Capítulo 1. °Un cementerio llamado: hogar°

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Cuando Salma empezó a escribir tan solo tenía dieciséis años.

La idea de ser una escritora reconocida había llegado a oídos de Gloria, su ausente abuela paterna. Gloria solo leía novelas de amor, casi siempre con sus eternos finales felices que solo se veían en la ficción y en los diarios que escribía desde joven. Siempre fue una mujer soñadora y poeta, pero su historia escribiendo poesía había muerto justo cuando salió embarazada de un campesino de su pueblo natal.

Sus padres habían aborrecido la noticia de saber que, su también única hija, se había embarazado de un hombre sin futuro, sin tierras, sin herencias por recibir; se había enamorado de un don nadie, de un campesino común y corriente que no tenía nada que ofrecerle y, aunque esto para Gloria era insignificante, sabía que había cometido el peor error de su vida.

Sus padres dejaron de serlo desde ese momento. Quitaron todo tipo de apoyo económico dejándola completamente sola y en la calle. Gloria no tenía un trabajo, o no al menos uno decente. Cada tarde, después de salir de limpiar casas hasta no sentir la punta de sus dedos, Gloria visitaba un pequeño bar que apenas habían inaugurado semanas antes. El bar tenía un nombre poco común y nada atractivo y, tampoco reconocido. Las personas solo iban de paso, para husmear un poco y luego salir con comentarios despectivos del lugar.

Gloria solo era una más del montón, y junto con su único amigo, Gerald, todas las tardes recitaban sus poesías mediocres. El pago no era mucho, solo unos cuantos dólares por noche, tan poco, que no se notaba la diferencia, pero ella lo hacía por amor al arte, por no perder lo único que le quedaba de su vida.

Poco a poco Gloria dejó de escribir. Ya aquello era ajeno a su vida, le había perdido el interés mientras sentía aquel bulto dentro de su barriga crecer. Las preocupaciones de Gloria ya no eran escribir, tampoco crear poesía y, mucho menos, leer novelas con finales felices. Pero cada tanto le daba una oportunidad a lo que un día fue su mayor felicidad y su único refugio.

Su vida había cambiado después de nueve meses. Ya sus noches no eran para reponer energías. Ahora solo eran noches eternas de llantos de bebé, cantos nostálgicos y biberones calientes. Sus bolsas debajo de sus ojos hablaban mucho sobre lo difícil que era ser madre primeriza sin tener ningún apoyo. Gloria no podía mirarse al espejo y no sentir ira consigo misma. Había sido tonta e ingenua en creer en los cuentos felices, en los que no se altera la percepción del tiempo, pero, donde sí alteraba la realidad.

Había vivido mucho, bastante de hecho y, si era sincera con ella misma, no volvería a repetirlo. Gloria aprendió a no idealizar las tragedias, tampoco a las personas porque a pesar de ser experiencias no dejaron de ser traumáticas. ¿Quién en su sano juicio querría volver a repetir sus peores desgracias?

Después de un tiempo todo mejoró. Su hijo, Darío, ya era un jovencito de diecinueve. Un hombre codiciado por las mujeres de su entorno y aunque eso no preocupaba a Gloria porque sabía la educación que le había dado a su hijo, los rumores cada vez tenían mucho más peso en sus oídos. Ella no quería que Darío repitiera su historia. Aún estaba joven y con también muchos sueños por cumplir. Detestaba la idea de sentir que lo único que hizo bien estaba empezando a salirse de sus propias casillas.

Las conversaciones a medianoche eran interminables. Darío se sentía hostigado por su madre y en un arrebato de rebeldía, recogió lo único que era suyo del cuchitril donde vivían y se marchó dejándola sola nuevamente. No sin antes echarle en cara lo poco que recibía de ella y lo mucho que merecía y que, solo por eso, había aceptado casarse con una mujer algo mayor que él pero que podía darle lujos y comodidades, algo que no había tenido nunca.

Aquel sufrimiento de nunca acabar llevó a Gloria a recaer en su peor droga: la poesía.

No supo en qué momento había perdido la batalla, pero tampoco se sentía tan mal como alguna vez imaginó que podría sentirse. Darío no sólo se había marchado para siempre, sino que también le había devuelto la libertad. Era un pensamiento egoísta, pero su misión con él había terminado y Gloria lo había aceptado desde mucho antes que sucediera.

ᴇʟ ꜱᴇᴄʀᴇᴛᴏ ᴅᴇ ꜱᴀʟᴍᴀ°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora