[1] "Diferente"

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      Dipper no pudo evitar reír cuando, finalmente, sus padres fueron a saludar al rubio y este comenzó a tratarlos de "usted". Era raro, lo suficiente como para que incluso Mabel -que seguía resentida con Billy -riera al escucharlo.

      —¿A qué se debe su formalidad, estimado Billy? —bromeó Dipper, tratando de aguantar la risa al ver la mueca que se formó en el rostro del mencionado.

      —Te quiero, pero una broma más y te mando a volar. —gruñó Billy, irritado, antes de respirar profundo y volver a ver a Dipper, ya más calmado —. Voy a morir antes de que esos viejos acepten que no voy a matar a nadie.

      —Estoy seguro de que vas a caerles bien, te adoraron en la llamada de la otra vez, no van a cambiar de opinión solo por verte. —dijo el castaño, dándole unas palmaditas en la espalda.

      —Te puedo asegurar que cambiaron de opinión apenas me vieron. —Billy apartó la mano de Dipper, ansioso.

      —Pensé que era la única que se había dado cuenta. —dijo Mabel desde su silla de ruedas, recordando a los dos chicos que ella también estaba ahí, sin darle a su hermano tiempo de sentirse mal por el rechazo del moreno —. Pero considerando que es necesario que sigamos siendo amigos, vos metele ganas que al final te van a terminar queriendo. Tenés un don impresionante cuando se trata de ganarte el cariño de la gente. —dijo con sarcasmo, que pasó desapercibido por su hermano, más no por el rubio que apartó la mirada avergonzado.

      —Tiene razón. —agregó Dipper, mientras entraba junto con Mabel a la cabaña —. Sos fácil de querer, incluso cuando pareces un loco arrogante.

      Billy solo rió, agradecido, antes de entrar con ellos y cerrar la puerta.

[ . . . ]

      Dipper y Mabel tuvieron que ver en silencio cómo sus padres interrogaban a Billy sobre la forma en que se conocieron, sus intenciones con la familia, el porqué tenía magia y si tenía planes a futuro, preguntas que Billy respondió con calma y cuidado, sin mucho problema gracias a que Mabel —por más rencor que le tuviera —le ayudó a practicar cada respuesta.

      Cuando tanto los gemelos como Stan creyeron que las preguntas se habían acabado y finalmente podrían hablar de algo más importante o siquiera ponerse al día, el señor Pines calló con un gesto a Stanley, que estaba a punto de hablar.

      —¿Porqué las orejas? —dijo sin rodeos el padre de los gemelos —. ¿Es una deformidad o algo por el estilo? ¿O te las... no, no dije nada, tienen que ser naturales, ¿no?

      Decir que incluso Mabel sintió un nudo en el estómago por la incomodidad era suficiente.

      —¿Disculpe? —Billy quedó en blanco, su aspecto era el único tema sobre el que tanto él cómo Mabel no habían creído necesario pensar respuestas.

      —Que porqué tus orejas son... así. —dijo la señora Pines, que también estaba curiosa respecto al tema.

      Billy se sentía extraño, no entendía porqué, jamás se había sentido así. Sus entrañas parecieron enredarse en su interior hasta formar un nudo, al mismo tiempo que sus manos se movieron casi por instinto para esconder sus orejas, y una sonrisa nerviosa se formaba en su rostro.

      —Es... difícil de explicar.

      Ambos señores Pines se vieron de reojo.

      —Pues busca la forma de decirlo. —dijo, impaciente el señor Pines, haciendo que Billy se mordiera el interior de la mejilla para tratar de no reaccionar.

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