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Una semana había transcurrido desde la última vez que Iván y Juan hablaron, al parecer, la idea de ser solo amigos no era tan buena después de todo, porque Iván definitivamente no daría el paso, y Juan creía que si tomaba la iniciativa, Iván lo iba a ignorar.

El departamento que antes compartían, se sentía casi tan vacío como el corazón de Juan luego de que Iván se llevara sus cosas, aunque algunas seguían ahí, como unos cuantos libros y algunas camisetas viejas que usaba para dormir. Era penoso verlo en esa situación, no quiso ni siquiera hablar con sus amigos, necesitaba estar solo, tener un tiempo para él, y no hacía nada más que ir a la universidad. Enfocarse en sus tareas y clases lo ayudaban a distraerse, aunque era difícil cuando veía a lo lejos a su ex novio caminando con su mejor amigo, como si nada.

Se sentó en una mesa vacía del campus, sacó un cuaderno y se propuso a hacer garabatos sin sentido, tratando de que el tiempo pasara para poder ir a su otra clase, y sin darse cuenta, terminó haciendo pequeños dibujos de cosas que le gustaban. Dejó las cosas a un lado y revisó la galería de su celular, algo que definitivamente no tuvo que hacer, muchos recuerdos aparecieron, recuerdos que dolían.

Se detuvo en una imagen en específico, era un dibujo que había hecho para Iván muchísimos años atrás, el primer dibujo que hizo para él, más específicamente. El dibujo estaba en una página vieja y doblada, lo había encontrado un par de años atrás entre algunos libros de Iván y tomó la foto por si se llegaba a perder o arruinar. Sonrió inconscientemente, eran cosas de niños.

-Juan.

El mencionado se tensó en su asiento, fijando su vista rápidamente en el dueño de aquella hermosa voz que tanto amaba.

-H-Hola saludó un poco tímido.

De repente, todo era un tanto incómodo entre los dos, como si fueran desconocidos.

-¿Qué miras?-preguntó curioso, tomando el celular de las manos del castaño con mucha confianza.

-Algunas fotografías, estaba aburrido-hizo una mueca incómoda. Iván miró la foto, sintiendo su corazón palpitar de esa manera tan descontrolada otra vez, causando que en sus labios se dibujara una sutil sonrisa.

Recordaba ese día, el día que Juan le dio algo por primera vez, la ilusión que sintió cuando vio que era solo para él a pesar de ser algo tan simple como un dibujo.

[...]

𝘑𝘶𝘢𝘯: 𝘰𝘤𝘩𝘰 𝘢𝘯̃𝘰𝘴

𝘚𝘱𝘳𝘦𝘦𝘯: 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘦 𝘢𝘯̃𝘰𝘴

-Oye, gafitas, ¿quieres ir a mi casa?

El pequeño castaño esbozó una enorme sonrisa, era la primera vez que lo invitaba a su casa, y en su mente solo podía idear un montón de actividades en las cuales perder el tiempo. Ya llevaban dos años de ser amigos, pero no pasaban tanto tiempo juntos como otros niños que eran mejores amigos.

-Tengo que preguntarle a mi abuela.

-Mi mamá puede— decirle sonrió ampliamente.

Y así hicieron, la señora Buhajeruk fue hacia la casa de Juan a pedir permiso personalmente para que su nieto pasara el día en su casa. Al principio se negó, pero no podía decirle que no a los ojitos de súplica que el castaño le estaba haciendo, por lo que terminó accediendo.

Cuando Juan entró a la casa de los Buhajeruk, quedó maravillado con todo lo que estaba ahí, esa casa era mucho mejor que la suya, el patio era más grande y lleno de bonitas flores que tanto le encantaban, antes sus ojos, era un lugar maravilloso.

-Ven, vamos a mi habitación, tengo muchos juguetes y videojuegos.

Los ojitos de Juan brillaron con emoción, corrió tras su pelinegro amigo con una gran sonrisa, la habitación del mayor le daba curiosidad. Pensaba en qué tipo de cosas habría ahí adentro, a lo mejor sería la mejor habitación que vio en su vida. Y no se equivocó, cuando por fin entró, vio muchos juguetes tirados por todos lados, una pantalla en la cual jugar videojuegos, su cama cubierta por un cubrecama de los Transformers, también las cortinas tenían el mismo diseño, y algunos posters pegados con la imagen de
Optimus Prime.

We can try again | Spruan auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora