Capítulo 8

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El primer destino del viaje era llegar al puerto de Oban, un pueblo que pertenecía a Vinland y la más próxima a la ubicación de la que partían Caperucita y sus nuevos compañeros.

Una vez allí ,solo tenían que seguir a Zahra hasta la ubicación exacta de la entrada que estaba oculta para cualquier cuento curioso que no perteneciera a ese mundo.

Para llegar a Oban, había que cruzar un mar cerrado*que separaba la península de Markland , donde se encontraban ahora, de la de Vinland, que casi se podría considerar una isla por su tamaño*.

Y el único lugar que iba hasta Oban desde Markland era el pueblo pesquero de Cork, a una o dos semanas de distancia.

El viaje a primera vista parecía sencillo , solo tenían que avanzar y echar a suerte su destino junto las nuevas compañías de Caperucita, que hacían que nunca hubiese un día aburrido.

La sacerdotisa Kagome finalmente les pudo acompañar tras una misteriosa charla de el ser de la naturaleza con Inuyasha que ni siquiera a Rin le contó.

Lo único que sabía es que había sido suficiente para convencer al albino de que dejara venir al viaje a aquella chica que Caperucita creía que podría llamar amiga.

Durante la primera semana , tuvieron que pasar varias noches  durmiendo bajo el hospedaje del bosque y su refugio, no había aldeas y mucho pueblos en el tramo por el que marchaban.

Y una noche, cuando estaban solo a un día de llegar a su destino, cuando Caperucita abrió los ojos despertó en un lugar familiar.

Ella ya había visto este atardecer antes.

Y lo más importante, en sus páginas no estaba sola en este recuerdo

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Y lo más importante, en sus páginas no estaba sola en este recuerdo.

Al mirar de frente, tal y como recordaba su memoria, de espaldas a la casa de la abuelita estaba Lobo.

¿Cuánto hacía que no le veía?

Cuando se acercó a él simplemente le abrazó, pero no era algo guiado por un impulso o necesidad, era lo mismo que había hecho Rin durante aquel momento, aquel día, durante aquel atardecer.

Hundió sus dedos sobre su suave pelaje que competía con la nieve por ver quien llevaba el blanco más puro.

Ni los dioses sabían con exactitud lo que Caperucita había extrañado esta sensación.

La caricia de su pelaje ,rozar su piel, y la calma de su respiración que hasta hace casi un año le transmitía seguridad.

Del mismo modo que el recuerdo avanzaba, las palabras de la menor no fueron otras que las mismas que escribió en sus líneas el día que supo una parte de lo que era.

Caperucita Roja y Otros Cuentos ( Sesshomaru x Rin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora