Capítulo II

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En cuanto las tres personas lograron recuperarse del efecto del analgésico comenzaron a gritar.

—¡Oye tú, quién quiera que seas! —gritó una chica— ¡¿Tienes idea de con quién te estás metiendo?!, ¡Haré que mi padre se encargue de ti!

—Agh, como grita —el albino miró aburrido a la chica—... Mejor le vuelvo a poner la mordaza. —comenzó a reírse por lo dicho—. Mírala, ahora es una perra.

El blondo solo se limitó a ver a las personas que yacían atadas a las sillas de ruedas, los conocía bien a cada uno; Jenny, su compañera de clase, era su bullying en la escuela por ser la princesa de la escuela, mientras que el blondo pertenece a lo más bajo en el estatus de la escuela. Jeong Do, ese chico le hacía la vida imposible después de las clases extras y en la clase de voleibol, pero al otro no podía reconocerlo con exactitud.

—¡Si no me sacan de aquí, los golpearé hasta la muerte en cuanto me libere! —amenazó Jeong Do.

Al albino le pareció divertido ver tal escena, ver como aun estando en peligro ellos se atreven a amenazar como si fueran Reyes de Imperios o Dioses del Olimpo.

—Ni siquiera los dioses son tan tontos como lo son ustedes. —a carcajadas le dió órdenes a los cómplices para que se lleven a la chica y al otro dejando solo a Jeong Do.

—Este es mi regalo para ti —sonrió—... Esposo mío.

—¡¿Esposo?!, ¡¿De qué rayos hablas?! —el blondo comenzó a gritar— ¡Yo aún soy muy joven!, ¡Tengo un sueño, una razón para seguir soltero! —el blondo miró al albino quien lo miraba de una manera cariñosa, ni siquiera se veía que fuera alguien peligro, parecía que él realmente le importa sus sentimientos.

—Jeong Do~ —el albino llamó al tipo en la silla de ruedas, de una manera brusca, le quitó la venda de los ojos y la mordaza también—. Jeong Do~ Mira —apuntó a donde el blondo— ¿No te parece que mi esposo es muy tierno y adorable? —le cuestionó con una cara sonriente y llena de inocencia.

—¡Tú! —Jeong Do miró asesino al blondo— ¡TE MATARÉ EN CUANTO SALGA DE AQUÍ!

—Jeong Do~, ¿No te parece que mi esposo es muy tierno, lindo y adorable? —volvió a llamar el albino.

—¡¿Qué tiene de lindo una basura como esa?!— Jeong Do quiso escupirle al blondo pero había un cristal que protegía al blondo.

Pas.

Un golpe se estampó en el rostro de Jeong Do.

—¡¿NO TE PARECE QUE MI ESPOSO ES LINDO, TIERNO Y ADORABLE?! —volvió a darle un par de golpes más.

—L... Lo siento. —dijo Jeong Do, mientras escupía sangre.

—Eso no fue lo que pregunté —volvió a darle otros golpes hasta dejarle hinchado el rostro—. Saquen a esta basura, pero para ayer. —dió la orden y entró un hombre para llevarse a Jeong Do.

—Es hora de comer —sonrió como si nada hubiera pasado—, ¿Qué se te antoja? —comenzó a limpiar sus manos con mucho desinfectante—, ¿Empanadas?, ¿albondigas?, Pídeme cualquier cosa que se te antoje —le acarició la mejilla—. Se que como buen Mexicano, eres medio exigente con la comida, descuida, lo tengo todo arreglado, mi querido Paúl.

—Entonces... ¿puedo pedir unos Tacos o un caldo de res? —Paúl miró tímido al albino.

—Sí mi vida, pide lo que quieras. —le acarició la mejilla.

—Minam, ¿verdad? —Paúl preguntó por el nombre del albino.

—Es tan tierno, no sabes lo feliz que me hace saber que mi esposo sabe mi nombre. —Minam le dió un beso en la frente a Paúl.

—Mira, agradezco mucho lo que haces por mí, nunca me sentí tan importante para alguien, pero se me está cortando la circulación el las muñecas y me duelen las nalgas de tanto estar sentado —dijo Paúl sin sentirse tan intimidado—. Te agradeceria si me dejaras estirar un poco. —sonrió nervioso.

Minam sonrió.

—¿Me crees idiota? —lo fulminó con la mirada— Aquí es donde juras no intentar escapar y vas a intentar escapar en cuanto te libere.

—Pero si llego a escapar, no llegaré muy lejos, me atraparás y me traseras de regreso —sonrió Paúl—. Puedes golpearme si intento escapar.

—Sabes que no podría. —se acercó para desatarle los pies.

─Claro que podrás ─sonrió Paúl─. Lo harás como una advertencia, luego para hacerme reflexionar y lo último para hacerme obedecer. Sé cómo terminará este cuento.

─Bien, si lo sabes, seguramente sabrás que si haces cualquier tontería, por mucho que te ame voy a matarte, ¿Lo sabes verdad?. ─Minam le acarició el cabello.

─Desde luego. ─respondió Paúl.

El blondo comenzó a sobar sus muñecas y tobillos lo cuales estaban marcados por la fuerza aplicada en los cables con los que fue atado.

─Me duele el cuerpo ─dijo Paúl recostado en el suelo─. Gracias.

─Aquí está la comida señor. ─entró un hombre algo mayor.

Paúl se levantó de golpe, lo que hizo reaccionar a Minam, corrió hasta la puerta donde estaba el hombre sosteniendo un tazón con caldo de res y un plato llenos de tacos.

─Muchas gracias por la comida. ─tomó la charola y volvió al interior donde se encontraba la silla de ruedas donde estaba atado.

─M... Me retiro señor. ─dijo el anciano y cerró la puerta.

─¡Por Dios! ─gritó Paúl lo que nuevamente alertó a Minam─ Es lo más rico que he probado en tantos años. ─comenzó a llorar sin dejar de comer.

─Tranquilizate, te puedes ahogar. ─se acercó Minam.

─Si por esto no volveré a comer sobras, me quedaré contigo. ─anunció Paúl.

─¿Q... Quedarte conmigo? ─Minam se sorprendió.

─Hujum ─asintió Paúl sin dejar de comer─. Si tanto me quieres puedo ser todo lo que quieras, tu esposo, tu novio, tu amante, solo pido una buena comida. ─siguió comiendo─. Ni mi madre cocinaba tan rico... Ahora que lo pienso, siempre compró ramen y yo me comía las sobras que dejaba. —comentó inconscientemente.

—Entiendo... —miró a Paúl que seguía comiendo y saboreando la comida— Te llevaré a un bonito lugar cuando termines.

—¿Bonito? —Paúl miró a Minam y luego a los alrededores—. Espero que sea una senda con baño y una cama. —sonrió.

—Digamos que es algo como eso. —Minam le acarició el cabello y se sentó junto a él solo para verlo comer tan alegre.

—¿Quieres uno? Son muy buenos —dijo Paúl y le dió a comer un taco que ya estaba mordido—. Di "Ah"

Minam estaba nervioso por el repentino cambio de Paúl, pero le hizo caso y abrió la boca para comer ese medio taco.

—Rico, ¿verdad? —sonrió Paúl.

... Y siguió hasta terminar el último que le quedaba.

—Siento que me revienta el estómago. —soltó un suspiro pesado por lo satisfecho que estaba.

—Vamos, te dije que te llevaré a un lugar bonito. —le dijo Minam.

—Mañana, estoy muy lleno y no puedo caminar. —le respondió Paúl.

—Sube a la silla, no es necesario que camines. —le dijo Minam.

—Ah, es verdad. —sonrió nervioso.

Paúl volvió a sentarse en la silla de ruedas y se relajó hasta sentirse cómodo. Tanto que le dio el mal del puerco y se quedó dormido.

Cuando te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora