#16 Winnie The Pooh

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convertido en uno de los iconos
culturales infantiles de todo el mundo,
no volverá a ser el mismo tras ser
analizado por los pediatras más
destacados de la Universidad Dalhousie
de Halifax, Canadá. Para sorpresa de los
padres que durante décadas han
puesto en manos de sus hijos las,
aparentemente, inocuas aventuras del
osito Winnie, el burro Eeyore, el cerdo
Piglet y el niño Christopher Robin, éstas
encierran un problemático mundo
psicológico propio de una pesadilla.
El osito Winnie sufre hiperactividad y
falta de atención, es obsesivamente
compulsivo, tiene tendencia a la
obesidad y además podría desarrollar
en el futuro el síndrome de Tourette, un
trastorno neurológico que se
caracteriza por tics y movimientos
involuntarios, rápidos y repetidos.
Su compañero inseparable, Eeyore, no
sale mejor parado. Sufre una constante
depresión a consecuencia de la
amputación traumática de la cola. El
cerdo Piglet, padece ansiedad
generalizada fácilmente observable,
dicen los doctores, por su propensión
a ruborizarse y a balbucear.
Finalmente, el muchachito Christopher
Robin se enfrenta a una crisis de
identidad sexual, le falta una adecuada
supervisión paterna y es preocupante
que pase tanto tiempo hablando con
animales.
Poco podía prever tales resultados el
escritor canadiense Alan Alexander
Milne cuando creo sus personajes en
1926. Pero tampoco extraña si se tiene
en cuenta que Winnie, el oso real en el
que si inspiró, tuvo una desgraciada
infancia. Un cazador de Ontario
(Canadá) mató a su madre en el verano
de 1914 y lo vendió al teniente
canadiense Harry Coleburn, destinado
en Winnipeg (Manitoba). El destino de
Winnie fue convertirse en la mascota de
la Segunda Brigada de Infantería del
Ejército canadiense, lejos de los
bosques de Ontario, donde había
nacido. Pero su futuro pasaba por
tierras lejanas y gentes desconocidas.

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