Yeonjun siempre ha estado enamorado de su cuñado, desde muy joven ha tenido en claro que quiere que sea su Omega, su hermano no lo merece. Pero él sí.
Es por eso que cuando lo va a visitar y Beomgyu está en celo, es momento de hacer su entrada.
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La libertad es para quien no conoce límites, la felicidad es para todo aquel que sea valiente para enfrentar cualquier adversidad y la plenitud es para aquel que se entregue a lo que es correcto, confiando en que, las cosas serán mejores a partir de ahora.
Beomgyu había aprendido hace mucho que la vida que estaba viviendo era la incorrecta, sus ropas, su personalidad, su esposo, todo fue elegido por sus padres de manera manipuladora, él jamás tuvo poder sobre sí mismo.
Siempre fue como un muñeco. Un títere con el cual todos podían jugar, tirar y dañar.
Pero llegó el momento en donde colapsó y todo se desmoronó, las ataduras se rompieron, liberando sus manos y pies para ser él mismo, crear una personalidad y dejarla salir sin temor.
Todo cobró sentido, Beomgyu quiso ser libre, ser feliz y construir un nuevo mundo en donde nadie más que él pueda tomar las decisiones de su futuro. Tiene treinta y dos años, pero aún no es tarde para iniciar de cero.
Beomgyu y Yeonjun pasaron el celo del omega juntos. Fueron dos días en donde Yeonjun también se dedicó a cuidarlo, a hacerle de comer y a limpiarlo. Cuando esos días acabaron, llegó finalmente el momento de hacer algo.
Al verse recuperado, Beomgyu inició sacando sus ropas y pertenencias de la casa hasta no dejar nada. Soobin en realidad, tardó más de un mes, se demoró dos semanas más, lo que le dio un mes y medio afuera, para entonces, las cosas ya estaban más que claras.
Beomgyu y Yeonjun afianzaron su relación, Yeonjun se dedicó a cortejarlo finalmente; llevándole regalos todos los días, flores, hablaban por teléfono e incluso comían juntos y compartían cenas románticas. Habían vuelto a tener sexo, muchas veces, ya que se deseaban y no podían controlarlo, y las cosas estaban bien.
Beomgyu sabía que Yeonjun siempre fue el indicado, ya había dejado de sentirse extraño lo que estaba haciendo y en cambio se sentía feliz, en paz, satisfecho porque sabía que a su lado se encontraba toda la felicidad del mundo.
Tal vez fue su cuñado, pero en realidad estaba predestinado a ser su alfa, es el destino, sin importar esos siete años de diferencia, Beomgyu está seguro de que pueden ser felices juntos y acoplarse al otro. Después de todo es el sentimiento que su corazón le da a entender cuando late con fuerza cuando Yeonjun lo besa, le sonríe o lo llama por sobrenombres cariñosos.
Beomgyu iba a dejarlo todo por él.
El día en el que Soobin llegó a casa, entró tirando las maletas, fumando un cigarrillo y sonriente. Beomgyu estaba bien arreglado, sentado en la cocina, con un papel al frente suyo.
—¡He venido!—Anunció, tirando su saco en la mesa y tomando asiento a su lado, la burla en sus ojos lo caracteriza desde siempre —Y bien, ¿dónde está tu vientre abultado?
—No habrá bebé entre tú y yo. —Beomgyu decidió abrir la boca y miró con aburrimiento a Soobin. Soobin curvo sus labios con ironía.
—¿Qué dijiste? —gruñó de mal modo, tomó su saco y lo tiró al piso. Beomgyu lo miró aburrido —¿No recuerdas lo que te dije que pasaría si no había bebé?
