XI. Destino incierto

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Al regresar a la tierra, ocurrió un desperfecto en nuestra nave sideral. A pesar del esfuerzo que hicimos no pudimos evitar que nos precipitáramos aparatosamente en plena selva amazónica, cuando faltaban solo veinte minutos para aterrizar en nuestra base aeroespacial.

Habíamos despegado desde la plataforma de Ciudad Esmeralda, en agosto del año 2052. Descendimos en la Estación Espacial Lunar, y desde allí partimos en otra nave hacia la estación de Marte en una misión de Exobiología. Tras haber realizado un viaje interplanetario de dos años y tres meses, de los cuales invertimos 260 días investigando, no pudimos encontrar pruebas concretas de la existencia de vida inteligente en algún lugar del universo que no sea la Tierra.

Al regresar a la Estación Espacial Lunar, observamos que adolecía de muchos desperfectos. Los cosmonautas nos informaron que los más graves eran, una avería en los cíber controles y fallas del indicador del tiempo que oscilaba entre pasado y futuro, lo cual atribuyeron a la falta de repuestos. Encarecidamente nos solicitaron que reportáramos la situación, porque tenían meses que habían perdido contacto con la base terrestre. En el viaje hacia la tierra, nos causó extrañeza que la estación espacial internacional ISS, donde debíamos acoplar, ya no existía.

Nos rescataron de la malograda nave con mucho cuidado para evitar que nos lesionáramos con los metales retorcidos, y nos colocaron en sendas parihuelas para trasladarnos al sitio de extracción. Estábamos inconscientes pero con vida, y cuando recobramos el sentido coincidimos en dar gracias a Dios por habernos protegido. Milagrosamente habíamos regresado a nuestro planeta.

Los rescatistas, con extraños uniformes, se identificaron como miembros de un grupo táctico de combate de la Flota Aéreo-Fluvial Amazónica, FAFA.

─Yo soy el comandante Kareshiwë ─dijo el jefe de la patrulla─. Tan pronto el sistema de control localizó las coordenadas de la colisión, nos enviaron a rescatarlos. ─Hizo una pausa y añadió─: ¿Y cuanto tiempo tenían en el espacio?

─Teníamos dos años, tres meses y cinco días exactamente. ─Noté que el capitán hizo un gesto de desconcierto.

─¿Sera posible? hace cinco años que no lanzan naves siderales ─Lo oí murmurar, luego con incertidumbre preguntó─: Coronel Cabuya, ¿acaso no les avisaron que había un enfrentamiento contra los cuadrivistas?

Extrañé que supiera mi nombre, pero deduje que, por nuestros carnets sabían que éramos: Nubia Castell, coronela colombiana; Não da Silva, mayor brasileño; y yo, Wilson Cabuya, coronel venezolano.

No. No nos avisaron nada... ¿Y quiénes son esos cuadrivistas? ─pregunté.

Bueno, coronel, de veras ustedes estaban en la luna ─dijo el comandante Kareshiwë jocosamente, mirándome con extrañeza─. Son los invasores post atómicos.

¿Invasores post atómicos? No entiendo, quedamos en la misma, mejor explícame eso.

─Ya le voy a explicar, pero debemos salir de aquí rápidamente, si no queremos toparnos con ellos.

Nos trasladaban por entre la tupida selva hacia un claro donde descendería un helicóptero. De pronto el cicerone percibió un leve sonido y a una señal nos detuvimos justo antes de que, desde la maleza, saltaran con sorprendente agilidad unos seres de aspecto humanoide parecidos a los gorilas de la serie El planeta de los simios, combinado con un aspecto de Las tortugas ninja; pero también con algo de lobos por sus largas y afiladas garras. Los rescatistas respondieron el ataque accionando sus armas láser, pero al recibir una andanada de explosiones el comandante Kareshiwë dio la orden de retirada. Cuando creíamos haber despistado a los atacantes, éstos, con grandes saltos por entre las ramas, nos dieron alcance. Nuestros rescatistas se defendieron con sus armas láser mientras nosotros, los astronautas, disparábamos con pistolas Browning 9 mm. Pero debido a su agilidad era difícil dar en el blanco, eran más numerosos que nosotros y nos tenían rodeados, amedrentándonos con terribles gruñidos. De repente apareció una nave bimotor, y desde su interior dispararon eliminando a varios simios-lobos y ahuyentando a otros. El aviocóptero de la Flota Aéreo-Fluvial Amazónica, FAFA, que tenía un parecido con las naves que habíamos visto en la película Avatar, aterrizó, lo abordamos y, rápidamente nos elevamos verticalmente por el enorme boquete circular que se abría entre gigantescos árboles.

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