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— Hey, ¿dónde la tenías guardada? Pensé que la habías dejado en tu casa —mencioné en dirección a Dahak cuando miré que llevaba puesta la bufanda azúl que yo le había regalado en su cumpleaños.

Ambos estábamos en la cocina, era noche buena y yo estaba terminando de preparar la cena. Mientras, él se había  ofrecido a arreglar la mesa.

— Adoro ésta bufanda. No la habría dejado.

— ¿En realidad te gusta tanto?

— Sí. Me gusta. Me gusta demasiado, ya te lo dije. Es de mi color favorito y es muy suave y cálida. Además, me la hiciste tú. ¿Cómo no podría amarla? Es perfecta.

Su respuesta generó una gran satisfacción en mi interior. Sonreí y volví mi atención sobre lo que estaba terminando de preparar.

— Me alegra saber que en realidad te gusta y que no solo fingiste que te había gustado —dije intentando bromear.

Lo sentí llegar detrás de mí y abrazarme.

— ¿Por qué haría algo cómo eso?

— No lo sé. ¿Para no herir mis sentimientos?

Se acercó un poco más y besó un lado de mi cabeza.

— Estás equivocada. Si no me hubiera gustado, te lo habría dicho sin pelos en la lengua —fué directo—. Y si no me gustara, no la llevaría conmigo a todos lados desde que me la diste.

— ¿La llevas a todos lados? — pregunté asombrada.

— Sí.

— ¿Cómo es que no lo había notado?

— No lo sé.

— Vaya —solté. Luego desvié el tema—. Oye, ¿quieres ayudarme a servir ésto?

— Está bien —respondió. Lo sentí oler el ambiente—. Huele delicioso.

— Espero que así cómo huele, sepa.

— Sabrá delicioso. Todo lo que cocinas te queda delicioso —comentó sonando entusiasta.

— ¿Acaso me estás halagando?

— En realidad solo digo la verdad de los hechos.

— Ya veo.

El resto de la noche continuó ligera y dulce. La cena se llevó a cabo tranquilamente. Al día siguiente los vecinos nos habían invitado a pasar la noche de navidad en una reunión que hacían en un club familiar en el que la mayoría de las personas que vivían allí se reunían todos los años en navidad. Al inicio Dahak se había negado rotundamente, pero yo insistí lo suficiente hasta lograr que accediera.

— ¿Son esposos ustedes dos? — preguntó una señora muy dulce y algo mayor en cierto momento. Yo casi me ahogo con el ponche que estaba bebiendo.

Por fortuna, Dahak no estaba a mi lado en ese momento. El pelinegro se veía muy cómodo hablando con dos señores mayores cerca de la entrada del gran club familiar. Había notado que a Dahak le resultaba más cómodo hablar con personas mayores que con personas de su edad o cercanas ella.

— Oh, no, no —negué de inmediato.

— Ay, ¿en serio? —la señora se escuchó desilusionada—. Éste lugar no es muy grande, porque lo que inevitablemente los he visto algunas veces cuando están de paseo por la villa. Y ésta noche los he observado un poco mejor. Ustedes parecen más unidos que los recién casados que vinieron de visita éste año. O incluso más unidos que todas las parejas que se encuentran en ésta villa desde hace años. Hacía demasiado tiempo que no notaba a una pareja que se viera tan enamorada y cálida. Ese muchacho es muy atento, detallista y cariñoso, por lo visto. Hoy en día es difícil encontrar hombres así.

Atada a sus órdenes [Bilogía True Love - Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora