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Jaemin aplanó su traje a la medida con sus manos. Era el inicio de un nuevo curso, y su segundo año como profesor de biología en esa universidad, no quería regodearse pero, bueno, la verdad es que sí quería, a pesar de ser el profesor más joven era por mucho el mejor y más estricto de todos, nadie llegaba a sus talones, Jaemin con apenas veintiocho años se había armado una reputación, como el profesor temido por todos, el obstáculo de sus alumnos para su título, y Jaemin amaba romper sus sueños.

Una vez terminado de asearse miró su apuesto reflejo en el espejo, no solo tenía una mente brillante, también era muy atractivo, más que eso, era un jodido adonis, esto no pasaba desapercibido por sus estudiantes que más de una vez le han querido hacer favores pero Jaemin no cae ante adolescentes hormonales. Tomó su maletín de cuero, salió de su departamento para dirigirse al estacionamiento y buscar su auto negro de marca, si, pues trabajar en una universidad prestigiosa le daba un buen sueldo y al vivir solo y no tener una pareja podía complacer sus propios caprichos. Arrancó el auto sintiéndose feliz de comenzar un nuevo año, tarareó las canciones de la radio mientras conducía, era un hermoso día para arruinar algunas vidas.

Llegó puntualmente a la universidad, recibido con una gran sonrisa por el director y saludos cordiales por sus compañeros, en la sala de profesores se tomó su tiempo para observar las aulas que debía atender: el salón número tres le tocaba de primero, sonrió maliciosamente mientras tomaba un sorbo de su café.

—Profesor Na, ha pasado tiempo, ¿Qué tal sus vacaciones? —y allí estaba, justo la voz que no quería oír; la profesora de literatura Somi sentada frente a él dibujando círculos en sus manos.

—Somi, ¿Cómo estás? Las he pasado genial —respondió cordialmente con una encantadora sonrisa.

—Estoy perfectamente —confesó ahora tomándose la libertad de jugar con sus dedos, Jaemin se incomodó—. Te ves estupendo.

Jaemin quiso rodar los ojos, odiaba las adulaciones.

—Gracias —contestó educadamente—. Tú también —admitió alejando lentamente su mano de las delicadas manos de la mujer—. Fue grandioso hablar contigo, pero debo dar mi primera clase.

—Oh bien, sabes dónde encontrarme en el almuerzo —informó la castaña guiñando un ojo, Jaemin simplemente asintió antes de huir de allí.

Comenzó su camino hacia el salón número tres donde se hallarían los estudiantes de nuevo ingreso posiblemente muy felices de cursar biología uno, ja, no saben que les espera. Se paró ante la puerta cerrada del aula y acomodó su corbata, igualmente se aseguró de que su cabello estuviera en su lugar y luego entró con su semblante frío, dando zancadas hacia su escritorio y ordenando con su presencia que hicieran silencio, colocó su maletín en el escritorio y observó a sus alumnos, todos callados mirándolo fijamente y susurrando sobre su aspecto, torció una sonrisa vanidosa, siempre causa ese fuerte impacto.

—Mi nombre es Na Jaemin.—exclamó con seriedad en su voz grave, estando apoyado de su escritorio.

Pronto todos comenzaron con preguntas variadas que si tenía que ser sincero, veía venir, la mayoría del público femenino preguntaba por su edad, si tenía novia o era casado o si era gay, Jaemin suspiró frustrado ante de mandarlos a callar.

—Tengo tres simples reglas —constató fríamente cuando todos se hallaron finalmente callados—. Número uno; no les importa mi vida personal así que no les diré nada sobre esta —empezó a enumerar paseando frente su escritorio—. Número dos; si les capturo copiando en un examen y créanme que lo haré, consideren acabada sus posibilidades de graduarse —los tenía donde los quería, podía notar el miedo en sus expresiones—. Número tres y la más importante; no lleguen tarde —pronunció lo último con mucha seriedad, Jaemin odiaba muchísimo los impuntuales.

Justo en el momento en que constató la tercera y última regla la puerta se abrió de forma estrepitosa alertándolo a él y distrayendo a los presentes, frunció el ceño molesto, un chico de cabello negro y gafas entró al salón con libros en las manos respirando apresuradamente.

—Lo lamento mucho profesor, me perdí —se excusó mirándolo, ni el doble de los años de estudio de Jaemin lo hubieran preparado para observar semejante belleza, joder, aquel niñato, que había llegado tarde incluso y que ahora estaba sonrojado mirando al piso era simplemente el ser humano más precioso que había visto.

—Su nombre —pronunció poco después aún sin despegar su vista de él, el joven lo miró parpadeando y se rasco el cuello.

—H-huang señor, Huang Renjun.—respondió con timidez, Jaemin sintió un calor extraño en su estómago bajo.

—Bien, señor Huang, a mi clase no se llega tarde, retírese. —informó tomando por completa sorpresa al adolescente tímido.

—¿Q-qué? ¿Habla en serio? E-es mi primer día, no podía hallar el...

—Repito señor Huang, a mi clase no se entra tarde, retírese.—nuevamente al ver el rostro de molestia del menor sintió increíble regocijo—. Ah, y no olvide pasar por aquí después de clases para firmar su inasistencia.

Jaemin habló desinteresadamente tomando unas hojas cualquier más en sus manos y tratando de no burlarse ante la cara de frustración del menor, Jaemin disfrutaba de su vista, aquel chico tan hermoso debía odiarlo tanto.

—Bien —masculló Renjun antes de irse dando un portazo, Jaemin río macabramente por lo bajo.

—¿Alguna pregunta?

                                 
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Espero les guste esta nueva historia, gracias ෆ

ᴘʀᴏғᴇsᴏʀ ෆ JAEMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora