If you leave me

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Dareck:

Luego de un no tan largo viaje, por fin habíamos llegado a los bungalows a las 7 de la tarde. Aún podíamos disfrutar de la buena vista del anochecer mientras cenábamos y charlábamos.

Marc y yo nos ofrecimos a dejar las cosas en la habitación de cada persona.

—Papá, hay una habitación con dos camas y otra con una cama matrimonial, ¿en cual quieres dormir?

—En la de las camas individuales —respondió su padre, un poco nervioso.

Creo que aún no era momento que el señor Clark durmiese con la señora Amelia, tal vez recién estaban conociéndose y me parecía muy respetuoso de su parte.

—Dareck, ¿vienes? —preguntó Marc con las mejillas coloradas de haber dado varias vueltas cargando cosas.

—Vamos.

Para ser un bungaló, era algo grande. Eran dos Bungalow con un poco de separación entre cada uno, ambos eran de dos pisos y la estructura era la misma.

El piso de abajo tenía una puerta de vidrio corrediza y dos cortinas color blanco cubrían el interior, por dentro, adornaban dos sofás color negro y un televisor. También había una pequeña cocina que solo tenía lo necesario, con pocos cubiertos y dos tazas color verde encima del microondas. El ambiente era refrescante y limpio, podría vivir aquí toda mi vida.

Subimos al segundo piso, en donde había un pasillo no tan largo, que al fondo nos llevaba a otra habitación que era el baño.. Había dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda.

La de la izquierda era la habitación con dos camas individuales, había algo de distancia entre ellas, una ventana en cada cabecera de la cama, un armario y un espejo, no eran tan pequeñas. Las sábanas eran de un tono verde, ese era el tono que más predominaba en las decoraciones.

La habitación de la cama matrimonial era más espaciosa y había un ventanal grande que daba a un balcón. Afuera había una pequeña mesa y dos sillas, plantas y macetas de distintos tamaños.

—Pido el lado derecho —dijo Marc, soltando su maleta para recostarse sobre la cama.

—Joder, es enorme —me acosté a su lado.

—Nos van a ver —se puso de pie y se acercó al ventanal que separaba el balcón.

Cerró las cortinas de color blanco, evitando que la poca luz de afuera iluminara la habitación y volvió a recostarse a mi lado.

—Dareck, te quiero —acarició mi mejilla y cerré los ojos para disfrutar de su tacto.

—Te quiero, mi ricitos de carbono —acaricié también su mejilla y deposité un beso en sus labios.

—¿De carbono?

—Sí, porque tu cabello es negro.

—Tu cabello es postizo.

Aunque no sea conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora