-Por favor, no te muevas. -pidió amablemente un chico de cabello blanco y ojos celestes.
-Te lo suplico -hipaba un chico de cabellos rubios y ojos verdes-, déjame ir. ¿Quieres dinero? Te lo puedo dar, tu pide la cantidad.
-No me interesa el dinero. -respondió el albino quien logró volver a atar al rubio en la silla.
-Entonces, ¿Qué es lo que quieres? -cuestionó con desesperación.
-Solo quiero cuidarte, quiero que seas feliz por siempre. -sonrió el albino, mientras acariciaba la mejilla y cabellos del blondo.
-¿Cuidarme?, ¿De qué hablas? -el blondo lo miró confundido.
-Me gustas, siempre te he observado, eres muy gentil y amable -el albino sonrió con ternura ante el blondo, pero pronto su mirada se llenó de odio-. Sin embargo, hay tanta gente que se aprovecha de tu generosidad y terminas sufriendo por culpa de ellos.
-¿Vigilar?... No. -el blondo lo miró con miedo-. Te equivocas, nadie me hace daño.
-Hace dos meses en la entrega de boletas vi a tu madre golpearte solo por tropezar -dijo el albino-. Tus supuestos amigos te molestan todo el tiempo y cuando te culpan por algo nadie te cree cuando dices la verdad.
-... Yo. -el blondo no sabía cómo responder ante tal aclaración.
-Pero no te preocupes, yo estoy aquí para solucionar todos tus problemas, TODOS -sonrió alegre al tener de frente a su amado-. Nadie volverá a lastimarte, no volverás a llorar por culpa de alguien. -comenzó a reír a carcajadas y luego abrazó al blondo para calmar su propia risa.
-¿Qué planeas hacer? -el blondo miró con angustia al albino quien sacó un bate de béisbol.
-¿Oh? -el albino miró el rostro de su amado y se acercó para darle un beso en la frente-. Te prometí que nunca nadie, jamás en la vida, va a lastimarte de nuevo. Eso me incluye. -le revolvió el cabello como muestra de cariño.
El albino salió del sótano y cerró la puerta, mientras que el blondo seguía asustado por no saber dónde estaba, y por lo que le dijo ese chico, ya había pasado una semana. Llevaba una semana encerrado en ese sótano.
Los pensamientos del blondo se vieron interrumpidos al escuchar que estaban abriendo la puerta.
-¡Te traje un regalito! -con mucha emoción gritó el albino-. Bueno, en realidad no. ¡TE TRAJE MUCHOS REGALOS! -sonrió a más no poder.
Al sótano ingresaron tres hombres completamente vestidos de negro, el blondo pataleó, gritó y suplicó por ayuda, pero ninguno le hizo caso. Los hombres llevaban consigo a una persona anestesiada en silla de ruedas, estas personas se encontraban atadas de pies y manos, con ojos y boca tapadas.
-No te vayas a poner impaciente, el analgésico debería desaparecer pronto. -sonrió el albino.
-Quiero... Quiero irme a casa. -entre sollozos pidió el blondo.
-Me temo que no será posible. -el albino fingió tristeza.
Pronto las tres personas en sillas de ruedas comenzaron a despertar y no tardaron en ahogarse en sus gritos.