Capítulo 1. Cuando Madelin conoció a Cherry

370 9 0
                                    

Madelin tenía una amiga especial, Cherry. Ésta se había mudado recientemente desde un lejano estado del país y no conocía a nadie en aquella localidad. Cherry era una chica muy guapa, era rubia, a diferencia de Madelin que era morena y tenía un bonito tipo que paseaba por las clases del instituto para placer de las miradas ajenas de los chicos que iban ataviados con sus currados tupés engominados.

Eran una morena y una rubia y hacían una bonita pareja. Madelin provenía de la américa rural y se había criado en el pueblo desde pequeña, mientras que Cherry venía de la ciudad y se había criado en ella desde pequeña.

Cherry desconocía todo acerca del campo y estaba ansiosa por conocer más, así que como Madelin tenía una granja en las afueras un bonito día de primavera la invitó a visitar su hogar y conocer así sus instalaciones.

Llegó pasada la hora del desayuno, cuando los habitantes de la granja estaban ya cada uno en sus quehaceres diarios.

Su madre estaba en la cocina preparando la comida, lavando la ropa y limpiando la casa. Algo que en aquellos lejanos años era lo habitual. Las saludó nada más llegar su amiga y le ofreció una limonada a Cherry, quien declinó pues hacía poco que había desayunado.

–Bueno, tal vez más tarde cuando haga más calor –dijo Candy, la madre de Madelin.

Así que la dejaron continuar y Madelin procedió a enseñar el resto de instalaciones de la granja.

Comenzó por el establo donde guardaban los caballos, entre los que destacaban una yegua blanca y un semental negro, fruto de la pareja poseían dos potros y para las tareas del campo más pesadas también tenían una pareja de mulas, lo que viene a ser una yunta.

Cherry quedó prendada del semental negro al que acarició con admiración, aunque también con temor ante los relinchos nerviosos.

Como Madelin no se fiaba de sacarlo sola, pues normalmente sólo lo podían montar su padre y su hermano, sólo le abrió el portalón de la parte superior de la cuadra donde estaba el semental.

Ambas rieron al ver la tremenda verga del animal y cuchichearon al oído...

–¿Has visto eso? –dijo Cherry–. Yo no tenía idea de lo grande que la tienen los caballos.

–¡Si dijo Madelin! Yo lo he visto copular con la yegua y es todo un espectáculo –dijo Madelin.

–¡Me encantaría estar presente la próxima vez! –expresó su deseo Cherry maliciosamente.

–¡Puedo avisarte si me entero de que papá los va a cruzar! –dijo su amiga.

Así que salieron de establo y se dirigieron a ver las gallinas, los pollos, pavos y demás animales de granja que tenían en una estancia aparte. Allí también había cerdos, que olían fatal para la pituitaria poco acostumbrada a olores rudos de una chica de ciudad.

Por último terminaron en una pequeña estancia que usaban de garaje, donde estaba una pequeña pickup Ford que su padre usaba para ir al pueblo a por provisiones y estanterías con toda clase de herramientas para las reparaciones de la maquinaria que empleaban en la granja.

De buscando un sitio limpio para sentarse, Madelin bajó la puerta de atrás de la vieja pick-up y tomó una manta del asiento de atrás extendiéndola sobre la compuerta abierta y parte del cajón trasero del vehículo pues, algo que no escaseaba en la granja era el polvo y la suciedad por todas partes y ambas llevaban unos preciosos vestidos de lunares.

Madelin llevaba un precioso vestido amarillo con círculos pequeños estampados en varios colores, verde, azul, morado, marrón... con una especie de tela roja a modo de pañuelo justo en su escote, conjuntado con unos zapatos rojos a juego con dicha parte de la prenda, así como del color de sus uñas.

Fóllame tiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora