-Touch-

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Ángel ahogó un último suspiro de placer, dejó de aferrarse a las sábanas gricaceas dejándolas arrugadas de tanto apretarlas, sentía la piel de su cuerpo tensarse y temblar debajo de él, su respiración estaba alterada y su pecho subía y bajaba progresivamente. Habían llegado a él clímax de la relación, se deshacía en sus firmes brazos que lo alzaban en lo bajo, sintiendo su espalda arquerase y echando la cabeza para atrás casi pegando con la cabezera de la enorme cama. Su miel se derramaba entre sus piernas mezclandoze con la de el pelinegro.

El azabache lo dejó caer en la suavidad del colchón y las esponjosas almohadas a juego con las sábanas, gran parte de la habitación era de ese monótono color.

Subió uno de sus pies a su hombro y sintió como rozaba su piel desnuda con su respingada nariz deslizándose hasta llegar a su pierna y besarla, un obsceno gemido de placer se escapó de sus rosados labios. Aquella imágen debajo de él era perfecta, con su suave cabellera coral esparramada en su almohada, sus hermosos ojos del color de las amapolas e irresistibles labios de cereza, su nívea piel era iluminada por la luz de la ventana. Era domingo y estaba nublado, aún era temprano, como entre las seis o siete y media de la mañana. Aki se tumbó al lado del más bajo con una leve sonrisa de satisfacción, admirando a su hermoso ángel desnudo, le cobijó con la cálida sábana.

—¿Qué tanto miras? —Espetó serio, su voz era tranquila. —Por tú culpa no voy a poder caminar bien. —Dijo moviéndose con dificultad a su lado, el peligro se sintió culpable, tal vez había sido un poco brusco, pero no estaba arrepentido. Ángel notó eso. —Dime ¿También me llevarás en brazos al trabajo como en la cama? —Dijo bromeando, acariciaba el mentón del azabache quien repartió besos en el dorso de su mano.

—Si me lo pides lo voy a hacer. —Respondió con su típico tono serio despegando la mano de sus labios. Volvió a depositar un par de besos. —Pero cuando menos lo esperes. —Él pelirosa sólo levantó las cejas sorprendido, se imaginó al contrario llevándolo a la oficina dónde trabajaban cargandole como costal de papas, pensó que eso sería muy surrealista, incluso imaginaba a su jefa sorprendida pues aquel hombre de semblante serio era muy responsable en cuanto a su trabajo se trataba. Todo lo contrario a él, que esperaba morirse a los 27 y no tener que volver a trabajar.

Se abrazó a él cálido cuerpo del azabache, colocando su cabeza entre la unión de su cuello y su hombro, encajaba perfecto, como si ese espacio solo estuviera diseñado para él. Pudo percibir el olor de su perfume impregnado en su piel, también el de la crema de afeitar, el gel de ducha, nicotina y sexo. Era una mezcla muy particular, pero le gustaba.

Cerró los ojos recordando con algo de vergüenza que la habían pasado muy bien la noche anterior. Se habían embriagado un poquito también, pues el día anterior habían tenido una de esas «reuniones» con el personal de la empresa. Sentía su garganta seca por haber gritado tan fuerte su nombre. Seguramente su compañero tenía la espalda llena de sus rasguños, pero era equitativo pues lo había dejado con dificultad para mover sus caderas. Abrió los ojos estrepitosamente, recordó lo más importante, se había acostado con su compañero de trabajo sin aún formalizar su relación, tenía que hacerlo pronto pero no sabía cómo. Creía que Aki se lo confesaría esa noche, pero sólo habían satisfecho sus deseos. Ángel sabía que era correspondido, en ese año y un pedacito que lo conocía sabía que a veces le coqueteaba con pequeñas señales, pues desde que recordaba siempre pillaba a él pelinegro mirándole con interés a través de los cristales de la oficina y luego apartaba la mirada levemente sonrojado, o a veces le invitaba a llevarle a su casa incluso esperando a que terminara su turno, también le compraba helado susve y siempre parecía tenerlo por prioridad. Todas las chicas del trabajo le tenían envidia (específicamente la señorita Himeno), pues Hayakawa era "popular" por su corazón noble y su gran atractivo, pero era con Ángel notoria la diferencia de trato. Aunque a veces el pelinegro era bipolar con sus sentimientos y parecía que sólo era conciente de estos cuando afectaban su alrededor, la realidad es que solo se le dificultaba expresarse correctamente cuando tenía al pelirosa en frente de él. Y es que era Ángel, su Ángel. Pero aún así sabía que el otro ya le correspondía desde antes. ¿Era así, verdad? Tal vez si no funcionaba se iría corriendo desepcionado, no le agradaba la idea de que el pelinegro lo estuviese cortejando por un buen rato para no querer terminar formalizando la relación.

¿Te dormiste?, Eres tan perezoso... —Preguntó el pelinegro acariciando con sus dedos sus hoyuelos de venus, haciendo círculos en estos y deslizándose más abajo. Ángel se tensó, no solo por el contacto, sino también por que era consciente de la bomba de pregunta qué iba a soltar ese instante. Respiró tomando valor.

—Aún no. —Respondió en un hilillo de voz, apenas audible. Se despegó de su cuello mirándole de frente. —Aki yo... quiero saber que piensas de mi. —El ojiazul frunció el ceño extrañado por la repentina pregunta.

—Pienso que eres muy lindo. —Dijo pegándose a su pecho, escondiendo su rostro, mordió uno de sus pezones. Lo rodeaba en círculos con la lengua.

ahh...no...yo, me refiero a nosotros... —Dijo en un gemido. El pelinegro se tensó y pasó un buen rato en dónde todo era un silencio incómodo. Ángel interpretó eso como un más que claro no, ese silencio fue cómo una dura bofetada en su femenino rostro. Se levantó con estrepito de la cama separándose del azabache y llendo rápido a tomar sus cosas. Aki se incorporó de la cama rápidamente, sabiendo que había cometido un grave error. La verdad es que si le gustaba, le adoraba, le enacataba y era más qué consciente de sus sentimientos. Pero no supó que responder ese mismo instante, pensaba que cualquier respuesta iba a ser una reverenda cagada. Vió como su Ángel se ponía con prisa su abrigo café.

—¡Espera!...yo quería decir que... —Le interrumpió antes de que continuará.

—Tú silencio fue más que suficiente. —Abrió la puerta de la habitación para llegar a la entrada principal del departamento ajeno, Aki se puso rápidamente unos pants deportivos negros que estaban regados en el piso de su habitación y fue a perseguir a aquella cabellera de tono coral. Alcanzó a tomar su mano antes de que girase la perilla y no volviera nunca. Se quedaron unos segundos parados en silencio en el umbral de la puerta. Ángel alzó la mirada con lágrimas en los ojos, algo se rompió dentro del azabache. Recordó la primera vez que había visto aquellos mismos vivos ojos por primera vez. Aquellos profundos ojos que amenazaban a arrastrarlo a un río de sangre. Era conciente qué se había comportado como la mierda, y no pudo evitar recordar su primer encuentro.

𝐇𝐞𝐚𝐯𝐞𝐧𝐥𝐲 [𝐚𝐤𝐢𝐚𝐧𝐠𝐞𝐥] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora