𝐿𝑎𝑑𝑟𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝑀𝑒𝑙𝑜𝑐𝑜𝑡𝑜́𝑛 ||𝑊𝑎𝑛𝑔𝑋𝑖𝑎𝑛||

La Verdad

Unos ojos grises empezaron a abrirse lentamente, y aunque se forzaron a querer ver algo, era imposible, estaba oscuro y debía darles un momento para acostumbrarse a ello; dio un bostezo dando un pequeño chillido, cuando estaba más consciente y podía ver más a su alrededor, sintió una bola de pelos a su lado, a la cual volvió a ver y divisó a una liebre profundamente dormida, se extrañó de ver eso y luego decidió ver a su alrededor, estaba en una casa, y su cuerpo yacía bajo unas sábanas manteniéndolo cálido, luego, al ver justamente detrás de él, se topó con el rostro de Lan Zhan, quien tenía sus ojos cerrados. Parecía dormir plácidamente.

Se sorprendió un poco al verlo y luego recordó todo lo que había pasado, dirigió su mirada a su pata sacandola de dentro de la sábana, y vio como esta, yacía envuelta en una tela que tenía sangre, pero aunque tenía rastros de ello, no sentía dolor alguno, por lo que se quitó la venda y vio como su pata ahora estaba curada, sin rastro de la trampa que lo había atrapado y herido; dirigió de nuevo su cabeza hacía WangJi, y solo recostó su cabeza de manera que pudiera verlo, sus orejas se hicieron hacía atrás y su cola bajo las sábanas se empezó a mover ligeramente, aquel rostro que tenía unas cuantas escamas es su frente y a un lado de su barbilla, era el más hermoso que había visto nunca, y poder contemplarlo de cerca le era un privilegio enorme, podía ver cada detalle sin miedo, de verdad que le había hecho mucha falta verlo, y de tan sólo estar lejos de él había empezado a entristecerse, tanto lo extrañaba que incluso en medio de la tormenta lo llamó esperando su ayuda.

-Lo siento Lan Zhan -susurró extremadamente bajo mientras en silencio volvía a su forma humana aún bajo las sábanas, se acomodó aún viéndolo y luego se acercó dejando un suave y simple beso en sus labios, se volvió a acomodar viéndolo y suspiró- quisiera decirte... Pero temo que te enojes... Temo que me apartes y prefiero apartarme de ti primero -siguió susurrando.

Mientras hablaba no se daba cuenta de que una cola detrás de la espalda de Lan Zhan, se movía ligeramente escondida, el mayor no estaba dormido, en realidad había estado despierto toda la noche velando al menor, y solo había mantenido sus ojos cerrados, iba a hablar cuando lo sintió moverse pero prefirió quedarse quieto, y al escuchar aquellas palabras lo que recordó fue lo que los espíritus le habían mostrado, quería preguntarle al respecto, saber que pasó y por qué no lo recordaba, y también quería besarlo de vuelta, luego del simple beso que el menor dejó en sus labios, no se dio cuenta cuando, pero un deseo de más creció en su pecho, sin embargo, aguantó cualquier impulso ya que prefería escucharlo.

-Se que te preocupé... Lo lamento... Pero no quiero que te lastimes por mi culpa, igual que cuando éramos niños Lan Zhan

«¿Lastimarme?» se preguntó aún manteniéndose inmóvil solo prestándole atención, sin embargo, no aguantó más las ganas y abrió lentamente sus ojos, y notó de inmediato unos que lo veían los cuales se abrieron con sorpresa, y la persona que yacía ahí se asustó haciéndose hacía atrás.

-¿Estabas despierto? -dijo por fin alzando su voz mientras retrocedía apenas siendo un poco tapado por la sábana que se mantenía en su cintura.

-Nunca me dormí -respondió levantándose, vio a la liebre y la tomó entre sus manos con cuidado de no despertarla.

-Entonces... -Wuxian recordó el beso y tapó su boca desviando su cabeza por la vergüenza que sintió, por primera vez, en mucho tiempo, sentía esa sensación de haber sido descubierto en algo que no debió hacer.

Lan Zhan con cuidado se llevó una manta más pequeña y la dejó en otra habitación con la liebre, no quería despertarla y quería hablar con Wuxian respecto a ciertos temas que seguían pendientes, pero aunque no lo demostraba, lo más que tenía era alegría, de ver al zorro tan bien y con la actitud que solía tener, eso solo lo tranquilizaba, no sabía que hubiera hecho si perdía a aquel travieso ser, que sin importar su personalidad, había empezado a formar parte de su vida, tanto así, que ahora no podía dejar de pensar en él.