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El detective a cargo del homicidio era Nahuel Farías, detective de la unidad de homicidios, encargado de llevar a cabo la investigación con completa eficacia. Su compañero de trabajo, Pablo Guzmán, con su incipiente olor a cigarros, y su barba de tres días, parecía mas dormido que despierto a esa hora de la mañana.

La sala estaba fría y poco iluminada. La ama de casa temblaba de temor en la cocina, mientras respondía a medias las preguntas que le hacía la policía. La casa estaba vacía, la familia de la víctima se había tomado unas vacaciones en la nieve durante el receso de invierno, mientras que el Señor Posso, ministro de Educación, se había quedado para resolver los problemas del paro de profesores.

No había mucho que el ama de llaves pudiera decir, sólo tuvo la mala suerte de encontrar el cuerpo cuando su día de descanso terminaba.

El forense había dicho que el cuerpo llevaba al menos siete horas en esa posición, no había señales de pelea ni nada que mostrara que el ministro había intentado defenderse de tal situación. No había rastro de nada, ni huellas ni ADN ni nada útil, más que el dibujo pintado en lo que parecía sangre en el suelo, justo donde indica el cuerpo.

- ¿Qué piensas? - le preguntó Guzmán, con su voz rasposa por la cajetilla de cigarros que consume al día.

Pensó un momento antes de responder, luego suspiró sin ánimos.

- Que será un caso difícil y problemático.

A las 9 de la mañana aún seguían en la escena del crimen, y para cuando ya estaban bajando el cuerpo, porque el equipo médico había demorado más de lo normal, la prensa ya se había enterado de todo. Ver a los reporteros como moscas en la basura cuando el cuerpo iba envuelto en la bolsa subiendo a la van le produjo un poco de nauseas, y tal vez incluso un poco de incomodidad. Con lo mediático que sería este caso a penas les darían tiempo para descansar. El ministro mismo era quien había sido asesinado de una manera tan humillante como lo habían encontrado, no era un tipo cualquiera, era alguien por quien le pedirían respuestas.

- No emitiremos ningún comentario – dijo repetidas veces, al tumulto de periodistas que se acercaron a ellos como carroñeros. Solo quería volver a la cama con su adorable y cálida esposa, que de seguro ya estaba camino a su propio trabajo.

*

Volver a la oficina con el equipo era tan fastidioso como entretenido. Este tipo de casos siempre le venían bien al departamento, siempre y cuando no fuera una figura pública, exactamente lo opuesto de lo que sucedía en ese momento.

Guzmán estaba masticando una goma de mascar cuando se lo volvió a encontrar, tenían que armar todo el perfil con el equipo, pero antes debían tener todos los detalles posibles que habían encontrado.

Maya, su técnico de laboratorio, ya había reunido todos los papeles que iban a realizar en la primera junta y estaba entregando las carpetas al equipo.

- No había señales de pelea ni de puertas forzadas, su cuerpo no parecía golpeado, pero el rigus mortis había hecho afecto para cuando llegamos – ya había terminado de repartir las carpetas cuando volvió frente a la pantalla del televisor y cambió la imagen del cuerpo de la víctima -. Por su apariencia ya lleva al menos entre cinco y siete horas muerto. Las cámaras estaban desconectadas desde las ocho de la noche y fueron conectadas media hora antes que la ama de casa volviera, como siempre, nadie sabe ni vio nada.

- ¿La autopsia? – Preguntó Guzmán.

- Hace poco dieron la autorización los familiares, por ahora no tenemos resultados de nada.

Cuando el silencio gritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora