde su muerte, los siguientes inviernos seguían llenos de sangre, el reino cayó en la desgracia, pero para ser sincero hace tiempo lo había hecho, aunque nunca me di cuenta, porque él estaba ahí para mí, parece que mi padre está construido de hierro, porque a pesar de todos los golpes, él sigue de pie, como entenderlo, no soy capaz siquiera de ponerme en su lugar, aunque el castillo este tan solo, aunque el reino grite auxilio, su corona brilla más que nunca.

Acontecieron tres años, para que mi valor regresará, y abriera la puerta de su habitación, todo estaba perfecto, como si él nunca se hubiera ido, los libros en sus estantes, las cartas en su escritorio, la cama hecha y la ropa en su armario, camine entre sus recuerdos hasta que mi corazón soltó todo su peso en lágrimas.

En la última página de su cuaderno de apuntes, había un pequeño párrafo terriblemente escrito, con la letra desprolija, como si lo hubiera escrito a las prisas, incluso algo de tinta manchando alrededor.

"Todos tienen miedo, solo por eso yo debo ser más fuerte, para proteger los sueños de todos, el sueño de Arlen"

— Mi sueño — murmuré —. Allan, casi lo olvido, mi sueño — exclamé en voz alta apretando esa última hoja.

"El sueño de Arlen"

— ¿Por qué piensas en mí hasta el final? — solloce sobre la hoja —. ¿Qué haré ahora que tú no estás?, ¿quién me ayudara a cumplir mi sueño?

Tarde en la noche, mi padre me llamo, una de esas llamadas repentinas no podía significar nada bueno; sin embargo, había un pastel de chocolate y crema sobre la mesa, ni siquiera yo mismo recordaba que hoy era mi cumpleaños, el número dieciocho, por primera vez desde que mi hermano falleció celebramos, también fue la primera vez que lo hicimos solo nosotros dos, aunque yo no hacía nada más que mirar la mesa, mi padre fue insistente en acompañarme aquella noche, como si tratara de brindarme algo de apoyo.

— Desde el Tubaiste — comenzó a hablar el hombre —. El mundo ha perdido toda estabilidad, Arlen, son tiempos difíciles.

Asentí desairado.

— No lo comprendes, no has salido del castillo para ver con tus propios ojos la destrucción de nuestro reino, nuestra población se redujo en un cincuenta por ciento desde el Tubaiste, hay enfermedad, tormentas, incluso elfos descontrolados comienzan a migrar, es por eso ...

Levanté la cabeza para mirar a mi padre, aunque lo odio, al ver sus ojos, es como si viera mis propios ojos, porque herede el mismo color sangre.

—¿Qué es lo que quieres?

— Debes empezar a tomar el rol de tu hermano, serás el próximo rey — hablo con firmeza.

— "El próximo rey"—murmuré con sorpresa —. ¡No es cierto, tú dijiste que cuando tuviera, diecinueve podría largarme de aquí y convertirme en un explorador o lo que me diera la gana!

El cerro los ojos con impotencia.

— Eso fue antes del Tubaiste, ahora no hay modo de que apoye esa estupidez, eres el príncipe de Merland y es tu deber servir a tu reino, te prepararé para que seas el próximo rey.

Me levanté bruscamente de mi asiento con los ojos inyectados en sangre.

— ¡De ningún modo, padre! — exclamé —. Es mi sueño explorar el mundo, estás pidiéndome que renuncie a él, para gobernar este país destruido, quieres que muera encerrado en este país.

— Arlen.

— ¡Sabes que Allan quería que yo siguiera mi corazón!

— ¡Arlen! Ya no hay mundo que puedas explorar, morirás al instante, la partícula era lo único que daba estabilidad al mundo y desapareció hace años, ¿Por qué no has madurado? ¡Abandona ya ese estúpido sueño infantil!

Golpe la mesa con mis palmas abiertas, con la voz destrozada y la irá invadiendo mi cuerpo, con aquella sensación de mi alma ardiendo.

— ¡Entonces encontraré la partícula! Haré lo que haga falta para cumplir mi sueño, para vivir como yo quiera.

— Adelante Arlen, recupera la maldita partícula, tal vez así ponga a alguien más a ocupar tu puesto, ¡A una persona que ni siquiera tiene mi sangre recorriendo sus venas! — su respiración se volvió totalmente exasperada y brusca.

— ¡Lo haré! ... Voy a encontrarla.

Mi padre me impacto una cachetada en la cara, fue lo único que se escuchó en aquel instante.

Pero ya no había vuelta atrás, esa idea se incrustó en mi cabeza como un tornillo.

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La partícula del ordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora