11.MEW

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—¿Crees que me alegro de que haya pasado algo de esto?— Mi pecho se aprieta mientras mis pulmones luchan por meter aire y sacar las palabras adecuadas. —Te odio por esto.

—Mew—, advierte Gulf, con voz suave, pero puedo oír su cautela. Lo miro. —¿Qué?

Sus ojos se mueven entre Kelsey y yo. —No quiero que digas nada de lo que te arrepientas.

Tragando con fuerza, miro a Kelsey, cuyo rostro está manchado de lágrimas imparables. —No me arrepiento, y nunca lo haré. No sobre esto. Pero no me quedaré de brazos cruzados intentando que te sientas mejor sobre los tuyos.

Finalmente se levanta del sofá, limpiándose los ojos, la ira reemplazando sus respuestas emocionales iniciales. —La he jodido, ¿ok?— Ella lanza sus manos en el aire. —¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no pienso en él todos los días?

—Han pasado cinco años, Kelsey. Lo suficiente como para que parezca que no has pensado en él en absoluto.

Ella echa la cabeza hacia atrás, como si la hubiera abofeteado. La verdad es que cada palabra que sale de mi boca es honesta pero cruel.

—La familia no es un pasatiempo. No puedes elegir cuándo venir y de qué piezas quieres formar parte y de cuáles no. Y Alexander no es un niño cualquiera.

—Ya lo sé—, le grita ella. —Pero, ¿me dejarás al menos intentarlo?

—¿Por qué no pudiste intentarlo desde el principio? Ahora no te necesita.

No sé cómo hacer que se detenga, cómo disminuir la ira y el resentimiento. Mucho de ello, inesperadamente supurando dentro de mí durante todos estos años.

Sé que la prioridad es Alexander, pero ella nos hirió a ambos. Y ahora mismo, las líneas se están desdibujando. No sé si le grito por mí o por él, pero la decepción es demasiado grande.

Verla aquí duele demasiado.

—Mew—. La voz de Gulf es suave y, antes de que me dé cuenta, tiene su mano en mi espalda, ofreciendo a Kelsey una sonrisa de disculpa y guiándome hacia la cocina.

Cuando le pedí que viniera, se lo pedí como el hombre que conoce a Alexander tan bien como yo. El hombre que, en poco tiempo, me entendió a mí y a la vida que quería para Alexander. Se lo pedí como el hombre con el que quería compartir mi vida.

Pero a pesar de todo eso -a pesar de la profunda necesidad que tengo de querer tenerlo cerca todo el tiempo, ahora y siempre- la vergüenza y la culpa me invaden por el hecho de que tenga que verme tan desquiciado. Que tenga que ver este intercambio.

Me vuelvo hacia él, tratando de controlar mi expresión, esperando que la ira y el dolor queden temporalmente en suspenso. —Puedes irte—, digo apresuradamente.

Ni siquiera se inmuta.

—Puedo, pero no lo haré—. Espera pacientemente antes de añadir:

—Puedo quedarme aquí mientras tú sales, si quieres.

Me sorprendo a mí mismo al responder: —No. No quiero que te alejes de mí—. Él levanta una ceja expectante y yo continúo, tratando de tomar sus manos entre las mías. —Sé lo que acabo de decir, pero no quiero que te vayas—. Mi voz se quiebra. —Es que no sé cómo hacer esto con ella—.

—No tienes que hacer nada con ella, Mew. Sólo tienes que hacer lo que es correcto para Alexander.

—Tienes razón—. Asiento con la cabeza. —Sé que tienes razón, pero estoy tan...

QUERIENDO MAS - MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora