Capítulo 9

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Y una vez más, aquella alma ligada a las copas verdes de los árboles y a aquel aroma a tierra húmeda , navegaba con fe en el destino y en la marejada.

El cuento que se había echado a la mar era el de Caperucita, tras llegar a Cork y encontrar a alguien dispuesto a llevar a forasteros tan peculiares al puerto de Oban.

Esa fue la familia Taijiya.

Ni siquiera le pidieron nada a cambio por llevarles al otro lado, versaban que también tenían asuntos en Vinland y que en su humilde embarcación había sitio para un par más.

Era un viaje de solo 37 horas , aunque para algunos se hizo demasiado largo.

En las líneas de Inuyasha nunca había necesitado ir en barco a ningún sitio, por lo que desconocía que Ægir* no le había bendecido en esta vida y se pasó todo el viaje mareado teniendo que ser consolado por la sacerdotisa.

Se podría decir que en las líneas de ambos cada vez estaban más cercanos, antes el albino ni siquiera hubiera dejado que se le acerque más de la cuenta, y ahora hasta consiente que Kagome le de palmaditas en la espalda.

Aunque la travesía no era lo único que atormentaba al hibrido.

Dos pequeñas vocecillas que estaban más acostumbradas al ir y venir de las olas, solo con su mera presencia y energía le enervaban.

La familia Tajiya estaba compuesta ,aparte del matrimonio pesquero, de dos niños que no paraban quietos ni debajo del agua.

Hasta la primera vez que les conocieron estaban en la orilla intentando agarrar peces con las manos.

Hasta la primera vez que les conocieron estaban en la orilla intentando agarrar peces con las manos

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Sango la hermana mayor, e Hisui el hermano menor.

Los hermanos no le tenían miedo a nada, ni siquiera les asustó ni la apariencia de Inuyasha ni los ojos de Rin.

Eran dos pequeñas almas aventureras que amaban tanto el mar como los campos.

Caperucita al verles le fue imposible no verse descrita con la misma inocencia y energía que tenía con la edad de esos niños.

Y sobre todo , el sonido de sus risas la llevaba de nuevo a la arboleda donde ella jugaba al escondite con Kohaku.

Aquel amigo que también había dejado atrás , pero en este caso sabía que él estaría bien en aquel papel en el que estaba destinado su cuento.

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El pueblo de Oban.

Este iba a ser el último lugar donde podrían descansar antes de adentrarse de lleno en el bosque de Avilon , cuya entrada dormía oculta en la propia foresta a sus espaldas.

A pesar de ser un pueblo tan remoto y uno de los pocos que se encontraban en la pequeña isla de Vinland, las calles rebosaban de vida y murmullos que transportaba el viento.

Caperucita Roja y Otros Cuentos ( Sesshomaru x Rin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora