CAPÍTULO 24

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La cabaña, con su ambiente cálido y acogedor, nos dio la bienvenida. Terminamos la noche con una cena ligera y una botella de vino, antes de retirarnos a la habitación, donde la pasión volvió a encenderse.

La noche era tranquila, el silencio solo era interrumpido por el crujir ocasional de la madera y nuestros susurros. En la habitación, la luz de la luna se filtraba por las rendijas de las cortinas, iluminando parcialmente nuestros cuerpos entrelazados. A pesar de la pasión que había caracterizado nuestras interacciones anteriores, este momento era diferente. Se sentía más íntimo, más profundo.

Después de hacer el amor, nos quedamos abrazados, disfrutando del calor y la comodidad que proporcionaba el cuerpo del otro. Hablamos de todo y de nada, compartiendo secretos y sueños hasta que el sueño nos venció.

Después de una noche inolvidable, el fin de semana pasó volando. Nuestra última mañana en la cabaña nos recibió con un abrazo fresco y revitalizante. Nos levantamos temprano, decididos a exprimir cada momento de nuestro último día en la cabaña. Aunque la realidad nos esperaba a la vuelta de la esquina, estábamos decididos a mantenerla a raya por un poco más de tiempo.

Después de un desayuno rápido pero delicioso, compuesto por frutas frescas, yogur y unas tostadas, decidimos dar un paseo por los alrededores. Me puse un vestido ligero de verano, color crema con pequeñas flores estampadas, mientras que Félix optó por un par de pantalones cortos y una camiseta. Ambos llevábamos sombreros para protegernos del sol, que ya brillaba con fuerza en el cielo.

Salimos de la cabaña y nos dirigimos hacia el sendero que bordeaba el lago. El paisaje era de una belleza sobrecogedora; árboles altos y majestuosos que parecían tocar el cielo, y un lago de aguas tranquilas que reflejaban la pureza del azul del cielo. Los pájaros cantaban en las ramas, creando una melodía que se mezclaba con el suave murmullo del viento entre las hojas.

Tomados de la mano, caminamos por el sendero, disfrutando de la sensación del sol en nuestra piel y la brisa fresca en nuestro rostro. A lo largo del camino, compartimos risas y caricias, disfrutando de la compañía del otro como si fuera un bálsamo para el alma. Aunque sabíamos que tendríamos que regresar a la realidad al día siguiente, en ese momento, todo parecía perfecto.

A medida que avanzábamos, el sendero se estrechaba y se adentraba en el bosque. Los árboles formaban un dosel que filtraba la luz del sol, creando un mosaico de sombras y luces en el suelo. Félix me miró con una sonrisa traviesa y me tiró hacia él, plantando un beso en mis labios que me dejó sin aliento.

Me encantaba la forma en que podíamos pasar de la diversión y la risa a la pasión y la ternura en cuestión de segundos. Era como si estuviéramos bailando al ritmo de una melodía que solo nosotros podíamos escuchar.

Después de nuestro beso, continuamos caminando, explorando el bosque y descubriendo rincones secretos que parecían sacados de un cuento de hadas. En un punto, encontramos un pequeño claro donde el sol se colaba entre las ramas, creando un oasis de luz en medio de la sombra. Decidimos sentarnos un rato para descansar y disfrutar de la tranquilidad del lugar.

Nos sentamos en el suelo, apoyados uno contra el otro, y dejamos que el silencio nos envolviera. No era un silencio incómodo, sino todo lo contrario. Era un silencio cómodo, un silencio que nos permitía conectarnos a un nivel más profundo.

Sentada allí, en ese pequeño claro, no pude evitar que mi mente vagara hacia el futuro incierto que nos esperaba. Aunque intenté mantener esos pensamientos a raya, se colaron en mi conciencia como sombras inquietantes. Sabía que uno de nosotros podría obtener el puesto en Nueva York, lo que significaría un cambio drástico en nuestras vidas. Aunque Springfield y Nueva York están en el mismo país, la distancia entre ambas ciudades es abrumadora, casi como estar en otro continente. Y la distancia, incluso entre dos personas que se aman, siempre es complicada.

Intenté alejar esos pensamientos sombríos de mi mente, pero fueron persistentes. Finalmente, decidí compartir mis inseguridades con Félix.

-¿Qué pasará si uno de nosotros consigue el trabajo en Nueva York? -pregunté, intentando mantener mi voz lo más neutra posible.

Él me miró, su expresión se volvió seria. Podía ver que él también había estado pensando en ello.

-No lo sé -admitió, sus ojos buscando los míos-. Será difícil, sin duda. Pero creo que podemos hacerlo funcionar.

Me mordí el labio, insegura. Quería creer que todo estaría bien, pero la realidad es que la distancia cambia las cosas. Y no siempre para mejor.

-La distancia es difícil, Félix. Y ambos sabemos que nuestras carreras son importantes para nosotros.

Asintió, su expresión comprensiva.

-Lo sé, Elara. Y no quiero que ninguno de nosotros tenga que renunciar a sus sueños por el otro. Pero también sé que te amo y que quiero intentarlo, si tú también lo haces.

Sus palabras me calentaron el corazón, pero también me hicieron sentir aún más insegura. ¿Valía la pena arriesgar todo por lo que había trabajado tanto?

-Creo que deberíamos intentarlo -dije finalmente, aunque una parte de mí todavía tenía dudas-. Pero también creo que deberíamos ser realistas sobre lo que eso implica.

Félix sonrió, su mano apretando la mía.

-Estoy de acuerdo. Pero, por ahora, ¿qué te parece si no pensamos en eso y simplemente disfrutamos de nuestro tiempo juntos?

Asentí, agradecida por su comprensión.

-Sí, tienes razón. Vamos a disfrutar el momento.

Me besó en la frente y luego se levantó, extendiendo su mano para ayudarme a levantar. Acepté su ayuda y nos dirigimos de regreso al sendero, mano a mano.

Aunque había decidido disfrutar el presente, no pude evitar preguntarme si realmente valía la pena echar todo a la basura por un amor. Solo el tiempo diría si habíamos tomado la decisión correcta.

Al final del día, regresamos a la cabaña, cansados pero felices. Después de empacar nuestras cosas, nos dimos un último paseo por el lago, prometiendo regresar algún día. Luego, nos subimos a su coche y comenzamos el viaje de regreso a Springfield.

En el camino de regreso, ambos estábamos silenciosos, sumidos en nuestros pensamientos. Aunque el fin de semana había sido increíble, sabíamos que nos esperaban desafíos.

Al llegar a casa, nos despedimos con un beso largo y apasionado, prometiendo vernos pronto. Mientras veía a Félix alejarse en su coche, no pude evitar sentir una sensación de anticipación.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora