Un juego diferente está por comenzar. Las piezas ya están puestas en el tablero y los espectadores están ansiosos por apostar.
Él un piloto con una belleza delirante, que vive por sus sueños y sus anhelos.
Hamilton está dispuesto a bajar el cielo pa...
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DAYLIGTH
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El trauma de ver el auto salir volando tras el violento choque contra el camión era indescriptible. Me bajé corriendo hacia el auto de Sergio, mientras las personas a nuestro alrededor llamaban a emergencias. Yo solo quería asegurarme de que aún estuviera vivo.
Sentía que mi corazón se detendría en cualquier momento. Apenas podía respirar, y la bilis subía por mi garganta, amenazando con hacerme vomitar. Ver el cuerpo de mi hermano del alma atrapado en el vehículo, lleno de sangre y con el rostro magullado, era una visión insoportable.
El accidente se repetía en mi mente una y otra vez en cámara lenta, como si mi propio cerebro me estuviera torturando.
Cuando llegaron los servicios de emergencia, lo sacaron del vehículo con cuidado. Vagamente recuerdo decirles a los paramédicos que yo era amigo cercano de Checo y que iría con ellos en la ambulancia.
Nadie me había preparado para escuchar el sonido del monitor cardíaco indicando que su corazón se había detenido. Sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo mientras escuchaba a los paramédicos intentar reanimarlo.
Miedo, terror y pánico eran las emociones que dominaban mi ser.
Escuché a los paramédicos decir que estaba sufriendo un paro cardíaco y que debía prepararme para lo peor.
—¡Uno, dos, tres, carga al 100! —escuchaba a lo lejos, mientras le realizaban una reanimación con un desfibrilador.
—Vamos una vez más, carguen a 200 y suelten en tres, dos, uno... ¡Nada! Aumenten a 300.
No me dejes, Checo. Tienes a muchas personas esperando por ti.
—¡Una tercera vez en tres, dos, uno...! ¡Tenemos pulso débil! Apresúrense a llegar al hospital, no podemos arriesgarnos a un segundo paro cardíaco.
