Inuyasha cayó al suelo justo a un lado del cuerpo inerte de Kagome. Lágrimas gruesas surcaban su rostro, al igual que las del resto del Inutashi. Su mente se negaba a aceptar lo que sus ojos veían; su audición se afinaba con la esperanza de escuchar un latido, pero no había nada.
—Inuyasha, hay que... —Sango intentó decir algo, pero sus palabras no podían llegar a un final en medio de su llanto.
El monje entendió sin necesidad de palabras a qué se quería referir: había que preparar el cuerpo de Kagome para un entierro. Se acercó a donde estaban Kagome y Sesshomaru. También tendrían que hacerle algo; no podían simplemente dejarlo tirado así. El Lord merecía respeto, por lo que también tendrían que preparar el cuerpo de Sesshomaru para cremarlo.
—¿Cómo es posible que hace una hora estuvieras riendo y ahora estés...? —se negaba a completar la pregunta, apretó su báculo en un intento de mantener la compostura.
Ignorando el llanto de los demás y las lágrimas silenciosas que también portaba, se inclinó en medio de ambos cuerpos inertes. Tendría que hacer un pequeño ritual para que el alma de ambos se fuera en paz, ya que de otra forma no podrían reencarnar en algún futuro, ya sea cercano o lejano.
—¿Hum? —la expresión del monje cambió a desconcierto cuando tocó la piel de la mano de Kagome en busca de sentir los vestigios de su alma. Rápidamente también tocó la piel de Sesshomaru.
《A pesar de que... a pesar de que no ha pasado mucho desde sus muertes, sus almas no están.》
La confusión hizo que los mirara con más atención. Se suponía que habían muerto a manos de Naraku, lo que significaba que hubo lucha, pero los cuerpos de ambos no tenían ninguna gota de sangre que confirmara el modo de muerte. Además, ¿cómo podría Naraku derrotar a Kagome y a Sesshomaru? Ambos seres eran demasiado poderosos como para ser derrotados por Naraku tan rápido.
Se dispuso a revisar ambos cuerpos, escuchando de fondo los gritos de Inuyasha estampando sus puños contra un árbol, pero el monje estaba demasiado ensimismado en buscar señales.
Nada. Ningún solo rasguño o herida. Confundido, miró la expresión de los rostros de Kagome y Sesshomaru; parecían tan pacíficos, como si estuvieran en un sueño.
—Espera —sus pupilas se dilataron al ver el rostro de ambos—, esto... ¿esto es miasma? —susurró al notar cómo de la boca de ambos muertos salían los últimos restos de un miasma de color peculiar. Les abrió la boca en busca de algo y allí lo vio: una señal negra incrustada en sus lenguas, un sello. Aquello hizo clic en los recuerdos del monje; todos los signos apuntaban a algo que creía imposible.
El resto del equipo detuvo su malestar al notar cómo Miroku parecía confundido y revisando los cuerpos. La llama de la esperanza brotó en el pecho de todos. Dejando sus lamentos, se acercaron al escucharlo decir "miasma".
—¿Qué pasa con el miasma, Miroku? ¿Es el causante de esto? ¿Hay cura? ¡Dime, Miroku! —alterado, Inuyasha lo tomó por los hombros, con desespero por una respuesta positiva.
—No... no es tan simple, Inu. Había leído sobre esto, pero nunca pensé que Naraku supiera de ello, que lo recreara —su mirada era dura, sus ojos viajaron a los cuerpos sobre el piso—. Esto es algo así como hechicería; lograba separar el alma del cuerpo dejándolo en un estado de muerte temporal —tomó distancia de Inuyasha, volviéndose a situar entre ambos 'difuntos'—. Esto se hace para manipular cuerpos vacíos que no tuvieran alma, una artimaña de magia negra, con el fin de infiltrar y matar al enemigo —examinó una vez más la marca en la lengua de uno de los cuerpos—. Leí sobre ello hace mucho tiempo, lejos de estas tierras. Era información incompleta, pero recuerdo que tenía un límite: si el cuerpo no recupera su espíritu en una semana, estarán muertos de verdad.
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La cicatriz de mi corazón [Sesshome]
Fanfic...La miko se sorprendió al recibir ayuda del Daiyoukai pero no tuvo tiempo como para agradecer o hacer algo parecido, ya que el clon volvió a atacarla, era demasiado fuerte, ¿Qué clase de clon era este? Naraku sonreía al ver que a ambos les costaba...