Prominente (gay)

Capitulo 22

    Lana nunca supo lo que era pasar carencias, naciendo en una familia acomodada y con padres consentidores, la fémina solo conocía una forma de obtener lo que quería: el dinero; su poca empatía combinada con su caprichosa personalidad la hacían ser alguien del cual quisieras estar alejado. Pero todo dio un giro abrupto para Lana cuando conoció a Scott, el muchacho no tuvo que hacer mucho para que ella cayera a sus pies, pues hizo uso de su incierto atributo: amabilidad desmedida. Las cosas cambiaron para ella. Al principio de su relación, su novio era un consentidor por excelencia, no hacía falta que Lana dijera las cosas dos veces para que Scott empezara a fajarse en aquello tan inalcanzables y banal para cualquier otra persona sin ese poder económico en el que ambos estaban envueltos.

    Así siguieron toda su secundaria hasta el comienzo de su último año cuando estaban cercanos a ingresar a la universidad; tarde o temprano, el amor se desvanece, y ellos no serían la excepción. Scott esos últimos días había estado más distante de lo normal, Lana pensó que aquel anormal comportamiento por parte de su novio sería momentáneo, pero no pudo haber estado más equivocada. Conforme pasaba el tiempo, la actitud del mayor fue cambiando, convirtiéndose aún peor de lo que antes fue, ya no era ese tierno y dulce joven del que Lana se había enamorado, ahora era frío y parecía ido cada vez que estaba con ella, y hasta en algunas ovaciones era violento, llegado a agredir varías veces a la joven chica física, y en su mayoría, emocionalmente.

    Esto poco a poco fue formando a Lana, pasó de ser una persona que miraba por encima del hombro a su prójimo, a una que intentaba ayudarlo, se había vuelto empática; claramente, la junta con Scott le había hecho ver otra cara en el misma moneda. Ya su cielo no era color rosa, ahora era un simplón, común pero igual de bello color celeste, ahora Lana tenía una visión más realista del mundo, pero no se culpaba así misma de haber creído en el amor verdadero, sabía que haber vivido eso con Scott la había hecho ser quien era, y no sabía si eso era precisamente bueno, solo sabía que era algo, no importaba si era bueno o malo, lo único que importaba es que era parte de ella ahora.

    Ya su último año de escuela estaba a la mitad, su mente se sentía en paz, sin duda, la Lana de hace años desconocía a la Lana actual, y ella estaba consiente de eso, fue mala con muchas personas y su autoredencion la estaba tomando por los cuernos; sus amigos habían sido un gran apoyo en su vida, la mayoría de ellos viéndola en la incontables noches que pasó llorando por su desinteresado novio.

La joven mujer ya no entendía a su novio, era más que claro que él ya no sentía lo mismo por ella, y era entendible, pero lo que nadie lograba justificar era la máxima soberbia que derrochaba Scott con ella.

    Lana había pasado por mucho, muchas de esas cosas permanecerían como una incógnita para cualquiera que la viera andar por la calle, pero si se enterarán, le tendrían la compasión que Dios no le tuvo.

    Después de muchos pensares, Lana había llegado a una conclusión razonable, estaba cansada; cansada de tratar de salvar algo que no tenía futuro y que nadie valorara sus esfuerzos, mucho menos su novio.

Lana terminaría con Scott.

    Era otro nublado día, Angelo se encontraba sentado en aquel desgastado pupitre de aserrín, esperando a que fuera la hora para poder largarse de ahí, pero contrario a sus deseos, tenía que ir a el hogar de su compañera Carla junto a su amiga Melanie, eso lo ponía un poco de mal humor, pero el niño nunca fue de las personas que descargaba su ira con los demás, simplemente se le tragaba, para él así era mejor.

La noche anterior había tenido su primera vez con novio, y podía decirse que le emocionaba, pero el dolor era suficiente como para que a él le costara sentarse en su pupitre, eran punzadas combinadas com ardor. No comprendía a Scott pero de seguro algún día lo haré y él y yo viviremos felices solos Pensó el menor.