♔ 2. La otra cara

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Fue el fenómeno del número 23*. Una vez que te obsesionas con aquella cifra, la verás en todas partes. No puedes dejar de buscarla, hasta donde no está y no la encontrarás, la puedes ver.

Inició con un pequeño vistazo de reojo, mientras viajaba en la parte trasera de mi automóvil. Dentro de mi rutina, algo nuevo. La gente caminando por la acera, casi nunca llamaban mi atención, ofuscada en lecturas mañaneras de estados de cuenta y reportes que obtenía de la pantalla de mi tableta.

Pasó veloz. Un destello dorado oscuro, acompañado de un motor atascado. Sin elegancia.

Comencé a notar que cada mañana la motocicleta rebasaba por la derecha, de forma incorrecta, según las leyes de tráfico. A veces, seguíamos el mismo rumbo unos segundos y otros, terminaba su viaje a la "Central de Abastos" de inmediato.

"¿Cuánto mide? Es gigante". Me encontré pensando un día, cuando la vi estacionar. Los polarizados del auto ocultaron mi mirada curiosa.

Al quitarse el casco una melena castaña medio ondulada y unas cejas pobladas, tez pálida y ojos claros. "Alfa extranjera".

Intenté ignorarla, pero una y otra vez aparecía ante mí. Y poco a poco dejaba atrás esa primera impresión de arrogancia, aflorando la torpeza real. Ridícula en una moto demasiado pequeña para su altura, despeinada toda vez que la observaba sin el casco, encorvada y de mirada baja.

–Noelia Sanz, señora –mi secretaria Casandra, quien también era mi conductora personal, me informó apenas pregunté por su nombre. Siempre estaba un paso adelante de mis caprichos–. Veinticuatro años, maestra de danza mexicana y contemporánea en Bellas Artes.

–Mmm... –apoyada contra mi dorso, intentaba leer los labios de aquella guapa chica, conversando con un hombre mayor en mitad de la calle, estorbando el paso de los autos; entre ellos en el que viajábamos.

–Tiene una relación de tres años con un beta de nombre...

–Basta. No pregunté más –el día continúo como si nada.

Pero la regla del número 23 me perseguía. Aunque no quisiera, o si cambiaba nuestra ruta e incluso así, volvía a topármela.

Fue mera curiosidad, justo como empiezan todas las historias.

Me presenté en Bellas Artes, justificando mi acción con la conexión a negocios artísticos. Los estudiantes altaneros y groseros no pasaron desapercibidos. A pesar de que no pude encontrarme cara a cara con ella, por petición mía y por medio de mi secretaria pedí que se solucionará el problema de la institución con aquellos terribles estudiantes o Nidvemis no formaría lazos con ellos para financiar nada. Pensé que con eso ayudaría a que su ambiente laboral mejorara, la haría un poco más feliz.

Cuando me enteré que la habían despedido, decidí ayudar de forma indirecta a su pareja, otorgándole en su trabajo un mejor puesto. Con una forma tan ambigua de participar en su vida no podría dañarla. Juro que jamás esperé que aquel hombre la terminara para ayudarla a que "madure"; aprovechando la oportunidad de un mejor salario para irse de viaje con una amistad que no quería decir que fuera su amante.

No hace falta decir que Nidvemis de inmediato retiró su apoyo a la academia y al trabajo del ex.

–La voluntad de Nidvemis es mi voluntad –recité. Yo era la representación de Nidvemis en México, aquella empresa reconocida mundialmente por sus líneas de productividad variadas. Con un líder en cada país para la toma de decisiones estratégicas para mejorar el comercio de la marca. ¿Entonces, porque no podía hacer una sola cosa bien por ayudarla?–. Será mejor que me aleje.

Cerré los ojos. Agotada. Todo lo que tocaba relacionado con ella salía mal. Me rendí. Solo la miraría de lejos.

Mi madre, quién tenía por pasatiempo meterse en mi vida privada, se enteró de todo. No tengo idea de cómo, siempre conseguía información de mis movimientos.

Me embaracé por accidente de una mujer omega [ONC 2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora